viernes, 25 de febrero de 2011

La insatisfacción vitalicia

El consumismo funciona porque la maravillosa vida intrauterina algún día se termina.

La historia de todo ser humano es muy triste porque comenzamos ricos y vivimos el resto de la existencia con mucho menos de lo que tuvimos al principio.

Según fuentes generalmente dignas de confianza (me refiero a los psicoanalistas que exhiben éxitos terapéuticos), la riqueza inicial es la vida intrauterina más un período posterior al parto que dura poco más de un año.

Durante el embarazo, vivimos en la máxima satisfacción que cualquiera de nosotros puede conocer.

Los acontecimientos que siguen nos van imponiendo la privación de ese paraíso y no paramos de intentar recuperarlo.

Observe que nadie se acuerda de la vida dentro del útero y difícilmente recuerde lo que ocurrió en el primer año de vida, pero sin embargo hay evidencias (por nuestros sueños, actos fallidos, síntomas psicosomáticos) de que fue lo mejor que nos ocurrió: Temperatura ideal, alimentación balanceada, ingravidez y comodidades superiores al mejor hotel con servicio “todo incluido”.

Como aquella riqueza queda en nuestro inconsciente como frustración no verbalizada (porque el lenguaje se desarrolla más tarde), sentimos que algo nos falta y no sabemos exactamente qué es.

Este anhelo inespecífico, que no podemos expresar en palabras (inefable) porque cuando se generó aún no sabíamos hablar, lo llamamos deseo.

Como un deseo insatisfecho puja por realizarse y como este deseo primitivo no sabemos cuál es, entonces comenzamos a hacer tanteos durante toda la vida.

Por ejemplo: Vamos a ese hotel all inclusive cinco estrellas, disfrutamos, gastamos una fortuna y cuando volvemos, nos parece que fue insuficiente ... entonces ahorramos durante veinte años para comprar la casa de nuestros sueños, pero luego que la habitamos, otra vez aparece la interminable insatisfacción, y así hasta morir porque el deseo original nunca se cancela.

Artículo vinculado:

El feto millonario

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