viernes, 1 de octubre de 2010

¡¿Cómo?! ¡No te comprendo!

Según el psicoanálisis, nuestra psiquis se organiza a partir de ciertos hechos ocurridos en nuestra primera infancia.

Nacemos sin terminar, incompletos. El útero nos larga a medio hacer.

De hecho, el embarazo continúa afuera y por eso la madre ocupa un rol tan importante en nuestras vidas (aunque seguramente, ya es posible sustituirla por una niñera, abuela o padre).

Dejemos estos detalles de lado, y centrémonos en lo que ocurre la mayoría de las veces: nuestra mamá nos continúa atendiendo, ahora fuera de su útero.

En este nuevo sitio dependemos de la comunicación, porque el cordón umbilical ya no está para proveernos lo necesario.

La primera palabra es el llanto con el cual el niño le dice a su mamá: «Necesito que me des la Cosa».

Digo «la Cosa», porque el niño sólo hace saber que necesita algo y queda bajo la responsabilidad de los adultos, saber si quiere comer, que lo higienicen, que lo abriguen o que lo acaricien.

Efectivamente tenemos acá el primer objeto necesario al que podemos llamar Cosa porque es inespecífico, impreciso. Él no sabe comunicarlo con mayor claridad.

Aunque suene raro, la segunda palabra es el silencio.

Efectivamente, el niño silencioso está diciendo claramente «estoy bien».

Por lo tanto, resumiendo: cuando la gestación continúa fuera del útero, los intercambios se regulan por medio de una comunicación de dos «palabras»: el llanto que dice «necesito una Cosa» y el silencio que dice «no necesito nada».

Como ve, le estoy proponiendo que usted acepte al silencio como una pieza comunicativa.

Más aún: le estoy diciendo que el silencio es más preciso que el llanto, porque claramente dice que está bien, mientras que el otro nos vuelve locos porque nos obliga a probar, ensayar, tantear, hasta que se calle.

¿Usted qué prefiere: hablar o callarse? ¿Se siente comprendido?

●●●

No hay comentarios: