Para entender tenemos que
analizar la realidad, es decir, descomponerla en sus partes, pero luego no
logramos rearmarla (sintetizar).
La frase bíblica: «Pasará más fácil
un camello por el ojo de una aguja que un rico por la puerta del cielo», no
solamente está desestimulando la acumulación de riquezas, sino que además está
señalando algo más grave, si consideramos que el «cielo» puede ser algo
indiferente para muchas personas.
El centro de este artículo se refiere a que los humanos, para pensar,
tenemos que «desmenuzar», analizar, descomponer en sus
partes aquello que deseamos entender.
Dicho de otro modo, no podemos pensar ideas
muy grandes, generales, complejas. Para entender dónde estamos parados,
necesitamos tener nociones sobre cómo es el planeta, luego algo de topografía
de los terrenos, los cursos de agua, las poblaciones, los caminos, las calles,
las direcciones. Recién entonces podemos entender esos carteles que nos dicen
«Usted está acá».
Lo mismo ocurre con la historia, la biología
y cualquier otra rama del saber. Como solo podemos entender ideas simples,
elementales, básicas, precisamos descomponer las ideas complejas hasta su
mínima expresión.
Los idiomas tienen tantas palabras porque
deben tener nombres para las partes en que debemos descomponer la realidad y
además, para nombrar las relaciones que existen entre esas partes.
Esta miniaturización de la realidad que
tenemos que hacer para poder entenderla, podría describirse diciendo que «para
poder entender el todo, necesitamos descomponerlo en piecitas que puedan pasar
por el ojo de una aguja».
La historia de cómo tratamos de entender lo
que nos rodea, no está teniendo un final feliz.
Efectivamente, cada vez que desmenuzamos lo
que deseamos conocer, utilizando miles de palabras para describir pieza por
pieza y sus posibles vinculaciones, tenemos dificultades para rearmar lo que
habíamos desarmado (analizado). De hecho, nunca pudimos revivir un camello.
(Este es el Artículo Nº 2.027)
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