viernes, 30 de noviembre de 2012

«Conócete sexualmente a ti misma»



   
Para nuestra cultura es bueno que las mujeres sepan muchos de sí mismas y en especial de su sexualidad.

En muchos artículos insisto con la necesidad de conocerse a sí mismo (1), pero sin dejar de reconocer la enorme fuerza que hacemos para ignorarnos, creyendo que así seremos más libres, pues saber implica responsabilizarse.

Tras esta ignorancia de sí mismo está la ilusión de que cuando uno no sabe tiene más justificativos para equivocarse.

Nuestro idioma colabora con esta ilusión pues nos informa que la palabra «inocencia», tanto quiere decir «exención de culpa en un delito o en una mala acción», como «candor, sencillez, ingenuidad».

Todos estos atributos, (ignorancia, inocencia, ingenuidad), son típicos de la niñez y es relativamente fácil quedarnos en esa etapa del desarrollo.

En suma: la publicitada consigna «conócete a ti mismo» tiene como principal obstáculo la aparición de responsabilidades pesadas, molestas, evitables.

La cultura occidental está diseñada de tal forma que los varones parecen tener las cuotas más altas de poder, mientras que las mujeres parecen tener las cuotas más altas de sumisión.

Si fuera cierto:

— que nuestra única misión es conservar la especie (2);
— que por lo tanto la sexualidad es la función más importante en nuestra vida;
— que son las mujeres quienes realizan el mayor aporte biológico a la reproducción, y
— que son ellas las que instintivamente eligen al varón mejor dotado genéticamente (3),

sería bueno que nuestra cultura tuviera en cuenta estas características de nuestra especie para tener y conservar la mayor afinidad posible con las leyes naturales.

Por lo tanto, las mujeres deberían saber mucho de sí mismas. No estaría mal que los varones también nos conociéramos, pero dada nuestra escasa participación en la conservación de la especie, es fundamental que ellas se conozcan, sobre todo en cuestiones de su imprescindible sexualidad.

 
(2) Blog destinado a nuestra Única misión.
 
(3) Algunas menciones del concepto «las mujeres eligen a los varones»:

         
(Este es el Artículo Nº 1.740)

El diccionario y el amor



   
En un ejercicio semántico, constatamos que las acepciones del verbo «atraer» se corresponden con los vínculos en la pareja humana.

Los invito a una excursión lingüística, afectiva y reproductiva.

Subiremos al gran colectivo: el Diccionario de la Real Academia Española (1) y recorreremos las diferentes acepciones de la palabra «atraer»:
1. tr. Dicho de un cuerpo: Acercar y retener en virtud de sus propiedades físicas a otro externo a sí mismo, o absorberlo dentro de sí. El imán atrae el hierro. Un remolino atrajo al marinero.
(Como vemos, el verbo refiere a un fenómeno de acercamiento entre dos cosas [que también podrían ser personas]. En el ejemplo del «imán» podemos agregar que la parte activa la tiene él, pero si no fuera porque el hierro responde a esa atracción, nada ocurriría. Un trozo de papel, por ejemplo, no responde a la convocatoria de un imán. )
2. tr. Dicho de una persona o de una cosa: Hacer que acudan a sí otras cosas, animales o personas. La miel atrae las moscas. El hechicero atrajo la lluvia con una danza.
(En esta acepción aparecen las personas, como ocurre con los varones cuando son atraídos por una mujer hormonalmente en celo).
3. tr. Acarrear, ocasionar, dar lugar a algo. El cambio de Gobierno atrajo la inversión extranjera.
(Acá tenemos al fenómeno de atracción que con-mueve al varón elegido por ella).
4. tr. Dicho de una persona o de una cosa: Ganar la voluntad, afecto, gusto o atención de otra. U. t. c. prnl. El rey se atrajo a las masas.
(Ahora se define el efecto de seducción).
5. prnl. Dicho de las partículas de los cuerpos: Mantener su cohesión recíproca en virtud de sus propiedades físicas. Los átomos y las moléculas se atraen.
(Acá se define a las parejas estables, duraderas, vitalicias).

 
(Este es el Artículo Nº 1.761)

Ser duro para durar



   
La palabra «durar», (y sus derivados), puede conducirnos a la pobreza patológica, por inadaptación, inflexibilidad e incapacidad para aprender.

Algunas particularidades del idioma merecen una consideración especial porque de no hacerla, pueden entorpecer nuestra necesaria capacidad y voluntad de generar los recursos que necesitamos para vivir dignamente.

Observemos este detalle, aunque parezca intrascendente: El verbo durar y el adjetivo duro, tienen la misma raíz.

El idioma permite decir: «Ella dura porque es dura».

Por lo tanto, desde la más profunda esencia humana estamos asegurando que la dureza genera duración.

Si le cambio las palabras por otras similares, puedo decir: «Lo inflexible tiene larga vida».

Estas son las enseñanzas para las que no tenemos que estudiar. Tan obvio puede llegar a ser para alguien esta última afirmación que actúa en nuestra mente como un instinto, como algo que nacimos sabiendo.

Cuando sabemos algo sin haberlo aprendido, sin que nadie nos los haya enseñado, ese saber tiene el máximo poder de convicción. Podríamos decir que ese saber nos pertenece y hasta nos aporta identidad porque no es de otros sino que forma parte de nuestro ser, como respirar, parpadear o buscar un techo cuando llueve.

Observemos que de esta sabiduría intuitiva se deriva una consecuencia inevitable: si lo más importante es conservar mi vida, para luego conservar la especie (1), lo que tengo que lograr es mi longevidad, que en otras palabras equivale a decir «tengo que durar», para lo cual «tengo que ser duro (inflexible)».

La inflexibilidad es una condición que impide cualquier proceso de aprendizaje y cuando evitamos cualquier proceso de aprendizaje quedamos inhibidos para adaptarnos al medio.

La inadaptación al medio que provoca «ser duro para durar», implica no poder adaptarnos ni a los cambios de la naturaleza ni a los de la cultura, provocándonos una pobreza patológica inevitable.

 
(Este es el Artículo Nº 1.728)

Los roles dentro y fuera de la familia



   
Si logramos comprender qué nos ocurre dentro y fuera del ámbito familiar, podremos mejorar nuestro desempeño en ambos roles

En la era de las «especializaciones», la pareja humana entra en crisis.

Dicho de otro modo: con el aumento de los conocimientos, de las tecnologías, de las opiniones, cada ser humano tiene que dedicarse a muy pocas cosas si quiere ser bueno en alguna.

Una consecuencia de estas especializaciones hace que cualquier objeto de estudio (economía, ciencia, el ser humano mismo), queden fragmentados hasta dentro de una misma disciplina. En medicina, por ejemplo, lo que sabe el gastroenterólogo es diferente a lo que sabe el neurólogo, mientras que el psiquíatra tiene un punto de vista bastante alejado de ambos. Si la medicina quiere entender al ser humano tiene que reunir a muchas personas, con diferentes lógicas, lenguajes, estructuras mentales, todo lo cual hará muy imposible entenderlo.

Es posible pensar que la humanidad tiene dos grandes grupos: el grupo de quienes producen sujetos (personitas, niños) y el grupo de quienes producen objetos (comestibles, máquinas, dinero).

El primer grupo, (responsable de la reproducción), tiene a las mujeres en un rol irremplazablemente protagónico porque está dotada de órganos especializados en gestar y en alimentar; el segundo grupo, (responsable de la producción), está compuesto por personas de ambos sexos.

El primer grupo (compuesto por padres de ambos sexos), actúa dentro del hogar y su forma jurídica es la familia; el segundo grupo (compuesto por empresarios y empleados), generalmente actúa fuera del hogar, en locaciones especializadas (fábricas, campos, oficinas).

Las interacciones del primer grupo son predominantemente afectivas, sin fines de lucro, subjetivas; las interacciones del segundo grupo son predominantemente materiales, con fines de lucro, objetivas.

Es probable que si podemos conceptualizar (comprender, saber de) estos dos ámbitos donde actuamos, podamos mejorar el desempeño en ambos roles.

(Este es el Artículo Nº 1.760)

El dinero y su capacidad de representación



   
El valor de canje del dinero es también valor de representación de aquellos bienes o servicios que él puede pagar.

Un intercambio es canjear un bien por otro:

— Te doy una oveja joven y sin esquilar, a cambio de que vengas con tu guitarra y cantes en mi cumpleaños durante una hora, sin repetir ninguna canción. Además estarás invitado y podrás comer de todo lo que gustes, podrás bailar con cualquier invitada cuando pongamos a funcionar la rocola (1) y si quieres, puedes quedarte a dormir hasta el otro día. ¿Qué dices? ¿Aceptas?

— ¿Piensas que tu prima Eulogia, irá a tu fiesta?

— No solo irá sino que te estoy contratando para que cantes a pedido de ella.

— Bien, acepto el canje pero sin incluir a la oveja, porque vivo en un mono ambiente de la Quinta Avenida y la calle 42, donde los copropietarios no aceptan lanares.

Esta misma situación, pero ambientada geográficamente en la Pampa argentina, podría haberse acordado mediante el pago de mil dólares en efectivo.

Como podemos apreciar, estos mil dólares equivalen exactamente a:

— una oveja joven y sin esquilar; más
— la invitación a una fiesta familiar, con buffet, baile y alojamiento (opcional); más
— la oportunidad de iniciar un romance con una mujer atractiva.

Todo esto, tan heterogéneo (arte, sociabilidad, alimentación, romance, alojamiento, diversión), de valor predominantemente intangible, puede ser canjeado por dinero contante y sonante.

Dicho de otro modo, el dinero es capaz de representar a una infinidad de bienes y servicios, con un poder de representación mayor al que tienen nuestros gobernantes políticos (presidente, senadores, diputados).

Más aún, el poder de representación, (equivalencia, valor de canje), es quizá hasta más grande que el que tienen las palabras en relación a lo que significan.

En suma: El dinero tiene más poder que los políticos y que el lenguaje. 

(1) Máquina de discos en un lugar público que funciona con monedas.

(Este es el Artículo Nº 1.741)