miércoles, 22 de diciembre de 2010

El capitalismo sin bañarse y con perfume

Sabemos que somos débiles y que debemos cuidarnos.

El instinto de conservación del que estamos dotados por la naturaleza, es tan bueno y eficiente como nuestros pies, nuestro hígado o las multifuncionales manos.

Los aspectos comerciales, mercantiles y lucrativos de nuestra sociedad, incluyen —en el actual sistema capitalista—, la libre competencia.

Esto significa que los agentes económicos están autorizados a buscar la ruina y desaparición de quienes se dedican a lo mismo e intentan compartir el mercado.

Lo digo de otro modo:

Las empresas (personas jurídicas) pertenecen a seres humanos de carne y hueso (personas físicas).

Pues bien, el sistema de convivencia basado en la teoría económica capitalista, autoriza a que unas empresas combatan a otras empresas hasta matarlas, provocarles la quiebra, expulsarlas del mercado.

Aunque utilicemos un vocabulario diferente, en el fondo esto es lo que ocurre: las personas jurídicas (empresas) están autorizadas a combatir a otras personas jurídicas, inclusive hasta matarlas.

Por supuesto que estos homicidios dolosos (1) están reglamentados para darles un baño de legalidad.

Por ejemplo, no está permitido causar daños físicos, morales o psicológicos; es delito destruir, incendiar, robar u obstruir los accesos; tampoco puede hacerse publicidad explícitamente contraria.

Es posible comparar a la libre competencia con el boxeo.

Estos deportistas se preparan para hacer el mayor daño posible y para evitar el mayor daño posible, dentro de ciertas reglas.

Entre los practicantes del sexo masculino, no están permitidos los golpes sobre la parte del cuerpo vestida por el pantalón, no se permite seguir pegándole al contrincante mientras está caído, se prohíbe morder, etc.

En suma: admitimos la libre competencia, sin excluir la extinción del semejante. Esta agresividad extrema está disimulada por el uso de un lenguaje eufemístico (ambiguo) y por normas que prohíben un salvajismo tan explícito que hiera nuestra sensibilidad.

(1) Cuando el homicidio se produce por negligencia o descuido, se denomina culposo. Cuando el homicidio es intencional, se denomina doloso.

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Para no caer en coma, no se coma la coma

Los legisladores, abogados y escribanos se cuidan de redactar con precisión sus leyes y documentos.

Un signo de puntuación (una coma, un «punto y aparte») puede cambiar radicalmente el sentido de un texto.

En un artículo anterior (1) les ponía el siguiente ejemplo:

«Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda».

Este pensamiento tiene dos significados opuestos, según dónde se ubique la humilde coma:

1º) «Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer,
andaría en cuatro patas en su búsqueda», significa que la mujer es muy valiosa, mientras que

2º) «Si el hombre supiera realmente el valor que tiene,
la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda», significa que es el varón quien tiene mucho valor.

Claro que este es un ejemplo preparado expresamente para ser claros, donde el efecto se manifiesta con especial notoriedad. En general esto no es así.

La consecuencia de cómo pensamos, es decir, de cómo usamos los vocablos y los signos de puntuación en nuestra forma de razonar, pasa desapercibida.

Daré un ejemplo para tratar de explicarme.

Alguien puede decir «tenemos que ser coherentes».

Este pensamiento, tan importante que hasta puede ser el eje de una personalidad, el núcleo de toda una filosofía de vida, el centro ideológico de un carácter, tiene por lo menos dos interpretaciones:

debemos ser coherentes, esto es, estamos obligados, las normas de convivencia así lo imponen, mis padres, maestros y superiores me lo imponen porque mi coherencia les da la tranquilidad de que mi conducta será previsible; o

es conveniente ser coherentes, esto es, estamos interesados en mejorar nuestra calidad de vida, atendiendo cuidadosamente a nuestra conveniencia, a nuestras necesidades y a nuestros deseos.

Si debemos, atendemos el deseo ajeno, si es conveniente, atendemos nuestro deseo.

(1) La acción inactiva

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El genocida con pantuflas

Busqué el vocablo «zap» en un diccionario de habla inglesa y lo define como «matar».

Por lo tanto, «zapping» refiere a la acción de matar. Inclusive, algunos angloparlantes lo utilizan para nombrar la cocción con microondas.

Me parece que los idiomas no son traducibles sino por aproximación. No existe una correlación exacta entre los lenguajes.

Lo mejor que puede lograr un traductor consiste en suponer qué sentimientos tenía el autor extranjero y luego tratar de expresar ese sentimiento en su lengua materna.

En suma, los diccionarios bilingües sólo aportan una idea aproximada (que no es poca cosa).

Por lo tanto, cuando el hombre de la casa (independientemente de su sexo biológico) detenta el uso del control remoto del televisor (invento que ya cuenta con casi sesenta años!!), lo utiliza tal cual un revólver, un fusil, una ametralladora, un lanza misiles portátil, una bazuca, aniquilando despiadadamente todo lo que a él no le gusta.

Claro que él (o ella), no es consciente de la agresividad que descarga ese pulgar que gatilla los botones del mortífero artefacto, pero en lo profundo de su psiquis, hay furia, omnipotencia, sed de venganza por todas las veces que le dijeron que estaba molestando, que su trabajo era mediocre, que mejor sería que no dijera tonterías.

Él sabe que tras esa teatralización de gente enojadísima, llorosa e intrigante, o de ese anuncio de jabones, o de ese noticiero, hay miles de dólares gastados en producción, traslados, equivocaciones, llegadas tarde que alguien recriminó, vendedores que adularon para conseguir inversores y mucho esfuerzo de gente igual que él.

Cambiar de canal displicentemente es un gesto arrogante, intenso, sublime.

Quizá alguna sirena suene en la lejanía, pero él sabe de su impunidad. Nadie se atrevería a acusarlo.

¡Cuánta felicidad le debemos a este humilde artefacto!

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viernes, 19 de noviembre de 2010

El arte de interactuar con el Estado

En otro artículo de reciente publicación (1), he compartido con usted algunos comentarios que refieren a los burócratas, empleados públicos o trabajadores del Estado.

El interés en el tema está en que podemos mejorar nuestro beneficio si sabemos cómo y por qué funcionan como lo hacen.

Una idea central a tener en cuenta, es esta:

«Ellos son como son, así que olvídese de que usted podrá cambiarlos».

Todo indicaría que con un poco de buena voluntad, si todos incendiáramos una oficina pública por día, si existiera la cadena perpetua para quien extravíe un expediente o la pena capital para quienes lleguen tarde a sus lugares de trabajo, todo andaría mejor.

Esta creencia es otra falacia en la que se sustenta el sentido común.

Por el contrario, la comprensión, el amor, la paciencia, la tolerancia, el ingenio, la capacitación para interactuar eficazmente con nuestro Estado, son los únicos medios idóneos.

Tómese el tiempo que necesite su incredulidad, pero terminará aceptando lo que le digo.

Es muy importante que usted sepa hablar con un funcionario público.

Para ello, primero debe reconocer que el idioma castellano no es el correcto. El único idioma correcto, es el que ellos manejan como propio.

Por ejemplo, tiene que saber qué es un «formulario dostreinta», un «transitorio», un «neutro». Cualquier otra cosa que usted diga, estará mal.

Ocurre en cualquier país que usted visite: si no sabe hablar el idioma local, será destratado, abusado, ignorado, estafado. Las oficinas del estado constituyen un territorio dentro del territorio nacional.

No se resista, acéptelo que le conviene.

En este sentido, si usted exhibió ese acto de sumisión de «hablar el idioma de ellos», debe aceptar que ellos saben mucho más que usted y que, por lo tanto, hasta el más nuevo de los funcionarios, tiene poder sobre usted.

Continuará.

(1) ¿Cuántos burócratas ha matado en su vida?

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La sexualidad femenina es sagrada

En un artículo de reciente publicación (1), les comento que, desde el punto de vista lingüístico y considerando exclusivamente a las religiones judeo-cristianas, existe una llamativa relación entre la sexualidad y la religiosidad, a pesar de que esta parece dedicada a reprimir y criminalizar la actividad sexual no reproductiva.

La asociación entre sexualidad y religiosidad, surge porque los órganos genitales están contenidos en la pelvis, uno de cuyo hueso se llama sacro, vocablo que también refiere a lo sagrado, el sacrificio y lo sacrosanto.

Es conocido por todos que los humanos discriminamos los derechos sexuales de los hombres de los derechos sexuales de las mujeres.

Aunque queda bien defender públicamente la igualdad de los sexos, esta es una actitud falsa, hipócrita, que está de moda.

Continúa vigente la aspiración más profunda de que la mujer debe ser monógama mientras que el varón puede ser polígamo; él puede ser más promiscuo que ella; una puta es una mujer que envilece (degrada) su cuerpo mientras que el masculino (puto) es alguien que toma una opción sexual.

Observemos que la anatomía ósea, encierra los genitales femeninos y libera los masculinos.

Si observamos estos rasgos anatómicos, podemos constatar que los órganos reproductores femeninos están encerrados dentro de ese caparazón óseo, mientras que los órganos reproductores masculinos están por fuera. Podríamos decir entonces que son libres.

Si vinculamos el eje temático del artículo mencionado y este, es posible postular que el lenguaje ha consignado (homologado, convalidado) con el uso del vocablo sacro, algo que podría estar dado por la propia naturaleza de los cuerpos: la sexualidad femenina es sagrada (está encerrada por el sacro) mientras que la masculina no lo es (está por fuera del sacro).

Esta interpretación de los hechos es relativamente coherente y explica cómo valoramos a uno y otro sexo.

(1) La sexualidad sacrosanta

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Renunciar es una cagada

La tónica general de mis artículos, refiere a que no podemos seguir pensando de forma tradicional, porque de esa forma la pobreza seguirá instalada entre nosotros como hace miles de años.

Como he comentado en otros artículos, es muy probable que el lenguaje contenga ideas que sólo son captadas inconscientemente.

Por ejemplo, en dos artículos recientes (1) les comento que el contacto del hueso sacro con los genitales, permite suponer que las religiones —dedicadas al tratamiento de lo sacro (sagrado, sacrílego, sacrosanto)—, aunque se presentan como represoras de la sexualidad y criminalizando el sexo recreativo, no lo hacen por rechazo sino —quizá— por exceso de proximidad (dada la cercanía del hueso sacro a los genitales).

En otro artículo (2), les comento que para algunas personas puede existir una asociación inconsciente, en la que se vinculan: éxito = exit = salida = muerte, generando entonces una aversión al éxito provocada por el instinto de conservación que nos protege de la muerte.

En otro caso (3), les comento que vivimos inmersos en un lenguaje que nos determina, rodeados de ciertas palabras que son altamente significantes para nosotros.

En este caso les haré un comentario que va en una línea similar:

En todos los países de habla hispana, es de uso vulgar la palabra «cagada», para indicar un error.

No es nada vulgar, aunque sí está en nuestro idioma y cada uno puede contenerla en su inconsciente, el vocablo «defección», que significa renuncia.

Observe que este vocablo —no tan popular—, prácticamente dice «defecación», esto es, expulsión anal de los excrementos, que en términos vulgares se dice «cagar».

En suma: es muy probable que nuestra captación inconsciente nos indica que renunciar es una cagada, que corresponde ser perseverantes, «que debemos seguirla para conseguirla», que los abandonos son indeseables.

(1) La sexualidad sacrosanta
La sexualidad femenina es sagrada

(2) El fracaso saludable

(3) Inmersos en el lenguaje que nos determina

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El fracaso saludable

En un artículo publicado hoy (1), hago referencia al éxito, desde el punto de vista etimológico y de cómo algunos lo buscan, procuran y soportan en vida, así como otros lo obtienen porque es sabido que los humanos tenemos con nuestros muertos un juicio muy tolerante, comprensivo y aprobatorio.

Otro aspecto interesante de esta palabra (éxito) y su significado, refiere a una posible asociación inconsciente.

«Exit» es una de las pocas palabras (además de «yes» y «please»), que casi todo el mundo conoce del idioma inglés.

Lo vemos en las películas y en la televisión, indicando «la salida».

No es difícil asociar «exit» con muerte, en tanto esta es la salida de la vida.

Es de recibo la hipótesis de que algunas personas teman el éxito, no por lo que conscientemente sabemos que provoca (un gran esfuerzo para obtenerlo, posterior pérdida de privacidad, un gran esfuerzo para conservarlo), sino porque éxito equivale (inconsciente y lingüísticamente) a morir.

Esta posible asociación inconsciente está vinculada (es coherente con) la intuición de que si algún día nos quedáramos sin necesidades y deseos, dejaríamos de existir.

Efectivamente, nos quejamos casi siempre de las carencia y los deseos frustrados, pero intuimos (más que sabemos conscientemente), que si algún día nos quedáramos sin necesidades y deseos, eso coincidiría con la falta de vida.

Dicho de otra forma, tenemos la noción de que sólo los muertos no tienen necesidades y deseos.

La depresión anímica, es una dolencia muy penosa porque incluye la apatía, la falta de interés por lo que nos rodea, nada nos importa cuando ese padecimiento nos ataca.

En suma: aunque el éxito parece accesible a pocas personas poseedoras del talento suficiente, no podemos descartar la idea que también sea evitado porque se lo asocia con la muerte (exit = salida = muerte).

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Inmersos en el lenguaje que nos determina

Pedro Ocón de Oro (España, 1932 - 1999), ganó un concurso de crucigramas cuando tenía 16 años.

Alentado por este éxito prematuro y desarrollando aún más un talento que el concurso puso en evidencia, inventó varios pasatiempos que hoy pueblan las revistas especializadas e Internet (por supuesto).

Uno de esos pasatiempos, es el llamado Sopa de Letras.

Para quienes no lo conocen, les informo en qué consiste:

Dentro de un cuadrado, se muestran cientos de letras diferentes. El jugador debe encontrar palabras conocidas, formadas por letras juntas, ubicadas en cualquier sentido (hacia la derecha, hacia atrás, etc.).

Lo divertido está en encontrar la mayor cantidad de palabras posible.

Ahora le propongo imaginar una Sopa de Letras más compleja.

En lugar de ser un cuadrado como en el pasatiempo, que sea un cubo (o cualquier otro volumen que usted prefiera).

Ahora tenemos un continente, lleno de letras y nuestro pasatiempo consistirá en encontrar vocablos formados por letras que estén juntas y en cualquier orden.

Sin embargo, esto ya no es un juego. Es algo más serio porque nosotros estamos dentro de ese recipiente pues su tamaño nos permite estar ahí dentro.

Sigo agregando complejidades y resulta que ya no son letras las que están rodeándonos, sino palabras ... con las que podremos formar pensamientos, ideas, oraciones, frases, exclamaciones, descripciones, dichos, poemas, ... y —sobre todo—, cosas que hemos oído y que fueron determinantes para la formación de nuestros afectos, personalidad, creencias, miedos, apego o rechazo al dinero.

En suma: Les presento una comparación que puede ser ilustrativa para entendernos mejor.

Así como dentro del vientre de nuestra madre, flotábamos en el líquido amniótico, desde que tenemos uso de razón y accedimos al lenguaje, cada uno flota en su exclusiva sopa de palabras (significantes), que determinan la psiquis que lo caracteriza.

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Fantasías de una tragedia

Como ustedes saben, el psicoanálisis sobrevive porque dice y piensa cosas un poco raras.

Los psicoanalistas estamos más cerca de la poesía que de la ciencia.

El arte se ha visto fuertemente beneficiado por esta cantidad de nuevas ideas, que aparecieron a partir de suponer que somos dominados por un órgano autónomo, que se reporta a la naturaleza y al lenguaje, subordinando a su dueño.

Dicho de otra forma, el psicoanálisis sostiene que no hacemos lo que queremos sino lo que quiere nuestro inconsciente. Este no hace lo que quiere sino lo que indica el orden natural, y está organizado como si fuera un lenguaje: con su gramática, metáforas, metonimias.

Estamos en el mes de octubre del año 2010 y hoy están siendo rescatados 33 mineros de una mina chilena.

El 5 de agosto pasado, quedaron atrapados en una galería y se los dio por muertos durante varios días.

Cuando se supo que seguían vivos, comenzaron las tareas de perforación y rescate.

Algunas fantasías inconscientes que despierta este hecho —mundialmente televisado—, son:

— Muerte y resurrección del ser humano;

— La zona se llama San José (padre del único resucitado conocido);

— Miedo a enterrar a nuestros muertos sin que hayan fallecido realmente (catalepsia);

— Existen muchos misterios por conocer (extraer de la tierra);

— Individualmente, tenemos mucho por conocer, averiguar, aprender, descubrir;

— En tanto «nada es más valioso que la vida humana», la tierra aún retiene riqueza superiores al oro, los diamantes, el petróleo, ... que podemos extraerle;

— «Dentro mío existen muchas personalidades que aún nadie conoce»;

— Este hecho completa la historia de «la tragedia de los Andes», estableciendo la conclusión de que los humanos, tanto salvamos a nuestros semejantes como los abandonamos a su suerte ... y de ahí, cada uno se pregunta: «¿qué harán conmigo cuando necesite ayuda?».

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Cárceles sin rejas ni cerraduras

Existe algo llamado principio de placer, que define nuestra vocación de buscar las mejores opciones, las más gratificantes, las más cómodas y que, simultáneamente, rechaza lo desagradable, penoso, molesto.

Los occidentales (Europa y América), gozamos durante siglos creyendo en un cielo inmaculado, habitado por Dios, ángeles y seres maravillosos, que nos esperaban al morir (Paraíso).

Los chinos, no se gratificaban con esas fantasías. Se gratificaban con otras igualmente placenteras. Por eso ellos descubrieron las manchas solares antes que los occidentales, es decir, pudieron verlas porque no creían (no gozaban creyendo) en un cielo inmaculado (sin manchas).

Provocó furia desenfrenada la hipótesis de que nuestro planeta no está en el centro del universo.

No es casual que la palabra geocentrismo sea casi idéntica a egocentrismo. Aún nos cuesta aceptar que no estamos en ese lugar de privilegio (aunque no sabemos qué beneficio nos traería).

Cosas similares pasaron con Charles Darwin cuando propuso que quizá no fuéramos una creatura de Dios sino hijos de los monos, o con Sigmund Freud al sugerir que no tenemos libre albedrío sino que somos gobernados por el inconsciente y peor aún, que el lenguaje es como una especie de software (Windows, Linux), que nos tiene programados, parametrizados, estructurados (1).

La psicosis ha tenido diferentes interpretaciones a los largo de la historia. Fueron marginados y abandonados, fueron glorificados por suponerlos iluminados y fueron encarcelados por temor,.

A principio del siglo 20, el psiquíatra alemán Emil Kraepelin (1856-1926) logró convencer a las autoridades que debían ser liberados e integrados a la sociedad, no sólo por motivos humanitarios sino también terapéuticos.

La insania mental está muy vinculada a la delincuencia y viceversa.

No sabemos realmente si quien atenta contra la ley, está sano o enfermo.

Hoy temeríamos liberar a los delincuentes. ¿Y si fuera lo mejor?

(1) Nota: lamento irritar a los expertos con estas simplificaciones conceptuales, en haras de que sean entendibles para una mayoría.

Nota 2: La imagen corresponde al Centro Leoben, lujosa cárcel austríaca. No he confirmado su existencia, pero es verdad que al menos está en la mente de muchos usuarios de Internet.

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Un terrón de azúcar por cada examen aprobado

Lo habitual es que nos enseñen a ser responsables y que, a partir de esa sugerencia que nos hace alguien con poder, reaccionemos favorablemente siendo responsables o reaccionemos negativamente siendo irresponsables.

Existe una tercera opción, que es la indiferencia. Cuando decimos que el consejo, enseñanza o recomendación «cayó en saco roto», estamos diciendo que no produjo ninguna reacción en el receptor.

Por como son adiestrados los animales, creo que la diferencia que tenemos con ellos es mínima.

Una diferencia importante es el aspecto ... pero también son muy diferentes entre sí un ratón y una jirafa.

Otra diferencia es el lenguaje, aunque los animales también se comunican eficientemente entre ellos.

Quizá la principal diferencia es que nos preocupa no ser confundidos con el resto de los animales, cosa que al resto de los animales parecería no preocuparles.

Los animales son adiestrados de la misma forma que ellos aprenden a vivir en su hábitat. Cuando algo les sale bien (consiguen alimento, refugio, juego), lo repiten automáticamente.

Los animales humanos también hacemos lo mismo. Cuando alguien con poder (nos alimenta, puede castigarnos, administra el dinero) nos enseña que debemos ser responsables, sabemos que una transgresión a esa enseñanza tiene una consecuencia.

Si la consecuencia es temible, seremos responsables; si es placentera, seremos irresponsables; si la sanción nos parece neutra, entonces la recomendación «caerá en saco roto».

Es posible afirmar que cada una de nuestras acciones está determinada por cómo estamos adiestrados, educados, predispuestos.

Así como ustedes y yo, no podemos ver objetos demasiado pequeños, tampoco puedo percibir que estoy condicionado para ponerme la corbata a rayas, para renunciar al trabajo esta misma tarde o llamar a un amigo después de mucho tiempo.

Lo que parece libre albedrío, es sólo incapacidad para detectar qué condiciona cada acción, por mínima que sea.

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viernes, 1 de octubre de 2010

¡¿Cómo?! ¡No te comprendo!

Según el psicoanálisis, nuestra psiquis se organiza a partir de ciertos hechos ocurridos en nuestra primera infancia.

Nacemos sin terminar, incompletos. El útero nos larga a medio hacer.

De hecho, el embarazo continúa afuera y por eso la madre ocupa un rol tan importante en nuestras vidas (aunque seguramente, ya es posible sustituirla por una niñera, abuela o padre).

Dejemos estos detalles de lado, y centrémonos en lo que ocurre la mayoría de las veces: nuestra mamá nos continúa atendiendo, ahora fuera de su útero.

En este nuevo sitio dependemos de la comunicación, porque el cordón umbilical ya no está para proveernos lo necesario.

La primera palabra es el llanto con el cual el niño le dice a su mamá: «Necesito que me des la Cosa».

Digo «la Cosa», porque el niño sólo hace saber que necesita algo y queda bajo la responsabilidad de los adultos, saber si quiere comer, que lo higienicen, que lo abriguen o que lo acaricien.

Efectivamente tenemos acá el primer objeto necesario al que podemos llamar Cosa porque es inespecífico, impreciso. Él no sabe comunicarlo con mayor claridad.

Aunque suene raro, la segunda palabra es el silencio.

Efectivamente, el niño silencioso está diciendo claramente «estoy bien».

Por lo tanto, resumiendo: cuando la gestación continúa fuera del útero, los intercambios se regulan por medio de una comunicación de dos «palabras»: el llanto que dice «necesito una Cosa» y el silencio que dice «no necesito nada».

Como ve, le estoy proponiendo que usted acepte al silencio como una pieza comunicativa.

Más aún: le estoy diciendo que el silencio es más preciso que el llanto, porque claramente dice que está bien, mientras que el otro nos vuelve locos porque nos obliga a probar, ensayar, tantear, hasta que se calle.

¿Usted qué prefiere: hablar o callarse? ¿Se siente comprendido?

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El hortelano del perro

«A mi perro le falta hablar» dicen muchos perrotenientes (1).

Cuando alguien habla así, lo que en realidad está diciendo es que el animalito dice muchas cosas pero sin usar el lenguaje humano.

Los perros (y casi todos los animales), tienen una actitud ambigua que los humanos interpretamos como más nos gusta.

Me interesa comprender cómo hacen ellos para vivir de nosotros, para ser nuestros parásitos bienvenidos, para ser nuestros amos haciéndonos creer que son nuestros esclavos.

Seguramente se trata de algo que hasta ahora se ha resuelto negando la verdadera condición del vínculo.

Desde hace miles de años, los perros encontraron la forma de vivir de los humanos a cambio de algunas tareas, pero también a cambio de nada.

Muy pocas personas explotan el trabajo de los perros y muchas personas explotan el trabajo de otros humanos.

Una hipótesis de estilo psicoanalítico diría que la mudez de los perros es un elemento esencial.

Según parece, el idioma somete a los usuarios. Si usted observa con detenimiento, sólo podemos pensar obedeciendo las normas gramaticales del lenguaje.

Pensamos construyendo silenciosamente oraciones que cumplen reglas sintácticas estrictas.

Para escribir «hijo celeste El simpatizo como», tengo que hacer el esfuerzo de concatenar palabras elegidas aleatoriamente.

Aunque los perros sólo quieren a otros perros (observe cómo los prefieren cuando pueden optar entre ellos y usted), tienen la habilidad de hacernos creer que nos prefieren.

Con cuatro o cinco gestos polivalentes (polisémicos) como son mirarnos a los ojos, mover la cola, agachar la cabeza, no evacuar sus desechos digestivos dentro de la vivienda y pocas cosas más, ellos tienen casa, comida, abrigo, servicios veterinarios, caricias y paseos.

Ellos no hablan, pero inspiran en nosotros oraciones gramaticalmente correctas, cuyos contenidos incluyen lo que más deseamos: ser amados tal cual somos, sin juzgarnos, con nuestros olores naturales.

(1) Creo que acabo de inventar esta palabra. Así como terrateniente es quien tiene grandes extensiones de tierra, un perroteniente es quien supone tener «un perro maravilloso».

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Muchos amores únicos

«Amar» o «querer», son verbos ineficientes porque dan lugar a comunicaciones confusas y —por consecuencia—, a frustraciones, enojos y a la pérdida de algunos vínculos.

Amo a muchas personas, pero es notorio que a todos los quiero de forma diferente. Le ocurre lo mismo a los padres con sus hijos.

Son pocas las personas que se animan a confesar algo tan verdadero.

Por ejemplo, nunca oímos que alguien diga «Quiero más a mi hijo menor».

Nuestro amor por el otro está inspirado por este, pero no mediante un acto voluntario que provoque y dirija nuestro sentimiento hacia él.

Tenemos acá una causa importante de la ineficiencia comunicadora del verbo: una mayoría cree que ama a alguien voluntariamente y que es amado porque hace lo necesario para que lo amen.

El afecto entre dos personas, surge porque existe una atracción, muy fácil de observar pero sin causa conocida.

Por otro lado, alguien puede decir «amo a Patricia», «amo a Ernesto», «amo a Dinamarca», «amo al idioma francés» y «amo a las motos BMW».

Está claro que esta persona tiene sentimientos muy diferentes, a pesar de que siempre usa el mismo verbo. El verbo «amo», en cada expresión, tiene significados muy distintos.

Para que el verbo querer (o amar) pierda esta particularidad de generar confusión, tendríamos que construir una nueva herramienta lingüística, que podríamos llamar «el verbo específico».

Ejemplos de «verbos específicos», serían: «quiero-a-Patricia», «quiero-a-Ernesto», «quiero-a-Dinamarca».

Ninguno de ellos es sinónimo del otro. Son todos verbos únicos, de uso exclusivo y —sobre todo— de uso excluyente, porque no podemos decir «quiero-a-Mariana» utilizando el verbo «quiero-a-Jovita».

En suma: como el amor es un sentimiento inspirado por un único objeto amado y como en la vida tenemos muchos amores únicos, necesitamos que la realidad afectiva pueda comunicarse de forma específica.

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La estupidez (1) y el capital verbal

La escasa inteligencia humana queda demostrada, al constatar que los idiomas poseen miles de palabras.

Si fuéramos más inteligentes, podríamos entendernos perfectamente con diez o doce sonidos, para lograr todo lo que necesitamos: comer, abrigarnos, defendernos de los depredadores, reproducirnos y poca cosa más.

Como seres vivos, dependemos del fenómeno vida que nos obliga a realizar actos que lo perpetúen (estimulados por excitaciones dolorosas y placenteras).

La función lingüística permite la interacción con otros seres humanos, porque el fenómeno químico «vida», depende de acciones individuales y colectivas.

Seguramente se está produciendo algún tipo de atrofia funcional por la cual, los idiomas cada vez utilizan más vocablos para que el instinto gregario pueda operar.

En suma: para ayudarnos colectivamente a comer, abrigarnos, protegernos y reproducirnos, necesitamos agregar miles de palabras a estos cuatro verbos.

Pero esas otras palabras que necesitamos —además de las cuatro fundamentales—, remiten a esas cuatro.

Si usamos los vocablos pantalón, pollera, calzado, etc., etc., estamos hablando de «abrigo».

Si usamos los vocablos tallarines, papas, carne, etc., etc., estamos hablando de «comida».

Sin embargo, vemos que cuando usamos el vocablo «dinero», podemos estar refiriéndonos a cualquiera de las cuatro palabras fundamentales (comer, abrigarnos, etc.).

Aunque pretendamos negarlo, es obvio que ¡Vivir duele!

Los humanos reaccionamos evitando el dolor y buscando el placer. Ambas sensaciones nos obligan a tomar decisiones, gastar energía, trabajar.

Por lo que vengo diciendo, es razonable pensar que muchas personas concentran su atención en el dinero, en tanto éste representa adecuadamente a las cuatro necesidades fundamentales que parece saciar.

Quienes asumen que la vida depende de alguna dosis de padecimiento y en tanto suponen que el dinero es un calmante universal, pueden optar sabiamente por aplicar su mejor esfuerzo a prescindir de este calmante mortífero.

Esta no sería una pobreza patológica sino estratégica.


(1) Según el diccionario, estupidez significa: Torpeza notable en comprender las cosas.

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La acción inactiva

¿Pueden dos personas decir la misma oración y sin embargo, no ponerse de acuerdo?

Si. Cuando Juan y Pedro dicen «es mío» respecto a un mismo objeto (un auto, un dvd, un libro), están cumpliendo la propuesta. Si bien ambos dicen lo mismo, los dos están muy en desacuerdo.

Otra curiosidad lingüística refiere a los signos de puntuación. Estos
desempeñan un papel fundamental en la determinación del significado.

Circula en la web el siguiente ejemplo:

«Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda».

Observe que si agregamos una coma después de «tiene», el enunciado dice que el «hombre» es valioso, pero si la agregamos después de «mujer», el enunciado dice que la «mujer» es valiosa.

Recién en la segunda mitad del siglo 20, alguien se dio cuenta de un hecho increíble.

Me parece que aún no hemos tomado conciencia de lo que descubrió este filósofo inglés (John Langshaw Austin, [1911-1960]).

En varias conferencias que finalmente (1955) se publicaron en un libro titulado Cómo hacer cosas con palabras, señaló que existen dos tipos de oraciones:

1) las descriptivas (María es bella) y
2) las performativas (Juro decir la verdad).

El objetivo de este artículo es poner énfasis en las oraciones performativas (realizativas), porque no describen sino que constituyen un acto en sí mismo. Mientras se están enunciando, se están realizando. Digo «juro» mientras estoy jurando.

Ahora observe cómo esta expresión lingüística puede confundirnos.

Para que sea correcta, el verbo sólo puede estar conjugado en presente del indicativo (juro), y no en futuro (juraré) ni en pasado (juré).

A veces, sin darnos cuenta, creemos realizar una acción por el solo hecho de pronunciar:

— «Desde el lunes, buscaré trabajo»,
— «¡Basta de gastos superfluos!»,
— «Año nuevo, vida nueva».

Artículo vinculado:

Pollera o pantalón

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martes, 31 de agosto de 2010

Los caza-fantasmas no paran

Cuando en un pueblo se utiliza muy a menudo el vocablo «democracia» (gobierno del pueblo), seguramente está ocurriendo todo lo contrario.

Como decía en artículos anteriores (1), usamos el lenguaje para disminuir nuestra angustia.

Si logramos emitir la palabra que representa a lo que nos angustia (atemoriza), sentiremos un alivio nada despreciable.

Por el contrario, cuando lo que nos angustia, no sabemos cómo expresarlo (porque no conocemos la palabra que lo representa, lo simboliza), nos mantenemos en un estado de continuo estrés, que algunos llaman «apronte angustiado», esto es, estar en guardia, mantenernos en una especie de alerta pero con el agravante de que no sabemos cómo será lo malo que nos ocurrirá, qué forma tiene lo amenazante. Nos sentimos perseguidos por fantasmas.

Cuando este estado anímico predomina en un colectivo (provincia, gremio, nación), los expertos en comunicación o manipulación de masas (políticos, empresarios, oportunistas), pueden aprovechar la ocasión para proponer el enemigo (fantasma persecutorio) que mejor conviene a sus intereses.

Imaginemos que un líder tan ambicioso como Hitler, en su afán de controlar el planeta, observó que el pueblo alemán padecía colectivamente ese estado que algunos denominan «apronte angustiado» (miedo no se sabe a qué).

Ingeniosamente publicitó la idea de que los culpables de todos los males del pueblo alemán, eran los judíos (fantasma combatible).

Cualquier persona hambrienta, disminuye sus expectativas gustativas y hasta puede encontrar delicioso lo que en estado de saciedad rechazaría.

La propaganda muy efectiva del persuasivo Hitler, logró que un pueblo angustiado como el alemán de esa época, aceptara sacrificar la vida de millones de inocentes.

La misma fobia, convicción y miedo que nos crearon hacia el tabaco, las carnes rojas, George Bush o Hugo Chávez, tuvieron los alemanes —gente como usted y como yo— hacia los judíos.

¿Por qué seremos tan manipulables?

(1) El ansiolítico de la Real Academia Española

Si es inteligente, se cree tonto


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Si es inteligente, se cree tonto

Es de uso corriente rememorar frases muy antiguas, tales como «conócete a ti mismo», «sólo sé que no sé nada».

En otro artículo (1) les comentaba que aprendemos a hablar, desesperados por el terror que nos provocan amenazas reales o aparentes, que aparecen en nuestras vidas cuando somos más vulnerables que nunca.

Luego, seguimos hablando (o escribiendo) porque de esa manera sentimos que lo dicho (o redactado), se convierte en algo controlable y deja de ser atemorizante.

En otras palabras, cuando hablamos completamos el proceso digestivo de algún concepto que nos costaba asimilar, nos costaba convertirlo en propio.

El estudio que precede a eso que decimos o escribimos y publicamos, es equivalente a la digestión del tema.

Todas las conferencias, libros, cursos o simples conversaciones, refieren a un tema que interesa a quien los expone.

Ese interés es una forma de angustia.

Estar preocupados por los pueblos que pasan hambre, o por las comunidades que padecen enfermedades, o por las regiones que están en guerra, no es otra cosa que sentir el temor personal a padecer hambre, alguna enfermedad o a ser atacados por otras personas.

Quienes nos comunicamos utilizando algún medio visual, auditivo o gráfico, usamos el lenguaje para tranquilizarnos:

Los pequeños, al principio sólo gritan o lloran. Luego, sin abandonar estos mensajes tan abarcativos como inespecíficos, incorporamos palabras para mejorar la comunicación, la eficacia y los resultados obtenidos.

Un grito es una palabra (un significante, un mensaje, una señal) que, para el emisor, contiene todos los significados que piensa mientras grita (¡socorro!, ¡ayúdenme!, ¡basta!, etc.).

Las consignas del tipo «conócete a ti mismo», son pronunciadas por quienes buscamos apaciguar la angustia que nos provoca constatar lo poco que nos conocemos y nos desangustiamos aún mejor agregando: «sólo sé que no sé nada».

(1) El ansiolítico de la Real Academia Española

Nota: La imagen corresponde al cuadro del pintor noruego Edvard Munch (1863-1944), titulado El grito.

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El ansiolítico de la Real Academia Española

Es frecuente escucharnos hablar de la violencia, la inseguridad y —en general—, de los factores angustiantes de la vida.

Existe una aseveración muy dramática que dice: «somos hijos del rigor».

Según esta afirmación, los seres humanos sólo respondemos adecuadamente si somos castigados, si se nos impone una disciplina con firmeza. Algunos repiten «la letra con sangre entra», otros dicen que «es preferible ser temido a ser amado».

Claro que estas recetas, siempre son de aplicabilidad a todos menos a quien las propone. Los que tienen inconducta, los negligentes, los malos ciudadanos, son los otros.

Los niños, entre risas, gorjeos y llantos, padecen mucho miedo.

Los pequeños estarían particularmente expuestos a sentirse horrorizados.

El miedo no es a caerse, ni a ser heridos, ni a tener dolores físicos, sino a ser abandonados.

La ausencia de la madre —o de cualquier persona que él considere protectora—, le hace temer que lo dejaron sólo y que será atacado por todas esas cosas extrañas que ocurren en un entorno al que desconoce casi por completo.

Bajo ese estado de terror, el niño sufre de angustia y —con sus escasos recursos— busca soluciones.

Si un pequeño no ve a su mamá —porque se despertó sólo en su dormitorio—, se aterra si oye por primera vez el canto de un gallo.

El llanto o el grito desesperado, resolverá el problema en poco tiempo porque alguien acudirá a devolverle la tranquilidad.

Sin embargo, recordará ese (breve pero interminable) período que estuvo desprotegido, horrorizado y angustiado.

El miedo al abandono hará que aprenda a decir cocorocó (ó quiquiriquí) porque eso le hará sentir que controla al temible gallo.

Conclusión: los humanos aprendemos el lenguaje por temor, pues pensamos que hablando, controlamos (conjuramos) lo que nos angustia (violencia, inseguridad ciudadana, enfermedades).



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Unos contra otros a favor de todos

En otro artículo (1) comparaba el funcionamiento de una sociedad organizada con un organismo humano, haciendo especial hincapié en los recursos que cada ciudadano-célula necesitan para desempeñar el rol social o biológico (respectivamente) que tienen asignado.

Eso me lleva a pensar que la cantidad de riqueza está mal distribuida tanto en la sociedad como en la biología.

Y ahora digo que el error está en el adjetivo «mal».

Si en nuestra filosofía consideramos que algo está mal, seguramente estaremos pensando que eso se opone a nuestra existencia como individuos o como especie.

En otras palabras, dado que para los seres vivos no existe otra misión (2) que la de conservarse individual y colectivamente, entonces está mal (merece ese adjetivo) todo lo que de una u otra manera pueda constituir un obstáculo para el mejor desempeño de esa única misión.

Es posible agregar otro ingrediente a esta reflexión que comparto con usted.

Ese fenómeno vida depende de los estímulos agradables y desagradables que nos impone y ofrece la naturaleza.

Tanto el dolor como el placer (3), nos ponen en movimiento para realizar tareas que, si no las hiciéramos, dejaríamos de vivir (comer, evacuar, descansar, reproducirnos).

Estas ideas, tomadas como premisas válidas, nos permiten suponer que para que ocurra lo único que realmente importa (vivir),

1º) todos necesitamos recursos materiales (alimentos, abrigo, dinero);

2º) dados nuestros roles biológicos, sociales, naturales, algunos necesitan (consiguen y tienen) más recursos que otros (riqueza);

3º) estas diferencias de patrimonio entre unos y otros, causa indignación en muchas personas;

4º) la indignación proviene de interpretar como mala esa despareja distribución de los bienes terrenales;

5º) esa indignación genera malestares personales y colectivos;

6º) el malestar es necesario para que el fenómeno vida no se detenga;

Conclusión: la lucha entre pobres y ricos, felizmente molesta y es natural.

(1) El injusto proveedor sanguíneo

(2) Ver Blog La única misión

(3) Ver Blog Vivir duele


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«¿Idiota yo? ¿Qué me quiere decir?»

Todos tenemos una idea aproximada de cuáles son nuestros derechos y obligaciones, pero cuando otro ciudadano (o el estado) nos acusa de alguna falta, transgresión o delito, tenemos que recurrir a un abogado para que se encargue de atender la demanda de la que somos objeto.

Los abogados están formados para que la justicia de cada país aplique las sanciones con la mayor justeza posible.

Metafóricamente, se acostumbra decir que el ciudadano transgresor, debe «pagar su deuda con la sociedad», cumpliendo estrictamente la sanción que los legisladores alguna vez determinaron, para ser aplicadas a quienes incumplieran las leyes que ellos mismos redactaron.

Esto también puede aplicarse en el terreno de los impuestos.

Para solventar los gastos del Estado, los legisladores establecieron que cada uno de nosotros contribuyera con cierta cantidad de dinero.

En este caso, son los contadores quienes están formados para que la justicia tributaria de cada país, aplique las sanciones con la mayor justeza posible, a quienes cometan algún tipo de evasión fiscal.

Todas las normas (de la legislación civil, penal y tributaria), están escritas en el idioma de sus destinatarios. En nuestro caso, están escritas en castellano.

Esto permite pensar que cualquier que sepa leer, podría ser abogado o contador.

¡Nada más lejos de la realidad!

En todos los países e idiomas, es preciso estudiar mucho para saber qué significan realmente esos textos legales.

Suele pensarse que cuando un texto está en otro idioma, no hay más que traducir palabra por palabra con un diccionario, para convertirlo a otro idioma.

No es así. Los traductores deben comprender qué quiso decir el autor y luego tratar de expresarlo con el nuevo lenguaje.

A las leyes también hay que traducirlas para poder aplicar, en los hechos, lo que los legisladores quisieron decir («el espíritu de la ley»).

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Los dos significados de «humildad»

Hoy pensé la siguiente reflexión:

1) Algunas personas puede estar siendo muy influenciadas por el doble significado del vocablo humilde.

Efectivamente, cuando decimos que alguien es humilde, podemos estar queriendo decir dos cosas bastante diferentes:

a) Que es sumiso, obediente, dócil, manso, carente de engreimiento o vanidad; o

b) Que vive en la pobreza, modestamente, con escasos recursos materiales.

2) Ingresar en la cultura nos da trabajo, nos impone restricciones, hasta podría decirse que nos mortifica.

Quienes no pueden hacerlo, terminan comportándose de tal manera que la sociedad los juzga, condena y castiga.

En los institutos correccionales (prisión, penitenciaría, reformatorio, hospital psiquiátrico), es habitual que a los internados se los obligue a realizar tareas humillantes (1).

El objetivo manifiesto de este procedimiento reeducador, se basa en la creencia según la cual, los actos antisociales derivan de un exceso de arrogancia, egoísmo y narcisismo.

3) La prestigiosa institución mundial por todos conocida como Alcohólicos Anónimos posee un texto de referencia titulado Doce pasos y doce tradiciones.

Nada menos que el primer Paso dice: «Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables. »

Esta no es otra cosa que una declaración de humildad.

Conclusión:

i) Nuestro idioma confunde docilidad con pobreza material. Los confunde porque resume en un mismo vocablo (humildad), ambos conceptos.

ii) Como consecuencia de esta confusión provocada por una ambivalencia lingüística, es razonable proponer que algunas personas prefieren soportar las carencias materiales en vez de moderar sus impulsos narcisistas.

Cuando digo «prefieren», quiero decir (basado en la premisa de que el libre albedrío es una mera ilusión), que «no pueden evitar» las carencias materiales porque tampoco «pueden evitar» ser arrogantes, orgullosos, vanidosos.

O sea, la cultura nos exige ser humildes. Los que no pueden lograrlo en su carácter, terminan siéndolo en lo económico.


(1) La humillación terapéutica

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lunes, 9 de agosto de 2010

Águilas y gallinas

Pelar o desplumar significa literalmente quitarle las plumas a un ave, pero también significa (según la Real Academia Española), quitar los bienes a alguien y más específicamente dejar a alguien sin dinero.

Como nuestra psiquis utiliza a los símbolos como unidades conceptuales, acá tenemos algo que pensar sobre qué son las plumas para la psiquis humana.

Observe que en nuestra mente, están asociadas las plumas con los bienes, y especialmente con el dinero.

Observe también que a nadie se le ocurre pensar que cuando alguien dice «estoy pelado» —para significar «no tengo dinero»—, no se compara conscientemente con un pájaro.

Sin embargo tenemos todos los elementos para suponer (no asegurar), que inconscientemente, los bienes materiales son comparables con las plumas de un ave.

Por su parte, un experto en muchos temas, como lo fue el catalán Juan Eduardo Cirlot (1916-1973), en su ensayo titulado Diccionario de símbolos, señala que, los simbolismos referidos a las aves, aluden genéricamente a los aspectos espirituales del ser humano.

En una conclusión primaria, podemos decir —por simple deducción psicológica—, que si existe una expresión verbal que refiere a pelar o desplumar, alude (connota, sugiere, sobreentiende) a que alguien pierda su espíritu, su alma y más concretamente, que muera.

Por ejemplo, si oímos decir: «A Fulano lo desplumaron jugando al póquer», sobreentendemos que le quitaron todos los bienes, el dinero y que virtualmente quedó muerto (económicamente fundido, empobrecido, insolventado).

A partir de estos pocos elementos psico-lingüísticos, podemos construir muchas hipótesis que traten de explicar por qué alguien puede tener dificultades para ganar y retener el dinero.

Algunas personas admiran las aves. Entre estos, algunos valoran las plumas. En este segundo subgrupo, algunos asocian inconscientemente plumas con bienes materiales.

Ciertos integrantes de este tercer subgrupo, pueden querer volar alto (riqueza) o volar bajo (pobreza).

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La causa psicolingüística de la pobreza patológica

Entre los hispano-parlantes, estamos casi todos de acuerdo con que el color negro representa (simboliza) varias ideas negativas.

Me refiero a: muerte, luto, tristeza, noche, tiniebla, oscuro, pozo, inferior, pecado, delito.

Un objeto negro es visto así porque este color absorbe toda la luz que recibe. También podemos decir que es un no-color, porque efectivamente, no posee ninguno, en contraposición con el blanco que los contiene a todos combinados.

Desde este punto de vista, como también asociamos luz y color con vida, es lógico que interpretemos a la oscuridad y al no-color con muerte, duelo y
tristeza.

La psicolingüística es la ciencia que estudia los efectos psicológicos del lenguaje.

Utilizan varias hipótesis que parecen razonables y, sobre todo, explican ciertos fenómenos de forma más creíble que otras teorías.

Por ejemplo, las dictaduras prohíben la utilización pública de ciertos vocablos e imponen otros, porque esa administración del léxico favorece la conservación del poder.

En otro orden, oímos decir no-vidente en vez de «ciego», o persona con capacidades diferentes en vez de «mogólico», o daños colaterales en vez de «matanza negligente de civiles en una acción bélica».

Según los psicolingüistas, el lenguaje impacta de forma diferente en nuestra conciencia e inconsciente.

Un vocablo nos induce evocar ciertas ideas a nivel consciente, pero nos provoca una reacción igual, similar o diferente, a nivel inconsciente.

Por ejemplo, la palabra «piano», nos recuerda el instrumento musical, pero no podemos descartar la hipótesis de los psicolingüistas según la cual, en nuestro inconscientemente resuene como «no pía» e inmediatamente como «pollito muerto».

Si utilizamos estas ideas tan poco conocidas, podemos pensar la siguiente:

El vocablo dinero, nos evoca conscientemente valor monetario, billete, precio, etc., pero inconscientemente, puede resonar como

di-negro, es decir, «di muerte», «di luto», «di tristeza»

y, por esta causa, nos disgusta hablar de dinero.

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Pobres necesitados y ricos deseantes

Todos tenemos necesidades y deseos.

A los efectos de este artículo, nos alcanza con decir que una necesidad, es la carencia de cosas que son imprescindibles para la conservación de la vida (comida, abrigo, afecto).

Pero no puedo hacer lo mismo para definir qué es un deseo.

Parecería ser que el lenguaje no es tan eficiente para lograr una buena descripción.

Quien se expresara con estilo coloquial, diría: «No tengo palabras para explicar qué es desear».

Pero, dentro de tanta ineficiencia lingüística, algo podemos enunciar.

Los psicoanalistas amamos estudiar, discutir, opinar sobre el deseo.

Supongo que este gusto proviene de la propia dificultad, o porque constituye un desafío ideal para nuestra vocación, o porque imaginamos que nunca surgirá una respuesta que cancele las indefiniciones y por eso, con el deseo, nunca nos quedaremos sin trabajo.

Estamos casi todos de acuerdo en que el deseo es una rememoración de experiencias tempranas, en las que tuvimos satisfacciones tan intensas, que pretendemos repetir.

Las ganas de revivir aquellas sensaciones (ser mimados, protegidos, recibir regalos, sentir que estamos fusionados con el entorno, no tener responsabilidades, imaginarnos omnipotentes, poseer ideas mágicas), eso es desear.

Pero también están los derivados adultos del deseo infantil.

Uno de ellos es la codicia, el afán de tener más y más, sobrepasando el límite de lo realmente necesario para vivir. El esfuerzo por acaparar, acumular, ahorrar ilimitadamente.

Otra expresión adulta del deseo es lo que la moral católica denomina concupiscencia, que define como el apetito descontrolado de placeres pecaminosos (según la propia definición católica de lo que es pecar).

Entonces: Los pobres trabajan para cubrir sus necesidades vitales y los ricos empresarios —que las tienen sobradamente atendidas—, trabajan para satisfacer sus deseos.

En suma: la sociedad, como si fuera un individuo, trabaja para cubrir necesidades (pobres) y deseos (ricos).

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Club Goleadores de Fútbol

Al lenguaje humano, lo usamos como una herramienta o como un arma.

Lo usamos permanentemente para comunicarnos (herramienta), aunque suele ser usado para manipular, engañar, confundir (arma).

La política especializada en gobernar grandes colectivos (países, naciones, bloques, gremios), suele darse un nombre que procura sugerir alguna idea propagandística.

No conozco que existan instituciones partidarias que hayan elegido nombres como «Partido de los buenos» o «Partido de los mejores» o «Partido de los justos», porque tal grado de explicitación estaría demostrando, con excesiva claridad, cuál es la verdadera intención de sus integrantes.

Por el contrario, se han elegido nombres sugerentes, para que indirectamente se diga lo mismo, pero sin ser tan obvios.

Por ejemplo, «Partido Demócrata», «Partido Republicano», «Partido Socialista», «Partido Comunista», son denominaciones que pretenden sugerir la pureza de sus postulados, procuran hacer creer que son los legítimos (y por lo tanto, únicos) defensores de lo más esencial de la ideología que invocan en su denominación.

En otras palabras, el lenguaje usado de esta manera, intenta hacernos pensar que los únicos políticos con ideas democráticas pertenecen a ese partido y no a otro. Tratan de convencernos de que los comunistas, socialistas y republicanos, no aman la democracia, porque si la amaran, entonces serían del «Partido Demócrata».

Exactamente lo mismo ocurre con el «Partido Socialista» o cualquier otro que se autodenomine emblemáticamente, es decir, con una breve consigna que pretenda hacer pensar que «ellos —y sólo ellos— son los auténticos defensores de los valores que los identifican (democracia, comunismo, etc.)».

Como la mejor forma de esconder, es mostrar, quienes dicen ser los únicos y auténticos demócratas, comunistas o representantes exclusivos del valor supremo que sea, no son denunciados por su arrogancia e intención manipuladora, porque el descaro es tan grande, que no lo percibimos.

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La instalación de ideas refrescantes

Cuando compramos el equipo de aire acondicionado, llegaron los repartidores de la empresa proveedora y dejaron una cantidad de cajas cerradas en un lugar vacío que había preparado cuando sabía que vendrían.

Había mucho calor, el clima estaba molestándonos igual que siempre, pero ahora estaban esas cajas en un rincón del garaje, que habían sido compradas para disminuir la temperatura y la humedad del aire circulante en nuestra casa.

Los encargados de hacer la instalación nos habían agendado para un cierto día de la semana, a la hora 9:00 de la mañana.

Psicológicamente, creo que nos parecía que estábamos sufriendo el clima más que otras veces, aunque nuestra memoria nos decía que 35º de temperatura con 80% de humedad, era lo normal para esa época del año.

Finalmente llegaron los operarios, desplegaron sus herramientas, pidieron autorizaciones, anticiparon en qué consistirían las modificaciones del edificio, las perforaciones en las paredes, los cambios en la distribución de la corriente eléctrica y la incorporación de algunos desagües.

Pasaron las horas, aumentó el ruido, la cantidad de polvo volátil, las cajas fueron abiertas, salieron piezas envueltas en polietileno, amortiguadas por espuma rígida, estuches desechables y todo empezó a tomar la forma que habíamos pre-visto según lo que ya conocíamos y según las informaciones de los trabajadores.

Terminaron, probaron, aprobaron, pidieron una firma de conformidad, otros limpiaron, quedó nuestra casa con un artefacto que larga aire frío y retira la humedad ambiente.

Almorzamos algo muy simple, pero con una sonrisa de satisfacción.

Las personas poseemos lo que nos hace falta para tener una buena calidad de vida, pero suele ocurrirnos que nos falta saber cómo se ensamblan esas ideas para que funcionen.

Un psicoanálisis consiste en eso: exponemos nuestras ideas (cajas cerradas), para que el analista nos ayude a ordenarlas y funcionen (instalación).

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sábado, 17 de julio de 2010

«Me confirmó lo que yo temía»

Hace un tiempo atrás (1) les comentaba que el lenguaje también está presente cuando de ciertas cosas se habla poco o nada.

Se habla de las transgresiones de la prohibición del incesto que cometen algunos padrastros, pero no se habla de los propios deseos incestuosos.

Se habla de economía hasta el cansancio, pero no se habla del sorprendente pudor que tenemos para tratar los asuntos de dinero cada uno de nosotros.

El tema del que no hablamos, se convierte en misterioso, perturbador, temible.

Por este efecto, el silencio sobre los asuntos de los que no se debe hablar, se convierte en un mensaje lingüístico por omisión.

Es decir, la falta de discurso genera en nosotros sensaciones de que se nos está diciendo algo, tan importante y trascendente, que no se puede ni mencionar.

Conocemos el consejo que dice: «ante la duda, abstente».

En otras palabras, cuando no sepas qué hacer, no hagas nada.

También podría decirse así: «si tienes dudas, paralízate».

Hay personas expertas en el arte de dominar (¿paralizar?) por medio de la intriga.

Esta consiste en maniobras cargadas de significados confusos, ambiguos, ocultos, misteriosos, sugerentes, con muchos gestos que podrían significar cualquier cosa menos algo tranquilizador.

Las víctimas de una intriga son personas con un miedo especial a perder (la vida, la salud, seres queridos, tranquilidad, riqueza) y que tienen una visión pesimista de la realidad.

La falta de discurso explícito, activa esas ideas negativas que poseen.

Las personas intrigantes manipulan casi exclusivamente a los pesimistas porque, al presentarles un discurso hueco, carente de contenidos explícitos, estimulan la aparición de esas ideas negativas, pero como si fueran dichas por el intrigante.

El insidioso intrigante induce al pesimista para que confirme los temores que lo atormentaban y se hace pasar por el salvador a quien deberá obedecer.

(1) Esta “cosa” me provoca “cosa”
De eso no se hable

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Las palabras son parte del viento

Millones de personas recordaron durante años, qué estaban haciendo cuando se enteraron del asesinato de John Kennedy (1917-1963) (imagen).

Las personas que eran jóvenes o adultas en 1963, escucharon o leyeron un conjunto de palabras que transformaron sus cerebros.

Casi todas las técnicas terapéuticas utilizan algún específico, algún producto químico, que se ingiere como un alimento más y que —a veces y en ciertas personas—, es capaz de provocar cambios saludables (antibióticos, homeopatía, herboristería).

Todos los estímulos son transformadores de nuestro cuerpo, pero sólo unos pocos poseen tal magnitud como para reconocerles esa característica. La noticia del magnicidio (asesinato de un gobernante) la tuvo y por eso tantas personas recordaron qué hacían cuando la recibieron (rindiendo examen, viajando, haciendo una visita).

También son sensaciones transformadoras los consejos de nuestros educadores, lo que soñamos, la poesía de una canción, una mirada, un silencio, una caricia.

La modificación anátomo-fisiológica (del cuerpo y su funcionamiento) que producen los medicamentos, suele ser más visible porque su ingestión está precedida de un acto médico, una expectativa nuestra como consultantes, una sugestión (la publicidad, nuestro deseo, la esperanza con que nos alienta el facultativo), además de que la tomamos con el deliberado propósito (intención) de mejorarnos, aliviarnos, recuperar la salud.

Cada palabra, frase, oración, refrán, advertencia, ... son significantes, es decir, generan en nosotros un efecto de significación.

El efecto de significación es el resultado de una transformación anátomo-fisiológica que puede llegar a cambiar también nuestra actitud, nuestra conducta, nuestro estado de ánimo, el ritmo cardíaco, la cantidad de azúcar en la sangre, un calambre y un interminable etcétera.

Somos parte de los fenómenos naturales (viento, germinación, parasitismo, fases lunares, epidemias, sequías, etc.), y las palabras que oímos, leemos, pensamos o soñamos, también son fenómenos naturales, transformadores de los seres humanos y de algunas mascotas.

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martes, 22 de junio de 2010

Derogar «matrimonio»

Un hombre y una mujer deciden unirse. Con el primer hijo se inauguran la familia y los roles de «padre» y «madre» respectivamente.

El hombre y la mujer forman un matrimonio y al conjunto de bienes adquiridos, se le llama patrimonio.

Por como empiezan ambos vocablos, podemos pensar lo siguiente:

A la madre, le corresponde encargarse (administrar, gobernar, cuidar), los aspectos institucionales del vínculo, esto es, el matrimonio en cuanto a su integridad, bienestar, duración.

Asimismo, al padre le corresponde encargarse (administrar, regentear, cuidar) de los aspectos económicos de la institución matrimonial, esto es, el patrimonio en cuando a su utilización, conservación, crecimiento.

Dejando de lado los usos, costumbres y modas de cada época, los vocablos que usamos, provocan algunos sobreentendidos que nos influyen.

Así como los vocablos informático, herrero, jefe nos remiten a personas del sexo masculino que se dedican a la computación, a las artesanías con hierro y a dirigir un equipo, los vocablos matrimonio y patrimonio, también remiten a madre y padre respectivamente, y a categorías bien distintas: el matrimonio es una institución y el patrimonio es un conjunto de bienes.

Ahora observemos esto otro. Desde hace unos años a esta parte, han aumentado las uniones libres (concubinato) y los divorcios.

Es posible pensar que, al menos una de las causas de este fenómeno, está en que la madre no puede, no quiere o no desea continuar con aquel rol de administrar, gobernar y cuidar la institución matrimonial.

Si en lugar de matrimonio, usamos (asignamos, creamos) otra denominación que no le imponga a la madre responsabilidades que actualmente se entiende que deben ser compartidas por ambos cónyuges, ganaremos en estabilidad familiar.

Las familias funcionarán mejor, si derogamos palabras como matrimonio y patrimonio, que asignan injustificadamente roles por sexo.

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La prohibición del silencio

La esclavitud es un buen negocio para todos.

Es bueno para los esclavistas pues venden con ganancia, la producción de los esclavos que obedecen sus órdenes (plusvalía).

Es bueno para los esclavos porque sólo saben obedecer y se salvan de morir de hambre.

El verbo obedecer tiene su origen en ob-audire, esto es: «escuchar lo que dicen afuera». En otras palabras, quien obedece, no actúa por lo que piensa (desea), por lo que se diría a sí mismo, sino por lo que piensa (desea) otro.

La libertad de expresión es una de las banderas más agitadas por los defensores de la democracia.

¿Cómo funciona en los hechos?

El sistema educativo de los países democráticos verifica estrepitosos fracasos en el aprendizaje del lenguaje. Por lo tanto, la mayoría de los ciudadanos carecen del único instrumento adecuado para comunicarse y por eso sus deseos quedan encerrados en sus cabezas (insatisfechos, frustrados).

O sea, no pueden usar la libertad de expresión porque no saben cómo hablar o escribir de forma eficaz.

Los medios de comunicación (televisión, radio, Internet, editoriales), carecen de silencio. Los comunicadores están permanentemente hablando, mostrando, convenciendo profesionalmente.

O sea, no podemos usar la libertad de expresión por falta de silencio.

Conclusión

Esquemáticamente, el panorama queda planteado en estos términos:

— la mayoría que obedece (oye, escucha el deseo ajeno) gana menos dinero que la minoría que da las órdenes (habla o escribe, sabe cómo satisfacer su deseo en un régimen capitalista y democrático, donde libertad de expresión significa otra cosa diferente a lo que podría interpretarse con ingenuidad, credulidad, ignorancia, inocencia);

— la actitud obediente está causada por incompetencia verbal y porque en los hechos, la libertad de expresión está restringida para los pocos que acceden a un micrófono, a una cámara de televisión o a una imprenta y saben cómo usarlos.

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Quien roba a un ladrón merece perdón

En varias ocasiones (1) me he referido a la capacidad metafórica que tiene (o padece) nuestro pensamiento.

Los poetas son personas que tienen especialmente desarrollado este funcionamiento-padecimiento.

Para ellos, el amor es como un pájaro, la vida es un tren que un día llega a destino, la mujer es un ser mítico, irreal, mágico.

Lejos de considerar estos apartamientos de la racionalidad como algo peligroso, se los aplaude, compramos sus libros, alguien les agrega música para que todos cantemos.

Exactamente lo mismo ocurre con un delincuente, aunque la respuesta social es exactamente la contraria.

Los poetas que hacen metáforas contrarias a la ley (al bien público, los antisociales), son reprimidos, castigados y encarcelados ... porque no se han encontrado aún soluciones menos crueles y antipoéticas.

En su fuero interno, un ladrón puede estar seguro de que sólo trata de recuperar lo que le quitaron, lo que se merece por legítimo derecho.

Él no sabe por qué roba, o quizá dé explicaciones copiadas de lo que otros le informan, pero inconscientemente está cumpliendo la sentencia del título: «Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón».

Los casos más elocuentes se observan entre personas que no parecen necesitar el objeto del que se apoderan.

Esos objetos (artículos de una tienda, vehículos, joyas), seguramente representan (son metáfora de) el amor que no sienten recibir.

Efectivamente, un análisis desapasionado, nos llevará a esa conclusión en nueve de cada diez casos.

El fenómeno siempre ingresa en un círculo vicioso, porque el delincuente cada vez recibe más rechazo y —como no sabe lo que está buscando inconscientemente—, queda atrapado en una conducta, que será irreversible, excepto que las circunstancias satisfagan su verdadero deseo de amor.

Conclusión: Cuando el amor frustrado se simboliza, tenemos poesía, pero cuando se actúa, podemos tener delincuencia.

(1) La mujer de Juan Pérez
El adulto con título habilitante
¿Cuánto pesa Urano?
En otoño los árboles tienen calvicie
Cambiar es morir un poco

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A Perfecto se lo llevaron preso

Los novelistas, cada vez que leen su obra, le encuentran defectos para corregir.

¿Por qué les pasa esto a los escritores?

Existen dos buenos motivos (y quizá alguno más que yo no veo).

1) Aunque no sea perceptible, estamos cambiando continuamente. El libro publicado siempre es el mismo, pero los que cambian son el autor y los puntos de vista con que lee.

2) El lenguaje también es mutante. Continuamente los vocablos están teniendo pequeñas modificaciones en su significado, especialmente en lo que connotan.

Por ejemplo,

— la palabra «gripe», para algunos significa ‘malestar que se cura con tres días de reposo’ y para otros significa ‘enfermedad grave’;

— un «homosexual» era una persona que debía ser curada pero hoy es una persona con una opción sexual respetable;

— Barack Obama le cambió el significado a la palabra «negro».

Todos conocemos el refrán que dice «Lo perfecto es enemigo de lo bueno».

En nuestra cultura, se gasta mucho dinero publicitando la perfección, lo infalible, lo inmejorable.

¿Por qué hacemos esto?

1) Pedagógicamente, nos piden la perfección con la esperanza de que nos esforcemos al máximo;

2) Quien exalta la perfección, en realidad dice: «Hablo de perfección porque soy perfecto»;

3) Mucha gente deja de competir cuando observa que los demás tienen expectativas demasiado altas. Por lo tanto, la publicidad del perfeccionismo le es útil a quienes procuran desestimular a los competidores.

4) Los que prefieren no hacer, no participar, no exponerse, alegan: «O lo hago perfecto o no lo hago».

En suma: La naturaleza es un buen referente porque tiene millones de años de evolución y sin embargo, luego de nueve meses de gestación, entrega a los seres humanos tan incompletos, que ni en noventa años logramos la perfección.

Artículos vinculados:

La buena salud no existe
¿A qué hora te crucifican?
Mi mamá y mi marido mi miman
Soy peor que perfecto
«Los mártires gozamos sufriendo»
La imperfección productiva

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Que de eso no se hable

Es conocido por todos el proverbio que dice «perro que ladra, no muerde».

Quizá no sea tan popular la interpretación de esta idea.

Brevemente significa que las amenazas (ladrido) nunca se cumplen (no muerde).

Mi experiencia contradice estas aseveraciones: mi madre me amenazaba y luego me zurraba. Lo probé varias veces y el proverbio siempre me falló. Al menos con ella.

De todos modos, algo de verdad hay en todo esto.

Hace unos meses les comentaba en otro artículo (1) que los seres humanos manejamos el lenguaje no solamente con el uso de las diferentes expresiones lingüísticas, sino también —y de forma mucho más efectiva—, no usándolo, es decir, con los silencios, no hablando de ciertos temas.

Quiero comentarles algo referido a este uso de la no-palabra.

1) Es muy poco probable que en nuestra vida, hablemos del incesto. Excepto quienes por algún motivo personal se vean en la situación de tratar el tema, casi nunca se habla ni se escribe sobre él.

Este silencio genera el más estricto cumplimiento de la prohibición del incesto. No se habla de eso precisamente para asignarle la mayor imperatividad posible a la norma.

2) ¿Cuántas buenas descripciones del orgasmo ha oído o leído usted? ¿Pocas? No, ¡ninguna!

Se habla del él pero no se lo describe porque el lenguaje aminora deliberadamente su eficacia comunicativa con aquello que se deteriora cuando se verbaliza, se pone en palabras, se simboliza.

3) En castellano existen la palabra rico y la palabra rica. En este vocablo tenemos la expresión masculina y la femenina. Sin embargo, para la palabra pobre, no tenemos distinción de géneros.

He aquí otra carencia lingüística que podría colaborar para preservar la pobreza.

En suma: Tenemos limitaciones lingüísticas en aquello que inconscientemente queremos conservar (prohibición del incesto, orgasmo, pobreza).


(1)Esta “cosa” me provoca “cosa”

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El matrimonio entre homosexuales

Es natural y saludable discutir sobre el matrimonio entre homosexuales.

Discutir es bueno por dos motivos:

1) Para escuchar los diferentes argumentos que cada uno tiene a favor o en contra;

2) Porque discutir es tan aeróbico como correr, nadar o levantar pesas.

Discutir es bueno para la salud física, mental y social.

Habría un tercer beneficio: cuando se puede discutir, se está haciendo uso de la función simbólica (el lenguaje) que, usada eficazmente, tramita un monto de agresividad que ya no tiene por qué ser canalizado a través de la violencia física.

Por lo tanto, es muy bueno que exista una discusión sobre las ventajas y desventajas de que dos personas del mismo sexo se unan en matrimonio, porque siempre es bueno discutir y porque además el tema es interesante.

Creé un blog (La única misión) que reúne mis diferentes aportes sobre lo único que tenemos para hacer realmente los humanos y cualquier otro ser vivo: conservarnos (como individuos y como especie).

A partir de esa premisa, es obvio que cuando dos personas del mismo sexo se unen, sexualmente son estériles.

Por lo tanto la misión de reproducirse queda excluida.

Si alguien se escandaliza porque ese matrimonio no tendrá hijos, basta pensar que hace siglos aceptamos de buen grado el celibato de algunos religiosos (mayoritariamente católicos en el área hispano-parlante).

En otro orden, es aberrante que una mujer no tenga autorización para abortar cuando lo desee.

Por lo tanto, si es humanamente razonable interrumpir un embarazo, es humanamente razonable que dos personas se asocien para compartir la vida aunque no puedan reproducirse.

Como esa única misión que tenemos los seres vivos, incluye conservar la propia vida, es legítima la libertad de procurarlo en soledad o asociándose con quien o quienes se prefiera.

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