Busqué el vocablo «zap» en un diccionario de habla inglesa y lo define como «matar».
Por lo tanto, «zapping» refiere a la acción de matar. Inclusive, algunos angloparlantes lo utilizan para nombrar la cocción con microondas.
Me parece que los idiomas no son traducibles sino por aproximación. No existe una correlación exacta entre los lenguajes.
Lo mejor que puede lograr un traductor consiste en suponer qué sentimientos tenía el autor extranjero y luego tratar de expresar ese sentimiento en su lengua materna.
En suma, los diccionarios bilingües sólo aportan una idea aproximada (que no es poca cosa).
Por lo tanto, cuando el hombre de la casa (independientemente de su sexo biológico) detenta el uso del control remoto del televisor (invento que ya cuenta con casi sesenta años!!), lo utiliza tal cual un revólver, un fusil, una ametralladora, un lanza misiles portátil, una bazuca, aniquilando despiadadamente todo lo que a él no le gusta.
Claro que él (o ella), no es consciente de la agresividad que descarga ese pulgar que gatilla los botones del mortífero artefacto, pero en lo profundo de su psiquis, hay furia, omnipotencia, sed de venganza por todas las veces que le dijeron que estaba molestando, que su trabajo era mediocre, que mejor sería que no dijera tonterías.
Él sabe que tras esa teatralización de gente enojadísima, llorosa e intrigante, o de ese anuncio de jabones, o de ese noticiero, hay miles de dólares gastados en producción, traslados, equivocaciones, llegadas tarde que alguien recriminó, vendedores que adularon para conseguir inversores y mucho esfuerzo de gente igual que él.
Cambiar de canal displicentemente es un gesto arrogante, intenso, sublime.
Quizá alguna sirena suene en la lejanía, pero él sabe de su impunidad. Nadie se atrevería a acusarlo.
¡Cuánta felicidad le debemos a este humilde artefacto!
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miércoles, 22 de diciembre de 2010
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