Los humanos somos naturalmente capaces de tolerar el hambre y la sed durante un cierto tiempo y también estamos naturalmente condicionados para ahorrar y acumular cuando las circunstancias lo permiten.
Esta mañana desperté con esta idea en la cabeza y no sé si es un recuerdo o un invento. Sea como sea, para algo puede servir.
En economía se dice que «los precios son resistentes a la baja», lo que en lenguaje menos académico quiere decir algo así como: «cuando algo sube de precio, difícilmente baje de precio algún día».
La idea que quiero comentarles es la siguiente:
Es probable que la naturaleza haya desarrollado en los seres vivos la capacidad de tolerar la escasez de lo que ocasionalmente puede escasear (alimentos y líquidos) y no desarrolló esa tolerancia a la escasez para lo que difícilmente vaya a escasear: el aire.
Es probable, decía, que los seres humanos estemos preparados orgánicamente para sobrevivir a ciertos períodos de escasez de alimentos sólidos y líquidos.
Esta particularidad de nuestro organismo nos permite soportar la transitoria ausencia de proteínas, vegetales y líquidos. Corre por cuenta de la suerte de cada uno que la obtención de estos elementos ocurra antes de que esa resistencia se agote (muerte por inanición).
Complementariamente a esta característica corporal, también estamos instintivamente predispuestos a acumular, no solamente dentro del cuerpo en forma de gordura sino también fuera del cuerpo, guardando alimentos salados, refrigerados, envasados.
Nuestra mente está diseñada para que tratemos de acortar los períodos de escasez y para que acumulemos en los períodos de auge.
Por eso es que
— cuando alguien cobra un cierto precio o salario, se resiste tenazmente a rebajarlo (resistencia a la baja);
— también está en nuestra naturaleza tolerar cierta escasez (pobreza); y
— también está en nuestra naturaleza acumular (guardar, ahorrar, enriquecer) ilimitadamente.
(Este es el artículo Nº 136)
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