viernes, 1 de marzo de 2013

Los golpes simbólicos (verbales)




Las palabras pueden golpear tanto o más que un puño cerrado. Existen «golpeadores» de ambos sexos que nunca golpean.

La antigua afirmación que dice «perro que ladra no muerde» tiene valor de metáfora, es decir, el uso más importante que le damos no es para explicar la trivialidad de que esos animalitos no pueden usar sus fauces para dos cosas a la vez, (si ladra no muerde y mientras muerde no puede ladrar), sino para significar, por ejemplo, que cuando una persona amenaza, (ladra), es porque no piensa cumplir lo que expresa en la amenaza, (morder).

Pero veamos algo más importante aún: cuando el perro tiene ocupada la boca en ladrar NO PUEDE morder, con lo cual podríamos pensar que la mencionada afirmación metafórica dice algo más contundente: cuando alguien amenaza NO PUEDE cumplir su amenaza.

¿Esto significa acaso que la amenaza fue estéril, inocua, ineficaz? No, probablemente no lo fue.

Si bien el amenazante agotó su energía en pura amenaza, este mensaje agresivo produjo sus efectos en el amenazado.

Efectivamente, con excepción de los psicópatas, todos somos alterados cuando comprendemos que nos están amenazando.

Nuestra comprensión es importante porque si el mensaje nos llega en un idioma desconocido quizá no cumpla su objetivo de castigarnos.

Por lo tanto, cuando alguien profiere una amenaza suele perder la energía necesaria como para cumplirla, (quien dice «te daré un golpe» quizá se quede sin fuerza para propinarlo y cumplir su amenaza), sin embargo la intención agresora es bastante eficiente porque el amenazado se siente mal como si lo hubieran golpeado: se enoja, siente miedo, se preocupa, con lo cual «el golpe» simbólico (en forma de palabras, en forma verbal), cumple su objetivo provocando un malestar igual o mayor al que provocaría el golpe físicamente aplicado.

Conclusión: Existen «golpeadores» que nunca golpean.

Teatro humorístico (aunque no tanto) con Guillermo Francella y Cecilia Milone.
 
(Este es el Artículo Nº 1.824)

Es-tu-dios e inconsciente



 
Al estudiar hacemos un acto de fe para confiar en que seremos útiles, capaces, serviciales y que la suerte (Dios) nos ayudará.

En psicoanálisis creemos en la existencia de algo que llamamos «inconsciente».

Yo no creo que Dios exista porque nada de lo que puedo observar me aporta algún indicio de su existencia, pero mi psiquis encuentra muchos fenómenos cuya explicación depende de que exista ese tal «inconsciente».

En un esfuerzo por ser justo, creer en el inconsciente es tan irracional como creer en Dios, y sin apartarme de ese impulso justiciero, también puedo decir que ambas «piezas» imaginarias, (el «inconsciente» y Dios),  permiten que nuestras mentes funcionen mejor, disminuyendo el malestar de la incertidumbre, de la falta de explicación, del vértigo que podemos sentir cuando algo que nos ocurre se presenta de forma tan inexplicable que parece un fantasma terrorífico.

Creer en el inconsciente, en Dios, o en cualquier otro existente indemostrable, son prótesis para la mente que mejoran nuestra calidad de vida y esta condición justifica tolerar la irracionalidad.

Jugando con ambos conceptos imaginarios les propongo una hipótesis cuya veracidad es tan probable, o poco probable, como la del inconsciente y la de Dios.

Cuando estudiamos para algún día trabajar y ganar el dinero que nos permita tener una familia, lo que en realidad hacemos es un ritual por el que nuestra mente gana la confianza suficiente como para suponer que nuestra colaboración podrá llegar a ser tan valiosa como para que otros, (clientes o empleadores), nos paguen por ella.

El núcleo de esta hipótesis es lingüístico.

Los «estudios» nos dan esa confianza, entre otros motivos, porque la expresión dice «es tu Dios».

Conclusión: Al estudiar hacemos un acto de fe para confiar en que seremos útiles, capaces, serviciales y que la suerte, (Dios), nos ayudará.

Otra mención del concepto «es tu Dios»:

 
(Este es el Artículo Nº 1.783)

El placer y el dolor de vivir



 
Los interminables pasajes de la alegría a la tristeza o del placer al dolor son causados por un inevitable funcionamiento corporal.

Parece que en su origen, (etimología), el verbo «penetrar» deriva de entrar, llegar hasta el fondo.  Algunos piensan que la palabra «penetración» es la fusión de dos acciones: pene + tracción, es decir, entrar hasta el fondo y luego salir.

Reconocemos acá una clara referencia al acto de fornicar que consiste precisamente en hacer que el pene entre y salga reiteradas veces de la vagina.

Mediante esta acción mecánica, el pene recibe de las paredes vaginales los estímulos adecuados para que se produzcan en el varón los espasmos pélvicos que den lugar a la eyaculación de semen, (¿imagen?), que eventualmente dará lugar a la gestación de un nuevo ser humano en el cuerpo de la mujer receptora.

Según nuestra mente, inteligencia, psiquis, los esquemas de funcionamiento se repiten de varias formas, con las transformaciones adaptativas necesarias.

Aclaro esto:

Así como la función que permite la fecundación se logra mediante un movimiento mecánico de entrar y salir, otras funciones humanas también dependen de dos acciones opuestas.

Veamos estos fenómenos:

Adentro y afuera, (coito), placer y dolor, comer y evacuar, dinamismo y apatía, felicidad y tristeza, sístole y diástole, (latidos del corazón), y otros.

Estas acciones que se nos presentan en oposición binaria, (porque son dos acciones asociadas), fueron copiadas por la informática. Efectivamente, toda la informática se basa en estas dos acciones, traducidas en «prendido y apagado», las que en lenguaje de programación se representan por el número uno y por el número cero, respectivamente.

El motivo de este artículo es comentar que nuestros interminables pasajes de la alegría a la tristeza, del placer al dolor, no son otra cosa que un inevitable funcionamiento corporal, sin el cual no podríamos vivir.