sábado, 3 de septiembre de 2011

Contraindicaciones de un segundo idioma

La condición de bilingüe (o políglota) tiene más inconvenientes que beneficios.

Hasta donde he podido entender, estudiar un segundo idioma no es todo lo conveniente que parece.

Nuestras culturas hispanoparlantes están fuertemente influenciadas para que hablemos español e inglés.

Los argumentos más frecuentes para dominar el uso de una segunda lengua tienen como argumento principal la libertad de visitar otros pueblos, así como también la posibilidad de leer directamente a sus poetas y novelistas.

Los inconvenientes de esta moda o tendencia, son:

— El tiempo y esfuerzo dedicado a un segundo idioma, generalmente se le resta al estudio de la lengua materna;

— Los hispanoparlantes poseemos un idioma particularmente complejo cuyo conocimiento básico requiere una fuerte dedicación;

— Conocer un segundo idioma suele ser interpretado como un embellecimiento cultural, como un enriquecimiento intelectual, como un rasgo de erudición, todo lo cual sólo tiene valor narcisístico, superficial, exhibicionista;

— Además del gasto en tiempo y esfuerzo, también es preciso un gasto en dinero porque como inversión generalmente tiene baja rentabilidad por el poco uso que suele dársele en la práctica;

— La mayoría de quienes hacen el intento de ser bilingües, terminan hablando mal el idioma principal y olvidando el alternativo;

— Si viajamos a países con un turismo suficientemente desarrollado, encontraremos expertos en vendernos servicios de traductorado;

— La globalización ha logrado que sean muy escasos los productos que sólo se encuentran en algún lugar geográfico determinado. La mayor variedad de objetos y servicios están o pueden llegar a estar en cualquier punto del mundo civilizado;

— Existen soluciones informáticas que hacen traducciones con mejor nivel que cualquier estudiante avanzado;

— La fonética del segundo idioma suele ser inalcanzable para casi todos.

— Es probable que la universalización del idioma inglés sea parte de la política colonizadora de los angloparlantes, a la cual no tenemos por qué adherir.

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