sábado, 17 de julio de 2010

«Me confirmó lo que yo temía»

Hace un tiempo atrás (1) les comentaba que el lenguaje también está presente cuando de ciertas cosas se habla poco o nada.

Se habla de las transgresiones de la prohibición del incesto que cometen algunos padrastros, pero no se habla de los propios deseos incestuosos.

Se habla de economía hasta el cansancio, pero no se habla del sorprendente pudor que tenemos para tratar los asuntos de dinero cada uno de nosotros.

El tema del que no hablamos, se convierte en misterioso, perturbador, temible.

Por este efecto, el silencio sobre los asuntos de los que no se debe hablar, se convierte en un mensaje lingüístico por omisión.

Es decir, la falta de discurso genera en nosotros sensaciones de que se nos está diciendo algo, tan importante y trascendente, que no se puede ni mencionar.

Conocemos el consejo que dice: «ante la duda, abstente».

En otras palabras, cuando no sepas qué hacer, no hagas nada.

También podría decirse así: «si tienes dudas, paralízate».

Hay personas expertas en el arte de dominar (¿paralizar?) por medio de la intriga.

Esta consiste en maniobras cargadas de significados confusos, ambiguos, ocultos, misteriosos, sugerentes, con muchos gestos que podrían significar cualquier cosa menos algo tranquilizador.

Las víctimas de una intriga son personas con un miedo especial a perder (la vida, la salud, seres queridos, tranquilidad, riqueza) y que tienen una visión pesimista de la realidad.

La falta de discurso explícito, activa esas ideas negativas que poseen.

Las personas intrigantes manipulan casi exclusivamente a los pesimistas porque, al presentarles un discurso hueco, carente de contenidos explícitos, estimulan la aparición de esas ideas negativas, pero como si fueran dichas por el intrigante.

El insidioso intrigante induce al pesimista para que confirme los temores que lo atormentaban y se hace pasar por el salvador a quien deberá obedecer.

(1) Esta “cosa” me provoca “cosa”
De eso no se hable

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Las palabras son parte del viento

Millones de personas recordaron durante años, qué estaban haciendo cuando se enteraron del asesinato de John Kennedy (1917-1963) (imagen).

Las personas que eran jóvenes o adultas en 1963, escucharon o leyeron un conjunto de palabras que transformaron sus cerebros.

Casi todas las técnicas terapéuticas utilizan algún específico, algún producto químico, que se ingiere como un alimento más y que —a veces y en ciertas personas—, es capaz de provocar cambios saludables (antibióticos, homeopatía, herboristería).

Todos los estímulos son transformadores de nuestro cuerpo, pero sólo unos pocos poseen tal magnitud como para reconocerles esa característica. La noticia del magnicidio (asesinato de un gobernante) la tuvo y por eso tantas personas recordaron qué hacían cuando la recibieron (rindiendo examen, viajando, haciendo una visita).

También son sensaciones transformadoras los consejos de nuestros educadores, lo que soñamos, la poesía de una canción, una mirada, un silencio, una caricia.

La modificación anátomo-fisiológica (del cuerpo y su funcionamiento) que producen los medicamentos, suele ser más visible porque su ingestión está precedida de un acto médico, una expectativa nuestra como consultantes, una sugestión (la publicidad, nuestro deseo, la esperanza con que nos alienta el facultativo), además de que la tomamos con el deliberado propósito (intención) de mejorarnos, aliviarnos, recuperar la salud.

Cada palabra, frase, oración, refrán, advertencia, ... son significantes, es decir, generan en nosotros un efecto de significación.

El efecto de significación es el resultado de una transformación anátomo-fisiológica que puede llegar a cambiar también nuestra actitud, nuestra conducta, nuestro estado de ánimo, el ritmo cardíaco, la cantidad de azúcar en la sangre, un calambre y un interminable etcétera.

Somos parte de los fenómenos naturales (viento, germinación, parasitismo, fases lunares, epidemias, sequías, etc.), y las palabras que oímos, leemos, pensamos o soñamos, también son fenómenos naturales, transformadores de los seres humanos y de algunas mascotas.

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