viernes, 4 de abril de 2014

Hacer el amor o el odio


Existe la posibilidad de que algunos casos de violencia doméstica sean en realidad intentos reproductivos frustrados, en los que ella quiso excitarlo sexualmente hostigándolo, sin imaginarse que él se enfurecería y la atacaría destructivamente.

En otro artículo (1), y mediante un rodeo racional, llegué a la conclusión de que el género no marcado masculino, propio de nuestro idioma, no podría ser femenino como ellas reclaman.

Para hacerlo más claro: el idioma indica que en un grupo de niños de ambos sexos, deberá decirse los niños, inclusive en el caso de que sean 99 niñas y un solo niño. Por supuesto, ellas pretenden que la situación sea la inversa, o, en todo caso, que el género esté determinado por la prevalencia, es decir, si en 100 niños, 51 son niñas, entonces que fuera correcto decir genéricamente las niñas.

La explicación expuesta en ese artículo, (cuya lectura me permito sugerir, tan solo siguiendo el link que se entrega al final de este artículo), hacía referencia a que el género no marcado es masculino para que las mujeres se molesten, protesten, les reclamen a los hombres, estos se exciten sexualmente, tengan sexo con ellas para apaciguarlas, y así terminemos gestando nuevos ejemplares que aseguren la conservación de la especie.

Reforzaba este argumento diciendo que si el género no marcado fuera el femenino y quienes se molestaran fueran los varones, la reivindicación no daría lugar a relaciones sexuales reproductivas sino a reclamos violentos, destructivos, atentatorios contra la conservación de la especie.

En los hechos, —y este es el núcleo del presente artículo—, no siempre que las mujeres irritan a los varones con sus reclamaciones obtienen un apaciguamiento amoroso, fecundador.

Efectivamente, puede ocurrir que un varón se sienta acosado y, en vez de tratar de apaciguar a la mujer haciéndole el amor de forma reproductiva, opte por atacarla, con violencia física o psicológica, destructiva, hiriente, desmesuradamente agresiva, buscando matar a la mujer que protesta porque se siente poco querida en una sociedad donde el género no marcado es masculino.

En conclusión: existe la posibilidad de que algunos casos de violencia doméstica sean en realidad intentos reproductivos frustrados, en los que ella quiso excitarlo sexualmente hostigándolo, sin imaginarse que él se enfurecería y la atacaría destructivamente.


(Este es el Artículo Nº 2.168)


  

Erotismo lingüístico


Que el género masculino sea el género por defecto en nuestro idioma se explica porque la reclamación reivindicativa de las mujeres es erótica, mientras que si la reclamación fuera de los varones sería destructiva.

Este artículo retoma, desde otro punto de vista, un tema que ya fue comentado en un texto y video anteriores (1).

En este caso intento compartir una explicación de por qué en nuestro idioma castellano existe un cierto privilegio del género masculino, con una característica que, técnicamente, se denomina género no marcado masculino.

Así como en los programas de computación encontramos que algunas opciones están determinadas por defecto, en nuestro idioma ocurre algo similar con el género.

En Word, por ejemplo, la fuente por defecto la letra Normal, aunque también existen opciones de letra cursiva, negrita o ambas combinadas. Cuando no hacemos una configuración expresa, el programa utiliza la letra Normal.

En nuestro idioma, podemos decir los niños aun cuando nos estemos refiriendo a un grupo integrado por niños y niñas.

Es habitual que las mujeres se sientan incómodas por esta discriminación que parece no tenerlas en cuenta. Por esto, algunos políticos notoriamente demagogos, fuerzan el idioma y, para referirse a un grupo mixto de niños, dicen los niños y las niñas, siendo que el castellano nos indica que es correcto decir los niños para indicar la inclusión de ambos sexos.

La causa, el origen, de esta aparente injusticia que pone al sexo femenino en un segundo lugar, podría ser la siguiente:

Para estimular la fecundación entre los humanos, es positiva una disconformidad genérica, difusa, constante, de la mujer, que la estimule para molestar, irritar, quejarse ante el varón que ella haya seleccionado para padre de sus hijos. Si ella está molesta (por ejemplo, por sentirse desplazada lingüísticamente), lo molestará, lo excitará sexualmente, él tratará de calmarla para que deje de molestarlo, y, luego de copular, el vínculo volverá a sus mejores condiciones, pero con una mujer embarazada que colaborará en la conservación de la especie.

En suma: la arbitraria elección del sexo masculino como género no marcado, permite que ellas exciten sexualmente al varón y la especie asegure su conservación. Si, por el contrario, el género no marcado fuera el femenino, la reacción reivindicativa del varón no sería precisamente erótica, sino violenta, destructiva, aniquiladora de la especie.


(Este es el Artículo Nº 2.167)


 

Los artistas buenos y los mediocres


Los artistas exitosos no son los mejores, son los que nos influyen en beneficio de quienes los patrocinan. Los artistas fracasados no siempre son mediocres: seguramente son personas que no benefician a quienes podrían llevarlos a la fama.

Los artistas son personas que cambian nuestra forma de pensar, nos demos cuenta o no nos demos cuenta.

The Beatles cambiaron nuestra manera de ser a partir de la década de 1960, el arte cinematográfico nos ha impuesto algunas creencias, reafirmado otras y destruido unas cuantas.

La literatura nos entrega narraciones en las que algún personaje protagónico tiene las características suficientes para que nos identifiquemos con él y, sin darnos cuenta, adoptemos algunos de sus rasgos, ideas, formas de reaccionar.

Me atrevería a decir que el máximo poderío de los Estados Unidos no está sostenido por las armas sino que está sostenido por las neuronas de cada uno de nosotros que fueron colonizadas por varias manifestaciones artísticas, especialmente el cine y la literatura.

A su vez, los artistas son personas que poseen el don de utilizar un lenguaje actoral (forma de hablar, facciones, gestos) que se nos cuela en la mente sin que podamos controlarlo. Consumimos lo que nos gusta y eso que nos gusta pasa a formar parte esencial de nuestro entorno: compramos los discos de The Beatles, miramos una y mil veces las películas donde se ensalzan el heroísmo de los cow-boys, el romanticismo de los italianos, la intelectualidad, la fineza y el glamour de los franceses, la severidad de los ingleses y alemanes.

Todo lo que digo para el cine, forzosamente vale también para el teatro, las telenovelas y la literatura.

Pasa muy a menudo: llegan a la fama pintores, cineastas, escritores, escultores, que no nos gustan. La explicación para este fenómeno un poco extraño no es que padecemos ignorancia para hacer una evaluación correcta, sino que dichos artistas son puestos en sitiales de prestigio porque su arte trasmite esos mensajes indescifrables que terminan educándonos, adoctrinándonos, formando nuestras opiniones, apegándonos a ciertas ideologías y despreciando otras, todo lo cual ocurre porque los mensajes de esos artistas nos llegan una y otra vez dado que eso quieren que ocurra los grandes capitalistas, los gobernantes, los religiosos, los políticos, cualquier poderoso que encuentre en los mensajes artísticos de los elegidos eso que a los promotores más les conviene.

De modo similar nos ocurre que algunos artistas que sí nos gustan pero que, extrañamente, no obtienen tanto éxito como los que nunca elegiríamos. Esto les ocurre porque sus creaciones no favorecen los intereses de quienes podrían patrocinarlos. Simplemente por eso.

En suma: no llegan a la fama los artistas que más nos gustan sino los que mejor ayudan a los poderosos (ideologías, religiones, capitalistas).

(Este es el Artículo Nº 2.184)


El amor y las faltas de ortografía


El cumplimiento de las normas ortográficas es posible en personas que también pueden cumplir con otras normas: puntualidad, tránsito, conducta, respeto. Por lo tanto, ante el incumplimiento de las reglas ortográficas podemos pensar que también existen otros incumplimientos.

Los seres humanos somos coherentes. Quizá puedo afirmar que todos los seres vivos somos coherentes... porque la coherencia no es otra cosa que la armonía existente entre las diferentes funciones biológicas, sin la cual la vida sería imposible.

Por lo tanto, los humanos siempre somos coherentes mientras estamos vivos. Fallecemos solo porque perdemos la coherencia, la armonía, la afinidad funcional.

Es gracias a esta coherencia que podemos sacar algunas conclusiones a partir de ciertos datos. El siguiente ejemplo es el motivo central de este artículo.

Cuando señalamos que alguien tiene muchas faltas de ortografía podemos pensar que es descuidado, olvidadizo, rebelde, ignorante, transgresor.

La gramática es el conjunto de normas que regulan nuestro lenguaje. Este funciona colectivamente en tanto podamos cumplir algunas leyes. Si cada uno actuara con independencia de los otros hablantes no podría entenderse con los demás, quedaría incomunicado, aislado.

Este aislamiento puede ser penoso o placentero. Si bien somos animales sociales, gregarios, integrantes naturales de grupos, familias, afiliaciones, religiones, naciones, a veces necesitamos o preferimos estar solos, apartarnos de la manada.

En este caso decimos que esa soledad está provocada por el narcisismo, es decir, por un amor especial a sí mismo, reforzado por el desinterés especial a todos los demás.

Por lo tanto, en las relaciones humanas, si bien podemos escribir y hacernos entender teniendo en cuenta solo la fonética de las palabras, el respeto a la ortografía permite pensar que esa persona, dado que es coherente, muy probablemente también sea sociable, admita las normas de convivencia, respete a los demás, los tenga en cuenta, pueda amarlos, ser puntual para llegar en hora a las citas y también para pagar las deudas; muy probablemente también pueda respetar los reglamentos de circulación por calles y carreteras, ser confiable porque dice lo que piensa, sepa comportarse adecuadamente en diferentes situaciones: viajes, fiestas, trabajo, estudio.

Estos pocos ejemplos nos permiten entender por qué, si alguien no logra respetar las normas ortográficas, está informando una importante variedad de carencias en el desarrollo de su personalidad, que van mucho más allá de ese pequeño detalle de incluir una letra h aunque no suene, o de elegir correctamente las letras c, s, x o z, aunque provoquen sonidos casi iguales.

 (Este es el Artículo Nº 2.159)


Discapacidad para cobrar dinero




Aunque el diccionario diga que los pobres son también humildes, creo que no pretender cobrar una deuda o un trabajo realizado demuestra un exceso de arrogancia.

Aunque el diccionario de nuestra lengua indica que una persona humilde es modesta y pobre, algo podría llevarnos a pensar que no siempre es así.

Si bien no puedo denunciar con nombre y apellido, entre otros motivos porque son demasiados, sé de infinidad de personas que se resisten a cobrar lo que les deben, que tienen dificultades para fijar un precio razonable al trabajo del que viven, que pagan generosamente todo lo que deben y que nunca regatean el precio que les piden cuando necesitan comprar algo.

En otras palabras, estas personas parecen humildes dados su bajo perfil, su modestia, el apocamiento con el que se presentan ante los demás.

El motivo de este artículo es denunciar la falsedad presente en muchas de estas actitudes. Detrás de ese aspecto sumiso tenemos a una persona tan soberbia que se cree Dios, alguien que no le cuesta nada hacer lo que hace.

El planteo que proponen estos humildes es claramente asimétrico: no les gusta cobrar lo que les adeudan, pero pagan hasta el último centavo de lo que deben a otros; prácticamente no cobran nada por lo que producen pero disfrutan no regateando las pretensiones lucrativas de quienes les venden algún bien o servicio.

Efectivamente, lo que pretendo denunciar, —con cierta furia, por qué negarlo—, es esta falsedad, esta arrogancia disfrazada de sencillez, este afán de mostrarse omnipotente, súper capaz, incansable trabajador, ser humano con rasgos de Dios, porque no necesita ni comer, ni vestirse, ni descansar, porque en su delirio despilfarrador de poder imaginario, quizá se crea inmortal, puro espíritu, infinitamente superior a todos los demás.

Con gente así nunca podremos disminuir la injusticia distributiva.

(Este es el Artículo Nº 2.143)