Es probable que el hábito de postergar la solución de los
problemas desaparezca conociendo la etimología del vocablo «problema».
A veces la etimología de una palabra nos
arroja alguna luz esclarecedora de su sentido más profundo. Hagamos el intento
con la palabra «problema».
Según
parece se trataría de una palabra compuesta por el prefijo pro- que connota
«adelante» y la palabra «emblema» que alude a «lanzar, arrojar».
En la
actualidad la palabra «problema» alude a «dificultad, tarea, propuesta».
Con estos modestos insumos intento hacerles un
comentario que, como todos los demás, alberga la muda esperanza de que nuestros
cerebros le encuentren al concepto «problema» las mejores combinaciones con los otros
conceptos en los que estamos flotando lingüísticamente desde que nacimos.
Ya aclaro este párrafo tan confuso.
Podemos decir, juntando la acepción actual con
la etimológica, que para nuestro cerebro, cuando se le presenta algo que él
identifica como «problema»,
tendrá la tendencia a considerarlo «una tarea que debo tirar para adelante»
(tarea+lanzar+hacia adelante).
En otras
palabras: es altamente probable que la reacción natural de nuestro cerebro,
programado por una especie de sistema operativo parecido a Windows pero que
llamamos «lenguaje», reaccione postergando la realización de la tarea o la
solución de la dificultad.
Por lo
tanto, si mi razonamiento fuera correcto (para lo cual existen amplias
probabilidades), sería posible que muchos cerebros, que aún no hayan conocido
esta interpretación que usted está tratando de entender en este momento,
reaccionen instintivamente abandonando, postergando su abordaje, anteponiendo
cualquier otro tipo de actividades que les permitan sacárselos de encima «como
el lenguaje le está ordenando» desde la significación y la etimología.
Una vez
leída y entendida esta propuesta, sería esperable que con el paso del tiempo
(digamos una semana o dos, quizá un mes), usted encare los problemas sin
demora.
(Este es el
Artículo Nº 1.571)
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