viernes, 19 de noviembre de 2010

El arte de interactuar con el Estado

En otro artículo de reciente publicación (1), he compartido con usted algunos comentarios que refieren a los burócratas, empleados públicos o trabajadores del Estado.

El interés en el tema está en que podemos mejorar nuestro beneficio si sabemos cómo y por qué funcionan como lo hacen.

Una idea central a tener en cuenta, es esta:

«Ellos son como son, así que olvídese de que usted podrá cambiarlos».

Todo indicaría que con un poco de buena voluntad, si todos incendiáramos una oficina pública por día, si existiera la cadena perpetua para quien extravíe un expediente o la pena capital para quienes lleguen tarde a sus lugares de trabajo, todo andaría mejor.

Esta creencia es otra falacia en la que se sustenta el sentido común.

Por el contrario, la comprensión, el amor, la paciencia, la tolerancia, el ingenio, la capacitación para interactuar eficazmente con nuestro Estado, son los únicos medios idóneos.

Tómese el tiempo que necesite su incredulidad, pero terminará aceptando lo que le digo.

Es muy importante que usted sepa hablar con un funcionario público.

Para ello, primero debe reconocer que el idioma castellano no es el correcto. El único idioma correcto, es el que ellos manejan como propio.

Por ejemplo, tiene que saber qué es un «formulario dostreinta», un «transitorio», un «neutro». Cualquier otra cosa que usted diga, estará mal.

Ocurre en cualquier país que usted visite: si no sabe hablar el idioma local, será destratado, abusado, ignorado, estafado. Las oficinas del estado constituyen un territorio dentro del territorio nacional.

No se resista, acéptelo que le conviene.

En este sentido, si usted exhibió ese acto de sumisión de «hablar el idioma de ellos», debe aceptar que ellos saben mucho más que usted y que, por lo tanto, hasta el más nuevo de los funcionarios, tiene poder sobre usted.

Continuará.

(1) ¿Cuántos burócratas ha matado en su vida?

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La sexualidad femenina es sagrada

En un artículo de reciente publicación (1), les comento que, desde el punto de vista lingüístico y considerando exclusivamente a las religiones judeo-cristianas, existe una llamativa relación entre la sexualidad y la religiosidad, a pesar de que esta parece dedicada a reprimir y criminalizar la actividad sexual no reproductiva.

La asociación entre sexualidad y religiosidad, surge porque los órganos genitales están contenidos en la pelvis, uno de cuyo hueso se llama sacro, vocablo que también refiere a lo sagrado, el sacrificio y lo sacrosanto.

Es conocido por todos que los humanos discriminamos los derechos sexuales de los hombres de los derechos sexuales de las mujeres.

Aunque queda bien defender públicamente la igualdad de los sexos, esta es una actitud falsa, hipócrita, que está de moda.

Continúa vigente la aspiración más profunda de que la mujer debe ser monógama mientras que el varón puede ser polígamo; él puede ser más promiscuo que ella; una puta es una mujer que envilece (degrada) su cuerpo mientras que el masculino (puto) es alguien que toma una opción sexual.

Observemos que la anatomía ósea, encierra los genitales femeninos y libera los masculinos.

Si observamos estos rasgos anatómicos, podemos constatar que los órganos reproductores femeninos están encerrados dentro de ese caparazón óseo, mientras que los órganos reproductores masculinos están por fuera. Podríamos decir entonces que son libres.

Si vinculamos el eje temático del artículo mencionado y este, es posible postular que el lenguaje ha consignado (homologado, convalidado) con el uso del vocablo sacro, algo que podría estar dado por la propia naturaleza de los cuerpos: la sexualidad femenina es sagrada (está encerrada por el sacro) mientras que la masculina no lo es (está por fuera del sacro).

Esta interpretación de los hechos es relativamente coherente y explica cómo valoramos a uno y otro sexo.

(1) La sexualidad sacrosanta

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Renunciar es una cagada

La tónica general de mis artículos, refiere a que no podemos seguir pensando de forma tradicional, porque de esa forma la pobreza seguirá instalada entre nosotros como hace miles de años.

Como he comentado en otros artículos, es muy probable que el lenguaje contenga ideas que sólo son captadas inconscientemente.

Por ejemplo, en dos artículos recientes (1) les comento que el contacto del hueso sacro con los genitales, permite suponer que las religiones —dedicadas al tratamiento de lo sacro (sagrado, sacrílego, sacrosanto)—, aunque se presentan como represoras de la sexualidad y criminalizando el sexo recreativo, no lo hacen por rechazo sino —quizá— por exceso de proximidad (dada la cercanía del hueso sacro a los genitales).

En otro artículo (2), les comento que para algunas personas puede existir una asociación inconsciente, en la que se vinculan: éxito = exit = salida = muerte, generando entonces una aversión al éxito provocada por el instinto de conservación que nos protege de la muerte.

En otro caso (3), les comento que vivimos inmersos en un lenguaje que nos determina, rodeados de ciertas palabras que son altamente significantes para nosotros.

En este caso les haré un comentario que va en una línea similar:

En todos los países de habla hispana, es de uso vulgar la palabra «cagada», para indicar un error.

No es nada vulgar, aunque sí está en nuestro idioma y cada uno puede contenerla en su inconsciente, el vocablo «defección», que significa renuncia.

Observe que este vocablo —no tan popular—, prácticamente dice «defecación», esto es, expulsión anal de los excrementos, que en términos vulgares se dice «cagar».

En suma: es muy probable que nuestra captación inconsciente nos indica que renunciar es una cagada, que corresponde ser perseverantes, «que debemos seguirla para conseguirla», que los abandonos son indeseables.

(1) La sexualidad sacrosanta
La sexualidad femenina es sagrada

(2) El fracaso saludable

(3) Inmersos en el lenguaje que nos determina

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El fracaso saludable

En un artículo publicado hoy (1), hago referencia al éxito, desde el punto de vista etimológico y de cómo algunos lo buscan, procuran y soportan en vida, así como otros lo obtienen porque es sabido que los humanos tenemos con nuestros muertos un juicio muy tolerante, comprensivo y aprobatorio.

Otro aspecto interesante de esta palabra (éxito) y su significado, refiere a una posible asociación inconsciente.

«Exit» es una de las pocas palabras (además de «yes» y «please»), que casi todo el mundo conoce del idioma inglés.

Lo vemos en las películas y en la televisión, indicando «la salida».

No es difícil asociar «exit» con muerte, en tanto esta es la salida de la vida.

Es de recibo la hipótesis de que algunas personas teman el éxito, no por lo que conscientemente sabemos que provoca (un gran esfuerzo para obtenerlo, posterior pérdida de privacidad, un gran esfuerzo para conservarlo), sino porque éxito equivale (inconsciente y lingüísticamente) a morir.

Esta posible asociación inconsciente está vinculada (es coherente con) la intuición de que si algún día nos quedáramos sin necesidades y deseos, dejaríamos de existir.

Efectivamente, nos quejamos casi siempre de las carencia y los deseos frustrados, pero intuimos (más que sabemos conscientemente), que si algún día nos quedáramos sin necesidades y deseos, eso coincidiría con la falta de vida.

Dicho de otra forma, tenemos la noción de que sólo los muertos no tienen necesidades y deseos.

La depresión anímica, es una dolencia muy penosa porque incluye la apatía, la falta de interés por lo que nos rodea, nada nos importa cuando ese padecimiento nos ataca.

En suma: aunque el éxito parece accesible a pocas personas poseedoras del talento suficiente, no podemos descartar la idea que también sea evitado porque se lo asocia con la muerte (exit = salida = muerte).

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Inmersos en el lenguaje que nos determina

Pedro Ocón de Oro (España, 1932 - 1999), ganó un concurso de crucigramas cuando tenía 16 años.

Alentado por este éxito prematuro y desarrollando aún más un talento que el concurso puso en evidencia, inventó varios pasatiempos que hoy pueblan las revistas especializadas e Internet (por supuesto).

Uno de esos pasatiempos, es el llamado Sopa de Letras.

Para quienes no lo conocen, les informo en qué consiste:

Dentro de un cuadrado, se muestran cientos de letras diferentes. El jugador debe encontrar palabras conocidas, formadas por letras juntas, ubicadas en cualquier sentido (hacia la derecha, hacia atrás, etc.).

Lo divertido está en encontrar la mayor cantidad de palabras posible.

Ahora le propongo imaginar una Sopa de Letras más compleja.

En lugar de ser un cuadrado como en el pasatiempo, que sea un cubo (o cualquier otro volumen que usted prefiera).

Ahora tenemos un continente, lleno de letras y nuestro pasatiempo consistirá en encontrar vocablos formados por letras que estén juntas y en cualquier orden.

Sin embargo, esto ya no es un juego. Es algo más serio porque nosotros estamos dentro de ese recipiente pues su tamaño nos permite estar ahí dentro.

Sigo agregando complejidades y resulta que ya no son letras las que están rodeándonos, sino palabras ... con las que podremos formar pensamientos, ideas, oraciones, frases, exclamaciones, descripciones, dichos, poemas, ... y —sobre todo—, cosas que hemos oído y que fueron determinantes para la formación de nuestros afectos, personalidad, creencias, miedos, apego o rechazo al dinero.

En suma: Les presento una comparación que puede ser ilustrativa para entendernos mejor.

Así como dentro del vientre de nuestra madre, flotábamos en el líquido amniótico, desde que tenemos uso de razón y accedimos al lenguaje, cada uno flota en su exclusiva sopa de palabras (significantes), que determinan la psiquis que lo caracteriza.

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Fantasías de una tragedia

Como ustedes saben, el psicoanálisis sobrevive porque dice y piensa cosas un poco raras.

Los psicoanalistas estamos más cerca de la poesía que de la ciencia.

El arte se ha visto fuertemente beneficiado por esta cantidad de nuevas ideas, que aparecieron a partir de suponer que somos dominados por un órgano autónomo, que se reporta a la naturaleza y al lenguaje, subordinando a su dueño.

Dicho de otra forma, el psicoanálisis sostiene que no hacemos lo que queremos sino lo que quiere nuestro inconsciente. Este no hace lo que quiere sino lo que indica el orden natural, y está organizado como si fuera un lenguaje: con su gramática, metáforas, metonimias.

Estamos en el mes de octubre del año 2010 y hoy están siendo rescatados 33 mineros de una mina chilena.

El 5 de agosto pasado, quedaron atrapados en una galería y se los dio por muertos durante varios días.

Cuando se supo que seguían vivos, comenzaron las tareas de perforación y rescate.

Algunas fantasías inconscientes que despierta este hecho —mundialmente televisado—, son:

— Muerte y resurrección del ser humano;

— La zona se llama San José (padre del único resucitado conocido);

— Miedo a enterrar a nuestros muertos sin que hayan fallecido realmente (catalepsia);

— Existen muchos misterios por conocer (extraer de la tierra);

— Individualmente, tenemos mucho por conocer, averiguar, aprender, descubrir;

— En tanto «nada es más valioso que la vida humana», la tierra aún retiene riqueza superiores al oro, los diamantes, el petróleo, ... que podemos extraerle;

— «Dentro mío existen muchas personalidades que aún nadie conoce»;

— Este hecho completa la historia de «la tragedia de los Andes», estableciendo la conclusión de que los humanos, tanto salvamos a nuestros semejantes como los abandonamos a su suerte ... y de ahí, cada uno se pregunta: «¿qué harán conmigo cuando necesite ayuda?».

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Cárceles sin rejas ni cerraduras

Existe algo llamado principio de placer, que define nuestra vocación de buscar las mejores opciones, las más gratificantes, las más cómodas y que, simultáneamente, rechaza lo desagradable, penoso, molesto.

Los occidentales (Europa y América), gozamos durante siglos creyendo en un cielo inmaculado, habitado por Dios, ángeles y seres maravillosos, que nos esperaban al morir (Paraíso).

Los chinos, no se gratificaban con esas fantasías. Se gratificaban con otras igualmente placenteras. Por eso ellos descubrieron las manchas solares antes que los occidentales, es decir, pudieron verlas porque no creían (no gozaban creyendo) en un cielo inmaculado (sin manchas).

Provocó furia desenfrenada la hipótesis de que nuestro planeta no está en el centro del universo.

No es casual que la palabra geocentrismo sea casi idéntica a egocentrismo. Aún nos cuesta aceptar que no estamos en ese lugar de privilegio (aunque no sabemos qué beneficio nos traería).

Cosas similares pasaron con Charles Darwin cuando propuso que quizá no fuéramos una creatura de Dios sino hijos de los monos, o con Sigmund Freud al sugerir que no tenemos libre albedrío sino que somos gobernados por el inconsciente y peor aún, que el lenguaje es como una especie de software (Windows, Linux), que nos tiene programados, parametrizados, estructurados (1).

La psicosis ha tenido diferentes interpretaciones a los largo de la historia. Fueron marginados y abandonados, fueron glorificados por suponerlos iluminados y fueron encarcelados por temor,.

A principio del siglo 20, el psiquíatra alemán Emil Kraepelin (1856-1926) logró convencer a las autoridades que debían ser liberados e integrados a la sociedad, no sólo por motivos humanitarios sino también terapéuticos.

La insania mental está muy vinculada a la delincuencia y viceversa.

No sabemos realmente si quien atenta contra la ley, está sano o enfermo.

Hoy temeríamos liberar a los delincuentes. ¿Y si fuera lo mejor?

(1) Nota: lamento irritar a los expertos con estas simplificaciones conceptuales, en haras de que sean entendibles para una mayoría.

Nota 2: La imagen corresponde al Centro Leoben, lujosa cárcel austríaca. No he confirmado su existencia, pero es verdad que al menos está en la mente de muchos usuarios de Internet.

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Un terrón de azúcar por cada examen aprobado

Lo habitual es que nos enseñen a ser responsables y que, a partir de esa sugerencia que nos hace alguien con poder, reaccionemos favorablemente siendo responsables o reaccionemos negativamente siendo irresponsables.

Existe una tercera opción, que es la indiferencia. Cuando decimos que el consejo, enseñanza o recomendación «cayó en saco roto», estamos diciendo que no produjo ninguna reacción en el receptor.

Por como son adiestrados los animales, creo que la diferencia que tenemos con ellos es mínima.

Una diferencia importante es el aspecto ... pero también son muy diferentes entre sí un ratón y una jirafa.

Otra diferencia es el lenguaje, aunque los animales también se comunican eficientemente entre ellos.

Quizá la principal diferencia es que nos preocupa no ser confundidos con el resto de los animales, cosa que al resto de los animales parecería no preocuparles.

Los animales son adiestrados de la misma forma que ellos aprenden a vivir en su hábitat. Cuando algo les sale bien (consiguen alimento, refugio, juego), lo repiten automáticamente.

Los animales humanos también hacemos lo mismo. Cuando alguien con poder (nos alimenta, puede castigarnos, administra el dinero) nos enseña que debemos ser responsables, sabemos que una transgresión a esa enseñanza tiene una consecuencia.

Si la consecuencia es temible, seremos responsables; si es placentera, seremos irresponsables; si la sanción nos parece neutra, entonces la recomendación «caerá en saco roto».

Es posible afirmar que cada una de nuestras acciones está determinada por cómo estamos adiestrados, educados, predispuestos.

Así como ustedes y yo, no podemos ver objetos demasiado pequeños, tampoco puedo percibir que estoy condicionado para ponerme la corbata a rayas, para renunciar al trabajo esta misma tarde o llamar a un amigo después de mucho tiempo.

Lo que parece libre albedrío, es sólo incapacidad para detectar qué condiciona cada acción, por mínima que sea.

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