domingo, 3 de febrero de 2013

El violento pulgar y los teléfonos celulares



 
El dedo pulgar está asociado a la muerte ante público de un ciudadano y a la represión pública de los ciudadanos.

De un modo aparentemente errático, caótico y desorganizado, compartiré con ustedes una idea que, sin embargo, podría ser lógica en tanto no seamos exageradamente apegados a un razonamiento inflexible.

En algún momento de la historia, a los gobernantes del imperio romano se les ocurrió decir que al jefe máximo de su régimen se le llamaría César.

«El César» se parecía al famoso personaje de Ian Fleming, James Bond, en tanto «el César» tenía licencia para matar.

Un espectáculo popular de aquella época era la lucha entre soldados (gladiadores) y, para culminar el espectáculo, el luchador triunfante, luego de inmovilizar al vencido, miraba al César quien con un gesto elocuente decidía si el vencido merecía morir o seguir con vida.

Ese gesto elocuente tenía como protagonista al dedo pulgar. Si el César lo mostraba hacia abajo, el vencido merecía morir, y si lo ponía hacia arriba, merecía vivir.

Como vemos, conociendo o no esta historia, muy probablemente todos asociemos al primer dedo de la mano como al que determina asuntos tan trascendentes como la vida o la muerte de otras personas.

En nuestro idioma, no solo se denomina «pulgar», sino también «gordo» o «pólice».

La palabra «pólice» (1) hace pensar inevitablemente en «policía».

La policía tiene por función mantener el orden entre los ciudadanos, pero este rol suele estar ejecutado mediante prácticas violentas, represivas, crueles y a veces también mortíferas.

Nuevamente tenemos asociado el «dedo gordo» con la muerte violenta, con la ejecución autorizada por el todo poderoso César romano.

Estas referencias me llevan a algo aparentemente trivial aunque presumiblemente provisto de alguno de estos elementos fatales: el uso casi exclusivo del pulgar en el manejo de los imprescindibles teléfonos celulares.

 
(Este es el Artículo Nº 1.789)

Explicaciones milenarias del malestar actual




Existen leyendas que explican por qué el ser humano fue feliz, pero algo hizo que lo condenó a ser infeliz.

La pobreza patológica (que tanto me interesa!!) es la escasez aparentemente evitable que padecen algunos seres humanos.

Este es el artículo número 1767 que publico proponiendo distintas causas probables de este fenómeno que los economistas y políticos no han podido resolver en miles de años.

El arraigo popular de algunas creencias suele ser un hecho que propicia la eficacia de muchas causas de la pobreza. Por ejemplo, la creencia cristiana según la cual es bueno ser pobre, mantiene a muchos pobres patológicos viviendo en el subsuelo del planeta, como si eso les generara ventajas que recién aprovecharían después de la muerte.

Pero no solo el cristianismo patrocina la pobreza, la austeridad, el apartarse de una calidad de vida «privada de privaciones» innecesarias, que provocan sufrimiento por el solo gusto de pasar mal.

Observemos otras creencias milenarias que nos explican por qué es lógico que ahora pasemos mal. Son leyendas que nos hablan de un pasado de esplendor que, por algún motivo que la propia leyenda explica, se perdió para siempre.

1) La leyenda del Rebis (1) nos informa que originalmente éramos perfectos, iguales a Dios, pero que este temió por nuestra competencia y nos dividió en dos. Por eso ahora somos tan débiles y tenemos que buscar a nuestra otra mitad.

2) Antes del Pecado Original (2) vivíamos en el Paraíso, pero los abuelos (Adán y Eva), comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal y acá estamos, fuera del Paraíso;

3) Antes todos hablaban el mismo idioma, pero quisimos conocer el cielo y Dios nos impuso idiomas diferentes.

En suma: según estas leyendas milenarias parece lógico e inevitable que ahora tengamos carencias, pobreza y una baja calidad de vida.

     
(Este es el Artículo Nº 1.767)

Traducir correctamente es imposible



 
Los idiomas no pueden ser traducidos y cuando leemos una traducción creemos ingenuamente que estamos entendiendo lo que dijo el autor.

Por algún motivo tengo la sensación de que la leyenda que refiere a la Torre de Babel es más cierta de lo que parece.

Como los humanos somos curiosos y queremos saber, no escarmentamos con el castigo divino de «ganarnos el pan con el sudor de la frente» y de «parir con dolor», y fue así como se nos ocurrió ver qué había en el cielo, para lo cual iniciamos la construcción de la Torre de Babel.

Dios, que ya nos había condenado porque Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, nos castigó cambiándole el lenguaje a cada obrero por lo cual tuvieron que interrumpir la construcción, dispersarse por el planeta y comenzar así el aun vigente fenómeno del multilingüismo.

Según esta leyenda, aparecieron el inglés, el alemán, el árabe, el castellano y todos los idiomas que conocemos.

Pero como los humanos somos transgresores por naturaleza, ¿qué hicimos los muy pícaros?: inventamos la tarea de traducir, es decir, estudiar las equivalencias entre el sonido que representa a «mamá» en árabe
y la palabra que representa a «mamá» en español.

Y ahora intercalo mi interpretación de los acontecimientos:

Como Dios es más astuto que los seres humanos, deja que nosotros hagamos estas traducciones sin advertirnos que, siguiendo con el ejemplo, la madre árabe es muy diferente a la madre de los hispanos.

De esta situación surge que cuando los hispanos leemos un texto traducido del árabe creemos ingenuamente que estamos entendiendo qué significa «mamá» para ellos, pero no es así porque la mamá árabe es muy diferente a la mamá hispana.

En suma: traducir correctamente es imposible y el castigo divino sigue siendo eficaz.

(Este es el Artículo Nº 1.786)

Las mujeres “hinchan y rompen los huevos”




El lenguaje popular sugiere que las mujeres hinchan los huevos para generar esperma y rompen los huevos para utilizarlo.

Un psicoanalista solo escucha y a veces hace alguna pregunta en un momento que para él es oportuno. A veces también interrumpe la sesión en un momento que para él es oportuno.

Un psicoterapeuta dialoga con su paciente. Hasta cierto punto «discute», «polemiza», «interpela» el pensamiento del consultante, de una manera similar a como lo propuso Sócrates.

Sócrates era hijo de una partera (comadrona, persona que colabora con la parturienta) y, según cuentan inventó la «mayéutica» que es justamente el arte de orientar para que cada uno encuentre su verdad.

En este caso, los psicoterapeutas intentan extraer del paciente la verdad que ellos llevan dentro (como si estuvieran embarazados de una verdad) y lo ayudan, como una partera, para que esa verdad aflore y aporte salud psíquica a quien padece mientras no conoce esa verdad personal.

Los psicoanalistas solo escuchan y yo creo ser psicoanalista porque escucho lo que dice la sociedad, las costumbres, los refranes, las tradiciones, el lenguaje popular.

Es este lenguaje el que utiliza dos expresiones muy especiales. Una es «hincha huevos» y la otra es «rompe huevos».

Huevos son los testículos, glándulas que producen la simiente masculina capaz de fecundar el óvulo de una mujer.

Según creo la novia llega tarde a su casamiento para irritar, molestar, excitar al novio, logrando de esta manera que en la noche de bodas él esté muy deseoso de penetrarla y entregarle una abundante cantidad de semen.

A partir de esta suposición es posible pensar que las mujeres «hinchan los huevos» (incitando, irritando, provocando) cuando excitan (instintivamente, inconscientemente) al marido estimulándole la producción de esperma (que hincha los testículos), y luego «rompen los huevos» para utilizar (recibir) el semen acumulado.

(Este es el Artículo Nº 1.785)