La esclavitud es un buen negocio para todos.
Es bueno para los esclavistas pues venden con ganancia, la producción de los esclavos que obedecen sus órdenes (plusvalía).
Es bueno para los esclavos porque sólo saben obedecer y se salvan de morir de hambre.
El verbo obedecer tiene su origen en ob-audire, esto es: «escuchar lo que dicen afuera». En otras palabras, quien obedece, no actúa por lo que piensa (desea), por lo que se diría a sí mismo, sino por lo que piensa (desea) otro.
La libertad de expresión es una de las banderas más agitadas por los defensores de la democracia.
¿Cómo funciona en los hechos?
El sistema educativo de los países democráticos verifica estrepitosos fracasos en el aprendizaje del lenguaje. Por lo tanto, la mayoría de los ciudadanos carecen del único instrumento adecuado para comunicarse y por eso sus deseos quedan encerrados en sus cabezas (insatisfechos, frustrados).
O sea, no pueden usar la libertad de expresión porque no saben cómo hablar o escribir de forma eficaz.
Los medios de comunicación (televisión, radio, Internet, editoriales), carecen de silencio. Los comunicadores están permanentemente hablando, mostrando, convenciendo profesionalmente.
O sea, no podemos usar la libertad de expresión por falta de silencio.
Conclusión
Esquemáticamente, el panorama queda planteado en estos términos:
— la mayoría que obedece (oye, escucha el deseo ajeno) gana menos dinero que la minoría que da las órdenes (habla o escribe, sabe cómo satisfacer su deseo en un régimen capitalista y democrático, donde libertad de expresión significa otra cosa diferente a lo que podría interpretarse con ingenuidad, credulidad, ignorancia, inocencia);
— la actitud obediente está causada por incompetencia verbal y porque en los hechos, la libertad de expresión está restringida para los pocos que acceden a un micrófono, a una cámara de televisión o a una imprenta y saben cómo usarlos.
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martes, 22 de junio de 2010
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