martes, 7 de junio de 2011

La naturaleza sobrecarga a las mujeres

Las mujeres han ganado muchos derechos, especialmente en cuanto a gozar más y mejor de sus cuerpos, pero la palabra «embarazoso» aún significa «molesto, incómodo».

En muchos lugares se habla y se escribe sobre lo que genéricamente se define como «el post-modernismo» en las relaciones de pareja.

El centro de esta definición está fundamentalmente en el cambio de roles, de actitudes y de derechos que tienen las mujeres así como el inevitable ajuste que tenemos que hacer los varones para continuar ocupando algún lugar en la vida de ellas.

Lo que no cambia es que varones y niñas eternamente necesitamos ser reconocidos, mirados, atendidos, y si fuera posible, amados por ellas.

Ahora hay más mujeres que poseen patrimonio, se asocian a un varón para formar una familia pero no necesariamente aspiran a formar un matrimonio, sino que aceptan y hasta exigen uniones más libres, menos condicionadas por las instituciones estatales, eclesiásticas o sociales.

Ellas ahora demandan con más convicción gozar sexualmente de sus cuerpos y del poder.

Le informo a los lectores más jóvenes que hasta no hace mucho, esto no era tan así.

Quizá por influencia de los medios de comunicación (especialmente el cine, la televisión e Internet), más mujeres buscan la paridad de derechos con los hombres y aquel Don Juan que se toleraba con bastante paciencia, hoy tiene que competir con las Doñas Juanas que encontraron en su propio cuerpo recursos hedónicos (proveedores de placer) que valen la pena explotar.

Sin embargo, algo no está funcionando: ellas no pueden librarse del compromiso biológico que les impone el embarazo y —hasta cierto punto también— la lactancia.

En suma: Las mujeres han aumentado sus derechos pero también su esfuerzo, por lo cual el saldo continúa siendo desventajoso.

Sigue habiendo un sexo rico (ventajoso) y un sexo pobre (sobrecargado).

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Lo bueno y lo malo de la agresividad

La agresividad es una condición esencial para la vida aunque bajo ciertas condiciones puede ser letal. Lo comparo con el agua, que es imprescindible aunque puede ahogarnos.

Continúo haciendo comentarios sobre las características indeseables de nuestro lenguaje, convencido de que si no las tenemos en cuenta nuestro pensamiento perderá el rumbo, quedará errático, incapacitado para guiar nuestros pasos como es su función principal.

Hoy me preocupa el vocablo «agresión».

No tengo más remedio que comenzar por el Diccionario de la Real Academia porque es una referencia obligatoria.

— Matar, herir o dañar a otro;
— Desconocer el derecho ajeno;
— Invadir otro país sin avisarle;
— Violación sexual.

A su vez se define la «agresividad» como la tendencia a responder violentamente.

En suma 1: Para nuestro Diccionario oficial, la agresión como hecho y la agresividad como actitud no tienen nada de bueno.

Si nos apartamos de este código que legisla sobre nuestra principal herramienta de comunicación, podemos pensar algo más variado.

— Cuando el ser humano se defiende a sí mismo o a un semejante, tiene que aplicar la agresividad;

— El acercamiento sexual del varón a la hembra requiere un cierto grado de acometividad, impetuosidad, energía, descontrol, fuerza, impulsividad, en beneficio del placer que ella siente luego de haber otorgado su consentimiento;

— Los deportes competitivos aportan placer, diversión, salud, distensión del estrés, sublimación de otros conflictos, fuentes de trabajo, sentimientos de identificación y requieren de mucha agresividad, aunque esta circule bajo el control de reglamentos;

— La adaptación al medio que necesitan hacer todos los animales (incluyéndonos), depende en gran medida de la fuerza agresiva aplicada sobre la tierra, las montañas, los mares (extraer minerales, construir caminos, cazar, arar la tierra).

En suma 2: demonizar genéricamente la «agresividad», tiene un efecto similar a privarnos caprichosa y neciamente del uso de uno de nuestros brazos.

La riqueza y la longevidad

La delincuencia y sus atenuantes

Los autómatas irresponsables

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Preferimos las corruptocracias

Decimos que nuestros gobernantes son corruptos y mentirosos, sin captar que lingüísticamente elegimos a personas que tuvieran por condición no ser los mejores ya que aristocracia significa gobierno de los mejores.

En otro artículo (1) les comentaba que nuestro idioma nos traiciona a la hora de hacer coincidir lo que queremos decir con lo que efectivamente decimos.

Allí decía que el vocablo aristocracia significa realmente «gobierno de los mejores», sin embargo en algún momento, a alguien se le ocurrió acusarlos de superficiales, egoístas, enemigos del pueblo y fue entonces que una mayoría empezó a connotar «el gobierno de los mejores» como «gobierno de los peores».

También agregamos a esta misma subversión (puesta patas arriba) diciendo que los nobles son igualmente superficiales, egoístas y enemigos del pueblo, a pesar de que una persona noble es indiscutiblemente alguien sincero, que dice lo que piensa, que prioriza los intereses colectivos a los particulares, que se esfuerza por cumplir las normas morales con tanta convicción como si fueran normas legales y otras cualidades que serían ideales para ser popularizadas pero que a alguien, alguna vez, le pareció mejor idea volverlas negativas.

En este orden de cosas, aparentemente por un fenómeno prioritariamente lingüístico pero que está dinamizado por intereses políticos, partidarios, mezquinos, manipuladores, desconsiderados, inescrupulosos, nos terminó haciendo creer que en definitivas cuentas deberíamos ser gobernados por todo lo contrario, esto es por los peores mentirosos (es decir, el reverso de lo que significa aristocracia y nobleza).

Algunos afirman que el objetivo que estoy extrayendo por simple deducción de cómo fueron invertidos los significados originales de los vocablos aristocracia y nobleza, el objetivo (repito) fue alcanzado, es todo un éxito y hoy (¿felizmente?) podemos decir que nuestros gobernantes son mayoritariamente corruptos y no tienen nada de aristócratas ni de nobles.

Nota: La imagen corresponde al Primer Ministro Italiano (2011) Silvio Berlusconi, cuya conducta lidera las encuestas en cuanto a inescrupulosidad.

(1) El lenguaje nos confunde

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El lenguaje nos confunde

Si vamos al significado real de los vocablos, queremos ser gobernados por los ciudadanos más antipáticos.

En realidad no es tan grande la importancia del diccionario en nuestras vidas.

Seguramente hay y habrá muchas personas que sean buenos ciudadanos (consigo mismos y con los demás) que jamás han consultado este libro.

Lo que necesitamos es entendernos con los demás, ya sea hablando o por escrito.

Mi insistencia en comentar con ustedes alguna consulta concreta obedece a que, según creo, el idioma no es muy confiable en el fenómeno de la comunicación.

Es posible mantener vínculos muy prolongados en el tiempo, basados en un desentendimiento favorable o, viceversa, podemos ser dos gotas de agua con nuestro principal enemigo pero siempre estuvimos interpretando que su discurso era condenable.

Voy al punto que mereció este prólogo.

Todos decimos que deberían gobernarnos «los mejores» para significar de esta forma que nuestros gobernantes deberían ser gente honesta, inteligente, informada, con poder de decisión, un poco audaces pero no temerarios y varias otras cualidades por el estilo.

Cuando pensamos en ese líder, simplificamos la definición diciendo que lo apoyamos porque «es el mejor».

También decimos que para ser una buena persona, debe tener «nobleza», entendiendo por tal su sinceridad, que no priorice sus intereses personales por sobre los intereses colectivos, que a lo largo del tiempo tenga una conducta y coherencia ejemplares.

Con estos conceptos tan claros, terminantes y nítidos salimos a buscar a nuestro líder para que maneje los destinos de nuestro pueblo y cuando queremos acordar nos encontramos con que nuestro propio idioma nos informa que lo que deseamos realmente es instaurar una aristocracia, queremos ser gobernados por un aristócrata, queremos ser gobernados por la nobleza.

Sin embargo, algo o alguien hicieron que los aristócratas y los nobles merecieran nuestro más profundo desprecio.

Artículo vinculado:

Lo bueno y lo malo de la aristocracia

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El hambre le pone el hombro al hombre

El idioma castellano admite una combinación de palabras con sentido, que podría constituirse en un motivo más de la pobreza patológica.

Cuando queremos referirnos a la realización de un esfuerzo colectivo, solemos utilizar —en los países hispanoparlantes—, la expresión «ponerle el hombro».

Con esa expresión significamos apoyar, patrocinar, impulsar, colaborar, levantar, estimular, afirmar, apuntalar, auxiliar, socorrer, asistir, financiar, proteger, amparar, promover, favorecer, inspirar, avivar, excitar, propulsar, hacer avanzar, intentar que progrese, que avance, que salga adelante, que tenga éxito, que se convierta en un logro, que triunfe, que gane, etc.

Agrego otra idea: el idioma genera efectos en nuestra mente. El lenguaje nos llega en forma sonora (por el oído) o en forma visual (escritura). Ambos estímulos son agentes de cambio.

Cuando oímos o leemos ¡cuidado!, quiero casarme contigo, eres hermosa, estás despedido y cualquier otra expresión, aunque no sea tan dramática, algo cambia en nuestra anatomía y fisiología a pesar de que no siempre registramos ese cambio (rubor, miedo, alarma).

Agrego otra idea: cuando nuestro idioma nos llega con una armonía especial, el efecto mencionado se potencia. Una idea expresada con una buena rima es más conmovedora, eficaz y recordable que un conjunto de palabras discordantes, escasamente conocidas o de baja connotación.

Existe una oración que es sintácticamente posible pero que nunca la oímos. Esta diría: «El hambre le pone el hombro al hombre».

Como se ve, con tres vocablos casi idénticos, podemos formar una idea muy significativa.

Aunque nunca es verbalizada, oída ni publicada, esa oración es potencialmente existente y esto nos permite proponer que, para los hispanoparlantes, el hambre (las ganas de comer, pero también las necesidades, las escaseces, los deseos), es generadora de energía para el ser humano.

En suma: Quizá busquemos tanto el hambre (propiciando la pobreza patológica) como otros estímulos, excitantes o combustibles.

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La impopularidad del psicoanálisis

El psicoanálisis no prospera porque obstaculiza el desempeño fácil, barato y abusador de quienes detentan algún tipo de poder.

¿Por qué tantos viajeros aburren a sus amigos mostrándoles cientos de fotografías que sólo tienen algún valor para quien con ellas puede evocar (revivir) un paisaje completo, un estado de ánimo, sensaciones, comidas, sonidos, aromas?

Los motivos son varios pero al que quiero referirme es uno sólo: una imagen equivale a mil palabras.

Efectivamente, para el viajero que disfruta compartiendo sus experiencias más significativas, es harto difícil describir de forma clara qué fue lo que vivió durante su periplo.

Diría más: no es difícil decirlo sino que es imposible.

Casi nadie domina completamente su lenguaje pero aún así, ningún idioma es tan eficiente herramienta de comunicación como para transmitir sensaciones indescriptibles.

Y acá es donde encontramos una de las principales causa de por qué el psicoanálisis tiene tan poca difusión.

Ninguna publicidad es más eficiente que el «boca a boca».

Cuando un amigo nos pide que le demos una explicación de por qué el tratamiento psicoanalítico nos cambió la vida, no sabremos qué decirle, tampoco tenemos fotos para mostrarle y esa nueva vida que surge del viaje psicoanalítico, se vuelve inefable, impublicitable.

En nuestra economía de mercado, donde lo que no se dice por televisión no existe (o no debería existir porque no participa dándole de ganar a las grandes corporaciones), no es posible publicitar el psicoanálisis porque es inexplicable.

Pero existe un obstáculo aún más grave e insuperable: quienes pasan por un psicoanálisis, integran el grupo de los que piensan por sí mismos, los que estudian antes de opinar, los que no se dejan llevar por eslóganes, discursos demagógicos o consignas partidarias.

Los psicoanalizados suelen ser una piedra en el zapato de los líderes seductores.

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