sábado, 31 de marzo de 2012

El desPRECIO al trabajo corporal

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La pobreza surge por el desPRECIO a las tareas físicas tomando como modelo la gestación y amamantamiento realizados por instinto.

Nuestros sentidos funcionan dentro de cierto rango de estímulos: Si son demasiado intensos o demasiado débiles, no los percibimos.

Pobres son aquellos humanos que tienen pocos recursos materiales e indigentes son aquellos que padecen una escasez que pone en riesgo la supervivencia.

Para hacerlo más fácil, asumo la simplificación de que los humanos conseguimos el dinero necesario para cubrir nuestros gastos, trabajando.

Continúo esta simplificación diciendo que en todas las culturas existen dos tipos de trabajadores: los calificados y los no calificados.

— Entiendo por calificados aquellos que se valen de sus competencias intelectuales (acumulación de conocimientos, abstracción, memoria, cálculo, creatividad, originalidad, competencia lingüística).

— Entiendo por no calificados aquellos que se valen de su fuerza física, resistencia a la fatiga, cumplimiento de rutinas, aplicación de ideas concretas (no abstractas), mínima creatividad, originalidad y capacidad de propuesta, competencia lingüística prescindible.

Puedo resumir estas simplificaciones diciendo que: los trabajadores que ganan su salario utilizando la fuerza de trabajo físico ganan menos que los trabajadores que ganan su salario utilizando sus competencias intelectuales.

No tengo ningún interés en defender a las mujeres porque ellas no necesitan quien las defienda, pero sí me parece importante señalar cómo la humanidad entera no estaría percibiendo un hecho porque la dimensión es demasiado grande (queda fuera del rango de percepción).

Como menciono en otro artículo (1), lo único verdaderamente importante para todas las especies (la nuestra incluida, por supuesto) es autoconservarse.

Las mujeres, con su desempeño corporal, gestan y luego alimentan a los nuevos ejemplares.

Como las mujeres tienen menor poder económico que los varones, concluyo que la pobreza tiene su principal modelo en cómo tratamos al sexo femenino y su imprescindible desempeño corporal.

(1) Dios es masculino y desestimulante

(Este es el Artículo Nº 139)

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El sonido «gr» para conjurar una amenaza imaginaria

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Es probable que la gratitud sea un sentimiento de temor que se intenta apaciguar con la palabra mágica «gracias».

La palabra «bombo» seguramente fue creada por algún niño cuando quiso aludir al instrumento de percusión que luego tomó ese nombre.

También encontramos algo semejante con el «trombón», el «clarinete», y el «violín».

Sus nombres aluden al tipo de sonido que provocan los instrumentos correspondientes.

En los comics encontramos abundantes «sonidos» escritos con letras que agregan idea de volumen sonoro o estridencia o tenebrosidad: «splash» (caída sobre agua), «mmmmuá» (beso), «pum» (golpe seco), «bang» (disparo de revólver), «cri-cri» (canto de grillos), «brrr» (miedro, temblor), «grrrr» (horror, gruñido amenazante).

Las palabras son usadas para comunicarnos pero también para conjurar peligros, atribuyéndoles algún poder mágico: rezar, bendecir, maldecir, exorcizar.

Las «palabras mágicas» son usadas por los magos, brujos y otros personajes con poderes sobrenaturales para obtener logros igualmente extraordinarios.

Esta introducción es para terminar hablándoles de las intensas ganas de agradecer que tienen algunas personas en muchas circunstancias.

Personalmente creo que los sonidos «gr» y «br» aluden a sentimientos de temor y, por lo tanto, cuando usamos esos sonidos es probable que inconscientemente estemos tratando de apaciguar alguna amenaza (generalmente imaginaria... pero no por eso menos temible).

En lo que refiere al tema de este artículo, el agradecimiento puede ser una actitud que más bien intenta apaciguar a quien va dirigido.

Quizá quien agradece está diciendo algo así como «te temo», «espero que no me hagas daño», «déjame con vida».

La gratitud es un sentimiento que denota subordinación: El caso más notorio es el agradecimiento a Dios por los dones recibidos, ... el más importante de los cuales seguramente es seguir teniendo vida.

Cuando el artista agradece infinitas veces al público que lo ovaciona, está diciendo en realidad «¡no me devoren!».

(Este es el Artículo Nº 138)


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El dinero es vida

Para algunas personas el dinero equivale a «vida» pues inconscientemente lo entregan creyendo asegurarse la inmortalidad.

En algunos artículos anteriores (1) mencioné que según el psicoanálisis existe una parte de la psiquis, de gran actividad e influencia sobre nuestras decisiones y actuaciones, que se mantiene aislada de la conciencia.

Para favorecer ese ocultamiento, la naturaleza ha implementado que el inconsciente y la conciencia tengan lógicas diferentes.

Esto podría compararlo con dos personas que están juntas pero que no se comunican porque pertenecen a culturas tan distintas que hasta hablan lenguas diferentes (por ejemplo, alemán y español).

También agregaba que el inconsciente de algunas personas «cree» que si un banquero da un préstamo a un año de plazo, está asegurando que el prestatario (el tomador del préstamo, quien recibe el dinero), vivirá por lo menos ese año.

Con esta lógica del inconsciente tan ilógica para la conciencia, el inconsciente de esa persona influye para que permanezca endeudado toda la vida, excepto que alguien le haga saber al sobre endeudado que quizá su inconsciente está creyendo esta idea tan loca.

En otro artículo (2) también les decía que nuestro inconsciente comete otro error, «ayudado» por las compañías aseguradoras, cuando contrata el mal llamado «seguro de vida», cuyo objetivo real es indemnizar cuando muera a los beneficiarios que el contratante haya determinado, pero que por su ambigua denominación suele ser comprado por una decisión impuesta por un inconsciente que, estimulado por el instinto de conservación, «cree» que «seguro de vida» significa «inmortalidad».

Quien toma préstamos para sobrevivir y quien compra seguros para sobrevivir, están entregando dinero a cambio de vida. En el primer caso paga intereses y en el segundo caso paga el costo del seguro.

Conclusión: Podemos concluir que para el inconsciente de muchas personas (no de todas), el dinero es vida.

(1) Deuda sin duda

Todo bajo estricto descontrol

(2) El engaño de los seguros de vida

(Este es el Artículo Nº 137)

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Somos propensos al ahorro ilimitado

Los humanos somos naturalmente capaces de tolerar el hambre y la sed durante un cierto tiempo y también estamos naturalmente condicionados para ahorrar y acumular cuando las circunstancias lo permiten.

Esta mañana desperté con esta idea en la cabeza y no sé si es un recuerdo o un invento. Sea como sea, para algo puede servir.

En economía se dice que «los precios son resistentes a la baja», lo que en lenguaje menos académico quiere decir algo así como: «cuando algo sube de precio, difícilmente baje de precio algún día».

La idea que quiero comentarles es la siguiente:

Es probable que la naturaleza haya desarrollado en los seres vivos la capacidad de tolerar la escasez de lo que ocasionalmente puede escasear (alimentos y líquidos) y no desarrolló esa tolerancia a la escasez para lo que difícilmente vaya a escasear: el aire.

Es probable, decía, que los seres humanos estemos preparados orgánicamente para sobrevivir a ciertos períodos de escasez de alimentos sólidos y líquidos.

Esta particularidad de nuestro organismo nos permite soportar la transitoria ausencia de proteínas, vegetales y líquidos. Corre por cuenta de la suerte de cada uno que la obtención de estos elementos ocurra antes de que esa resistencia se agote (muerte por inanición).

Complementariamente a esta característica corporal, también estamos instintivamente predispuestos a acumular, no solamente dentro del cuerpo en forma de gordura sino también fuera del cuerpo, guardando alimentos salados, refrigerados, envasados.

Nuestra mente está diseñada para que tratemos de acortar los períodos de escasez y para que acumulemos en los períodos de auge.

Por eso es que

— cuando alguien cobra un cierto precio o salario, se resiste tenazmente a rebajarlo (resistencia a la baja);

— también está en nuestra naturaleza tolerar cierta escasez (pobreza); y

— también está en nuestra naturaleza acumular (guardar, ahorrar, enriquecer) ilimitadamente.

(Este es el artículo Nº 136)

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sábado, 3 de marzo de 2012

¿Corresponde «restituirle» los bienes a los pobres?

Según el Socialismo, corresponde que a los pobres se les «restituyan» los bienes que merecen.

No me extrañaría que la siguiente anécdota haya sido traducida a varios idiomas porque tiene un fuerte contenido moral... para quienes detentan ciertos puntos de vista.

Copio y pego de (1):

Cuentan que al cantante argentino Jorge Cafrune (1937-1978), le presentaron una condesa que —según quien los presentó—, acababa de donar unos terrenos de la familia al gobierno de Sevilla, para construir un gran parque.

Fue entonces cuando el «turco» Cafrune, preguntó: «¿donó o devolvió?».

Efectivamente, la propiedad privada instintivamente está flechada: todos tenemos un fanatismo territorial («donde estoy parado, es mío») que coexiste con una fuerte dificultad para entender que los demás también tienen un derecho igual.

Cuando nos organizamos en grandes colectivos, será relativamente fácil ponernos de acuerdo para legalizar el criterio de Robin Hood (robarle a los ricos para repartir entre los pobres).

Como corresponde a nuestra especie sólo podemos esperar que nunca sean repartidos los bienes que los repartidores consideran propios. Como regla (con excepciones) los repartidores sólo repartirán bienes ajenos.

Los únicos que podrían reaccionar airados son aquellos que padecerán alguna expropiación, pero como ya sabemos que el ser humano se niega a repartir lo propio, sabremos comprender (y descalificar) las protestas de los expropiados.

El Socialismo (que propone, junto con el Cristianismo, el reparto compulsivo de las concentraciones de riqueza) utilizan un verbo que yo calificaría de imbatible, de gran poder comunicador y bajísima agresividad explícita: me refiero a «restituir», que la Real Academia Española  define así:

1. Volver algo a quien lo tenía antes.
2. Restablecer o poner algo en el estado que antes tenía.
3. Dicho de una persona: Volver al lugar de donde había salido.

En suma: Según Cafrune, la condesa «restituyó» los terrenos.

(1) Una discreta forma de comprar amor

(Este es el Artículo Nº 135)

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«Los niños y las niñas» en vez de «los niños»

Algunos hispano-parlantes desdoblan innecesariamente el género de vocablos que gramaticalmente pueden expresarse sólo en género masculino.

Seguramente usted habrá notado que desde hace unos años se usan con bastante frecuencia, sobre todo en el lenguaje político y periodístico, expresiones del tipo «Los niños y las niñas comenzarán sus clases el próximo … »; «La sesión terminó con un fuerte aplauso de diputadas y diputados»; «Los chilenos y las chilenas se vieron enfrentados a...».

Nuestro idioma necesita este desdoblamiento en contadas ocasiones, solo cuando la falta de aclaración pudiera dar lugar a una confusión. Por ejemplo, una ley podría decir algo así como «Los colombianos y las colombianas pueden servir en el ejército».

Las modas parecen construir su propio camino, por lo tanto no sabemos qué ha ocurrido para que a un grupo significativo de personas (como dije, especialmente del ámbito político y periodístico) le dé por hacer un distingo innecesario, superfluo y antieconómico.

Si una persona le pregunta a otra «¿Cómo están tus hijos?», sería antieconómico, redundante y totalmente innecesario que esta pregunta se formulara diciendo «¿Cómo están tus hijas y tus hijos?».

A pesar de este desdoblamiento, continuamos entendiéndonos bien cuando alguien dice «Estuve cinco días ausente», pues en rigor, quizá fuera preciso aclarar (redundantemente) «Estuve cinco días y cinco noches ausente».

Por ahora no han sido alterados por esta moda los sustantivos masculinos en plural, como es el caso de «los reyes» para aludir al rey y a la reina, «los príncipes» para aludir al príncipe y a la princesa, o «los padres» para aludir al padre y a la madre.

De mi memoria sólo extraigo una antigua práctica que en algo se le parece y que tenía su razón de ser en una especie de exagerada cortesía. Me refiero al discurso que comienza: «Señoras y señores».

Nota: El MANUAL de la Nueva gramática de la lengua española (2010), se encuentra disponible en Internet en formato PDF. El asunto comentado más arriba figura en la página 25, parágrafo 2.1.3. Empleo genérico del masculino.

(Este es el Artículo Nº 134)
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