viernes, 2 de agosto de 2013

El bloqueo a Cuba y la muerte



 
Si no fuera por la muerte que nos «bloquea» vivir eternamente, dejaríamos todo para mañana, es decir, nunca.

Estados Unidos y Cuba se llevan como perro y gato, pero geográficamente están muy cerca. Desde que en Cuba se instaló el gobierno de Fidel Castro, Estados Unidos se enojó y prohíbe a sus ciudadanos que comercien con los isleños.

Uno tiene nombre masculino (los Estados Unidos) y el país isleño tiene nombre femenino (Cuba).

Uno es grande y poderoso y la otra es pequeña y débil, pero se hace respetar.

¿Saben cómo son los símbolos patrios de uno y otra? La bandera de él es blanca, azul y roja con una cantidad de estrellitas; la bandera de ella también es blanca, azul y roja, pero tiene una sola estrellita.

Si no fuera porque la institución matrimonial connota sumisión, violencia doméstica e infidelidades, podría decir que uno y otra lucen como marido y mujer: se parecen, están cerca, se pelean, tienen rasgos en común (las banderas), hablan idiomas diferentes (inglés y español), se necesitan aunque les cuesta reconocerlo.

¿Qué sería del gran ejército norteamericano si no existiera la amenaza constante de esa isla que hace alianzas con cuanto enemigo de Estados Unidos pueda existir?

¿Qué sería de la tiranía castrista si no estuviera justificada para mantener al pueblo unido y militante contra el mega-enemigo norteamericano que deben enfrentar?

¿Qué sería de la ineficacia económica comunista del régimen cubano si no fuera por el bloqueo comercial impuesto por Estados Unidos que se lleva todas las culpas de que el pueblo viva con indignas privaciones?

Pero no nos vayamos tan lejos.

¿Qué sería de usted y de mí si no fuera por la muerte que nos «bloquea» vivir eternamente y que nos apura para no dejar todo para mañana, es decir, nunca?

(Este es el Artículo Nº 1.976)

El cristianismo propone perder el tiempo




Por cómo está diseñada la doctrina cristiana confiar en Dios es no hacer casi nada.

Los cristianos tienen una forma de pensar que podría favorecer la pobreza, es decir, que podrían darle mejor salud y permanencia a ese flagelo.

Ellos piensan que la «comunión» es el comenzar a gustar una promesa de Dios y alimentar el deseo de la posesión perpetua. Es una anticipación de la vida eterna aquí en la Tierra.

Por «comunión» puede entenderse la íntima relación que experimentan los cristianos con Dios, con Cristo, con el Espíritu Santo  y con los demás creyentes.
 
Obsérvese qué extraña palabra tiene nuestro idioma: «procastinar». Con ella queremos decir «diferir, postergar, dejar para más adelante, aplazar».

Cuando usted y yo
«procastinamos» nos empobrecemos. Como vivimos en un mundo casi totalmente capitalista, el tiempo es dinero y malgastarlo «procastinando», (¡me gustó la palabrita!), incurrimos en un despilfarro irresponsable.

Claro que nadie puede culpar a un ser humano enviciado con una «procastinación» publicitada desde quienes parecen detentar la bondad, la ética, el bienpensar (si ya existe la palabra «bienestar» debería existir la palabra «bienpensar»).

Obsérvese que, según las definiciones conocidas, el vicio es lo contrario de la virtud y las iglesias cristianas dicen que ellos pregonan las virtudes aunque, sin quererlo supongo, promueven la postergación indefinida porque si creemos en la eternidad de nuestra existencia, ¿para qué vamos a apurarnos?

Nos alientan para tener esperanza, lo cual parece positivo porque eso favorecería la perseverancia, el tesón, el trabajo productivo, pero en realidad esa esperanza es tan grandiosa que también favorece la «procastinación».

Para los cristianos la esperanza es la confianza en que Dios cumplirá sus promesas y estas promesas son muy optimistas, paternalistas, estimulantes de la indolencia.

Por cómo está diseñada esta doctrina confiar en Dios es dejar casi todo en sus manos.

(Este es el Artículo Nº 1.956)

El desinterés sexual y económico



 
Si analizamos la palabra «poseer», podemos decir que algunas pobrezas patológicas están asociadas al desinterés sexual y a la apatía erótica.

En el Diccionario de la Real Academia Española, la tercera acepción de la palabra «poseer» (1), dice: «Dicho de una persona: Tener relación carnal con otra.»

Traté infructuosamente de encontrar alguna definición de «relación carnal».

Según este diccionario, en nuestro idioma es coherente decir «mi cónyuge», connotando que la posesión es similar a la posesión de objetos o semovientes (animales de granja).

Coloquialmente nadie dice «Fulana poseyó a Fulano», sino que la posesión parece unidireccional en tanto sí es posible escuchar «Él la poseyó», para expresar, algo eufemísticamente, que fornicó con ella, o que «tuvo sexo con ella», o que, en un registro de habla más bien rioplatense, «cogieron».

Pero volvamos a la misma fuente bibliográfica: la primera acepción de la palabra «poseer», dice: «Dicho de una persona: Tener en su poder algo.»

Según he insistido en varios artículos (2), es la hembra mamífera la que entra en celo y la que convoca al macho para que la fecunde cuando ella está ovulando.

Aunque los humanos hemos inventado barreras anticonceptivas, cada acto sexual es un intento reproductivo. Ellas convocan al varón que desearían para padre de sus hijos y si este está disponible, gozarán haciendo el amor con la fantasía de que están reproduciéndose, aunque a nivel consciente saben que pueden confiar en el preservativo, el DIU, los anovulatorios, o en la vasectomía.

También en otro artículo (3) les he comentado que tener un patrimonio es un acto de responsabilidad: somos responsables de lo que poseemos.

Resumiendo estas ideas podemos decir que una sexualidad apática inhibe, tanto la posesión de la mujer (poseerla) como la posesión de bienes patrimoniales.

Algunas pobrezas patológicas están asociadas al desinterés sexual y a la apatía erótica.

       
(Este es el Artículo Nº 1.952)

El poder sobrenatural de la rima



 
Según cierto razonamiento es posible suponer que los textos rimados siempre existieron, que tienen un origen sobrenatural con poder ilimitado.

«Si ayudas a los demás
muy feliz te sentirás».

Este pensamiento también podría expresarse diciendo: «¡Qué agradable es ayudar a un semejante!»; o también: «Quienes ayudan a un semejante reciben la aprobación colectiva»; o también: «Es bueno ser solidario».

Lo que pretendo señalar es la fuerza comunicacional, persuasiva, convincente, que adquiere una idea cuando está expresada con rima.

Como podemos observar al principio del texto el autor se las ingenió para lograr una cierta métrica (cantidad de sílabas) y una cierta sonoridad («demás» rima con «sentirás»).

No tengo idea qué dicen los lingüistas de este fenómeno pero comparto con usted la siguiente opinión:

— El fenómeno sonoro que genera la rima es agradable, armónico, musical.

Los humanos, cuando tenemos que elegir, preferimos lo agradable antes que lo correcto, preferimos una comida rica a una comida alimenticia, preferimos a un compañero gracioso antes que a un compañero sabio. Como la rima es grata a nuestros oídos, entonces la fuerza comunicacional en rima es mayor porque es más agradable;

— Los humanos disfrutamos recordando y, sobre todo, buscando el aplauso de quienes admiran nuestra memoria.

Pues bien: los textos rimados son más fáciles de recordar porque la sonoridad nos ayuda mnemotécnicamente (técnica para memorizar).

— El siguiente motivo de porqué un texto rimado tiene popularmente un mayor poder persuasivo que otro no rimado, es inconsciente, mágico, primitivo, místico, misterioso, secreto, oscuro, irracional.

En el fondo de nuestra psiquis pensamos que el idioma que hablamos es anterior a la aparición del ser humano sobre la tierra. Quizá lo comparemos con el aire, el universo, la Naturaleza.

Con esta suposición es posible imaginar que los textos rimados siempre existieron, que tienen un origen sobrenatural con poder ilimitado.

(Este es el Artículo Nº 1.959)

El libre albedrío y el temor a enloquecer



 
La creencia en el libre albedrío tiene como estímulo primordial el temor a enloquecer, a perder el control.

En lenguaje coloquial, como si estuviéramos en una cafetería, la salud mental es correcta cuando tenemos de todo un poco: bondad, serenidad, intolerancia, agresividad, paciencia, comprensión lectora, habilidad para hacer cálculos matemáticos, talento para entender conceptos abstractos, locuacidad, sensibilidad emocional, desconfianza, dependencia, responsabilidad, y la lista quizá sea demasiado extensa.

Repito: estamos bien cuando de todas las características de la psiquis, recién mencionadas, tenemos un poquito y estamos mal cuando de alguna de ellas tenemos demasiado mucho o demasiado poco.

No estamos bien si somos demasiado bondadosos, ni estamos bien cuando somos demasiado irritables.

Estas condiciones de estar bien o mal nunca existen en realidad porque lo que disfrutamos o padecemos son estados intermedios, es decir, un poco bien o un poco mal.

Metafóricamente hablando, nuestra psiquis se desplaza en una zona de grises, que van, sin alcanzarlos, del blanco puro al negro puro.

Todos necesitamos poseer una sensación de auto-control; es la forma básica y más importante de tener poder. Cuando no podemos controlar nuestras emociones padecemos una dolorosa angustia, tememos estallar, fragmentarnos. Nos desesperamos, la ansiedad trepa.

Es frecuente temer la locura. Muchas personas temen perder el control de sus emociones, enloquecer, sentirse poseídos por una fuerza demencial que los lleve a cometer actos de terribles consecuencias, tales como matar, saltar al vacío, destrozar, herir, regalar lo imprescindible.

Como reacción defensiva, es frecuente la creencia en el libre albedrío y el rechazo al determinismo.

Creer en que todos nuestros actos están fuera de nuestro control preocupa sobremanera a quienes temen enloquecer, perder el control y cometer algún desatino que les convierta la vida en un infierno eterno.

Sin embargo estos temores no pasan de ser simples fantasías: enloquecer es dificilísimo.

(Este es el Artículo Nº 1.962)