martes, 22 de junio de 2010

Que de eso no se hable

Es conocido por todos el proverbio que dice «perro que ladra, no muerde».

Quizá no sea tan popular la interpretación de esta idea.

Brevemente significa que las amenazas (ladrido) nunca se cumplen (no muerde).

Mi experiencia contradice estas aseveraciones: mi madre me amenazaba y luego me zurraba. Lo probé varias veces y el proverbio siempre me falló. Al menos con ella.

De todos modos, algo de verdad hay en todo esto.

Hace unos meses les comentaba en otro artículo (1) que los seres humanos manejamos el lenguaje no solamente con el uso de las diferentes expresiones lingüísticas, sino también —y de forma mucho más efectiva—, no usándolo, es decir, con los silencios, no hablando de ciertos temas.

Quiero comentarles algo referido a este uso de la no-palabra.

1) Es muy poco probable que en nuestra vida, hablemos del incesto. Excepto quienes por algún motivo personal se vean en la situación de tratar el tema, casi nunca se habla ni se escribe sobre él.

Este silencio genera el más estricto cumplimiento de la prohibición del incesto. No se habla de eso precisamente para asignarle la mayor imperatividad posible a la norma.

2) ¿Cuántas buenas descripciones del orgasmo ha oído o leído usted? ¿Pocas? No, ¡ninguna!

Se habla del él pero no se lo describe porque el lenguaje aminora deliberadamente su eficacia comunicativa con aquello que se deteriora cuando se verbaliza, se pone en palabras, se simboliza.

3) En castellano existen la palabra rico y la palabra rica. En este vocablo tenemos la expresión masculina y la femenina. Sin embargo, para la palabra pobre, no tenemos distinción de géneros.

He aquí otra carencia lingüística que podría colaborar para preservar la pobreza.

En suma: Tenemos limitaciones lingüísticas en aquello que inconscientemente queremos conservar (prohibición del incesto, orgasmo, pobreza).


(1)Esta “cosa” me provoca “cosa”

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