Tantos artículos publicados sobre las molestias del vivir, terminaron formando un blog con el lacónico nombre de Vivir duele.
En ese sitio, encontrará explicaciones más o menos racionales, —aunque todas psicoanalíticas—, sobre los motivos y justificaciones para que tengamos que sentir molestias o dolores, para seguir vivos.
Ahora les haré un comentario sobre la diferencia que existe entre necesidad y deseo, porque ambos provocan incomodidad y placer.
El hambre es la necesidad más conocida y fácil de explicar.
Cada cierta cantidad de horas, sentimos una molestia estomacal que se calma comiendo. Cuando empezamos a comer, cierta molestia diferente, nos anuncia que deberemos parar de comer (saciedad).
El deseo es menos conocido y es más difícil de explicar.
Me animaría a decirle otra cosa: nuestro lenguaje parece ser pobre para explicar el deseo y eficiente para explicar las necesidades.
Pero, por el motivo que sea, trataré de balbucear una descripción del deseo.
El deseo es una fuerza constante, (a diferencia de las necesidades que aparecen y desaparecen).
El deseo no se satisface con algo específico (como la necesidad de comer o beber). Esa fuerza constante nos impulsa para estudiar arte barroco y sin haber empezado con este emprendimiento, nos surge el anhelo de cambiar el auto o de llamar a nuestro padre para decirle cuánto lo queremos.
El deseo no se manifiesta en órganos específicos como el hambre, la sed o la necesidad de descansar. Parece estimularnos cualquier parte del cuerpo e inclusive, ninguna.
Y lo que resulta más perturbador: el deseo es insaciable.
La típica imagen del burro que persigue una zanahoria, lo representa bien.
También es una buena comparación lo de «piedra en el zapato».
Comenzar a satisfacer el deseo, produce placer, pero la saciedad sólo se logra falleciendo.
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miércoles, 9 de junio de 2010
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