viernes, 25 de febrero de 2011

Los especialistas no se entienden

Cada vez podemos aprovechar menos lo mucho que sabemos porque la mayoría de los especialistas cree que su especialidad es la única importante, desprecian a las demás y el diálogo es escaso o inexistente.

No tengo fe en que la ciencia pueda resolver al problema de la pobreza patológica y milenaria que nos avergüenza.

En realidad no nos avergüenza tanto porque los humanos, al creernos los reyes de la creación, no podemos percibir los errores de la especie.

A medida que la búsqueda de información, la clasificación y acumulación de datos se torna más compleja, me atrevería a decir que cada vez sabemos menos.

Es que tanta información no cabe en nuestros modestos cerebros y por eso cada uno de nosotros no tiene más remedio que especializarse en una pequeñísima parte de un todo que parece cada vez más grande.

Cinco siglos antes de nuestra era, existían personas que hoy podemos llamar sabios porque sencillamente, sabían todo lo que había para saber.

No pasaron muchos siglos de nuestra era y los sabios ya empezaron a escasear hasta extinguirse definitivamente hace más de un milenio.

La cantidad de conocimientos aplastó literalmente nuestra capacidad de memoria, retención y, sobre todo, de comprensión.

Por eso existen los especialistas: personas que aplican toda su capacidad de comprensión, estudio y recordación a una mínima parte del conocimiento existente.

Para colmo de males los especialistas recibieron el fervor popular. Una mayoría cree que saber mucho de poco, es un signo indiscutible de inteligencia, de elevación, de estatus.

Por eso es que cada vez podemos utilizar menos los conocimientos: porque cada especialidad tiene su lenguaje (jerga), su lógica y cree ser la más importante. Esto impide definitivamente que los especialistas puedan dialogar como para integrar (juntas, aunar) conocimientos que terminen con la pobreza patológica.

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