viernes, 2 de mayo de 2014

Hubo y hubieron



 
Podemos suponer que las irregularidades en la conjugación de muchos verbos desacreditan nuestra capacidad de deducir y, por extensión, nuestra capacidad de pensar.

Es probable que las irregularidades imprevisibles de nuestro lenguaje dificulten un buen desarrollo de nuestras funciones pensantes, pero, sobre todo, nos provoquen una desconfianza en nosotros mismos, que nos dificulten y hasta nos impidan desarrollarnos tanto como desearíamos.

Más exactamente estoy pensando que parte de la pobreza endémica entre los hispanoparlantes tenga, como una causa más, quizá entre miles de otras causas, esta característica del idioma que aprendimos a hablar desde pequeños.

Señalo expresamente que la competencia lingüística es imprescindible para interactuar con la sociedad, para sentirnos formando parte del colectivo, para poder unirnos a otra persona y constituir una familia, para ganarnos la vida dignamente.

Por lo tanto, si tenemos dificultades en aprender a hablar, leer y escribir razonablemente bien, padeceremos una discapacidad.

Nuestro cerebro sabe conjugar los verbos. Es por eso que podemos expresar el verbo ‘beber’ en pasado para decir ‘bebí’, en presente para decir ‘bebo’ y en futuro para decir ‘beberé’. Nadie tiene que enseñarnos a hacer estos cambios.

Nuestro cerebro NO sabe conjugar los verbos cuando son irregulares.

Todo lo que no pueda acertarse usando la deducción, inevitablemente pondrá en duda nuestro razonamiento y a la capacidad de pensar bien.

Lo que intento decir es que si con el verbo ‘caber’ no podemos acertar diciendo ‘cabió’, entonces ahí nos encontramos con un dato de la realidad que descalifica una función mental tan importante como es el lenguaje.

Los ejemplos de irregularidades imprevisibles de nuestro idioma son varios (1). Por culpa de ellos tendremos que abandonar nuestra deducción lingüística para adherir a nuestra memoria. Por extensión, nuestra vida estudiantil hará especial hincapié en la memoria y tratará de razonar lo menos posible.

Puesto que la memoria tiende a resistir poco el paso del tiempo y dado que la función pensante es más resistente, pero menos desarrollada por causa de las irregularidades del idioma, la conclusión es la que observamos: nuestros estudiantes piensan muy poco y nuestros adultos no recuerdan casi nada lo que estudiaron en su juventud.

 
(Este es el Artículo Nº 2.181)

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