Aceptamos como verdaderas las noticias más repetidas en las
redes sociales sin preocuparnos por la confiabilidad de la fuente.
La fonética y la escritura en cada idioma son
distintas. Para un hispano los pájaros hacen «pío-pío» pero para un anglosajón hacen
«tweet-tweet» (se pronuncia: tuit-tuit). La misma ave, gorjea diferente según
la forma de oír que tiene cada pueblo.
Al
consultar un diccionario inglés-español, observamos que para los
anglo-parlantes «twit» significa «imbécil» mientras que «tweet» significa
gorjear, piar.
Buscando un
poco más vemos que la traducción de «twitter» es «gorjeo, parloteo, cotorreo».
Estas
reflexiones lingüísticas en torno a un tema que los hispanos manejamos mal,
porque para conocer un idioma en profundidad hay que aprenderlo al nacer, son
reflexiones que adolecen de las mismas características que posee la abundante
información que circula en la web y que cada vez es más consultada y utilizada,
inclusive para tomar decisiones.
Las
personas mayores de treinta años aprendimos a confirmar los datos en libros de
papel que traían el aval de una empresa editora.
Estos
libros requerían un alto grado de confiabilidad porque un texto publicado con
errores no puede enmendarse y el desprestigio implicaría un suicidio
empresarial y una muerte virtual del autor.
Actualmente
es común que consultemos «qué se está diciendo-opinando-comentando» en Google,
Facebook y Twitter.
Los
contenidos accesibles a nuestra consulta carecen de confirmación.
Los
administradores de cada página web podemos modificar su contenido en cualquier
momento y tenemos muy variados niveles de capacitación y ética.
La propia
raíz lingüística del vocablo Twitter parece advertirnos que sus contenidos
pueden ser meros parloteos de un imbécil.
Si esta
reflexión fuera correcta, podríamos pensar que la humanidad está entendiendo
que las sacrosantas «verdades» no son tan necesarias pues nos importa la
popularidad de una opinión y no tanto su verificación.
(Este es el Artículo Nº 1.943)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario