Cuando tratas de demostrar que aportas más que el resto, comprende que sólo estás comparando palabras, elementos intangibles que no pueden compararse.
A veces surgen conversaciones, y también
discusiones, sobre quién sufre más.
Todos hemos sido testigos, y quizá también
protagonistas, de esta suerte de competencia por el martirio, en el que se
corona capeón quien sufre más que los demás.
En lugar de comparar quien hace más goles,
recorre una cierta distancia en menos tiempo o levanta pesos mayores, el mérito
premiado es sufrir, resistir, tolerar, aguantar, sobrellevar, soportar...,
¡¿pero qué estoy diciendo?! En las competiciones deportivas se compite por lo
mismo
— porque gana quien hace más goles a quienes
luchan para que no se los hagan;
— porque gana la carrera quien se esfuerza
(sufre) más que los demás;
— porque quien levanta más peso lo hace
luchando contra la fuerza de gravedad del planeta.
Las discusiones sobre quién sufre más son
entonces una competencia en el plano simbólico, porque es mediante el lenguaje
que los competidores presentan sus
performances para que estas sean comparadas con las otras propuestas,
desconociendo, en el fervor del debate, que los intangibles no pueden ser
comparados cuantitativamente.
Esta
imposibilidad de comparar propuestas intangibles, por ser simbólicas,
discursivas, lingüísticas, es lo que provocan las subidas de tono, los
insultos, los gestos agresivos, los gritos y eventualmente algunos golpes que
le agreguen sustancia tangible a las propuestas intangibles («yo trabajo más
que tú», «hago tareas que nadie quiere hacer», «estudié y sé más que ustedes»).
¿Para
qué pueden servirte, este artículo y todos los que se les parecen? Para que,
cuando te veas tratando de demostrar que sufres más que el resto, comprendas
que estás comparando elementos intangibles, que no tienen materialidad
demostrable y que los puños o gritos son ineficaces para convertirlos en
tangibles.
(Este es el Artículo Nº 1.975)
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