Las palabras pueden golpear tanto o más que un puño
cerrado. Existen «golpeadores»
de ambos sexos que nunca golpean.
La antigua afirmación que dice «perro que ladra no
muerde» tiene valor de metáfora, es decir, el uso más importante que le damos
no es para explicar la trivialidad de que esos animalitos no pueden usar sus
fauces para dos cosas a la vez, (si ladra no muerde y mientras muerde no puede
ladrar), sino para significar, por ejemplo, que cuando una persona amenaza,
(ladra), es porque no piensa cumplir lo que expresa en la amenaza, (morder).
Pero veamos algo más importante
aún: cuando el perro tiene ocupada la boca en ladrar NO PUEDE morder, con lo
cual podríamos pensar que la mencionada afirmación metafórica dice algo más
contundente: cuando alguien amenaza NO PUEDE cumplir su amenaza.
¿Esto significa acaso que la
amenaza fue estéril, inocua, ineficaz? No, probablemente no lo fue.
Si bien el amenazante agotó su
energía en pura amenaza, este mensaje agresivo produjo sus efectos en el
amenazado.
Efectivamente, con excepción de
los psicópatas, todos somos alterados cuando comprendemos que nos están
amenazando.
Nuestra comprensión es
importante porque si el mensaje nos llega en un idioma desconocido quizá no
cumpla su objetivo de castigarnos.
Por lo tanto, cuando alguien
profiere una amenaza suele perder la energía necesaria como para cumplirla,
(quien dice «te daré un golpe» quizá se quede sin fuerza para propinarlo y cumplir
su amenaza), sin embargo la intención agresora es bastante
eficiente porque el amenazado se siente mal como si lo hubieran golpeado: se
enoja, siente miedo, se preocupa, con lo cual «el golpe» simbólico (en forma de
palabras, en forma verbal), cumple su objetivo provocando un malestar igual o
mayor al que provocaría el golpe físicamente aplicado.
Conclusión: Existen
«golpeadores» que nunca golpean.
Teatro
humorístico (aunque no tanto) con Guillermo Francella y Cecilia Milone.
(Este es el Artículo Nº 1.824)
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