Aunque estudiamos para desarrollar una vocación,
estudiamos fundamentalmente para que la sociedad que integramos nos reconozca
como SERES (humanos).
Si bien todos tenemos dudas
sobre qué fue primero, si el huevo o la gallina, padezco una duda similar
cuando me pregunto si los humanos actuamos como se nos ocurre —y luego
describimos con palabras de nuestro idioma eso que hicimos—, o por el
contrario, es el lenguaje el que nos obliga a realizar ciertas acciones.
Me explicaré de otra forma:
Cuando estudiamos hasta
terminar una carrera de abogacía, alfarería o diseño, podemos decir ante los
demás, sin que nadie tenga derecho a contrariarnos: «Yo SOY abogado»,
«Yo SOY alfarero» o «Yo SOY diseñador».
Mi duda está en si alguien estudió lo que estudió porque le gustaba,
porque se le ocurrió, porque no tuvo nada mejor para hacer o, por el contrario,
estudió lo que estudió porque necesitaba poder decir, sin que nadie tuviera
derecho a contrariarlo, «Yo SOY (abogado, alfarero o diseñador)».
Aunque parece obvio que todos
estudiamos porque se nos ocurre, (para lo cual decimos que estudiamos según
nuestro libre albedrío), es admisible
la suposición de que estudiamos, en primer lugar, porque necesitamos SER ante
los demás, necesitamos ser reconocidos, porque a pesar de que nos sentimos con
vida anatómica, algo nos lleva a buscar el reconocimiento de nuestro semejantes
dentro del colectivo que integramos.
Como no creo que seamos tan
libres como para hacer lo que se nos ocurre, tiendo a pensar que somos seres
gregarios, que dependemos en gran medida de sentirnos integrantes de algún
colectivo (familia, equipo deportivo, nación).
Si esto fuera cierto (que
somos profundamente sociales y escasamente autosuficientes), entonces, cuando
buscamos una identidad que los demás nos reconozcan, lo que hacemos es un
esfuerzo para SER (abogados, alfareros, diseñadores). Necesitamos titularnos
como SERES (humanos).
(Este es el Artículo Nº 2.087)
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