Solemos entender menos lo que ocurre a nuestro
alrededor porque carecemos del procedimiento adecuado para hacer el intento.
Debemos quitarnos la ilusión de que algún día
entenderemos todo. Este es el gran error que nos aleja de captar algo sobre
dónde estamos parados. La modestia de nuestras pretensiones colabora para que
podamos saber lo suficiente, ignorar la mayoría de lo que ocurre, descartar los
infinitos detalles que no nos importan porque no nos afectan, recordar que «lo perfecto es enemigo de lo
bueno».
Obtiene
mejores resultados una persona un poco distraída que una persona obsesionada
con la perfección de los detalles.
Algo que
también nos dificultad entender dónde estamos parados es privarnos de las
simplificaciones racionales: en vez de observar a nuestra comunidad de 100.000
personas, tratemos de imaginarla de tan solo diez personas, para que los datos,
las reflexiones y los razonamientos puedan ser efectuados con números
mentalmente manejables.
Imagino que
en nuestra ciudad somos tan solo diez personas: yo y nueve más.
¿Qué me gustaría que ocurriera en esta especie de familia?
Por ejemplo, me gustaría que nos lleváramos bien, que todos colaboraran
en las tareas de cocinar y limpiar, que los gastos fueran pagados entre todos,
que las actitudes de los otros nueve fueran previsibles y que no me
sorprendieran con actitudes antisociales.
Es casi seguro que las personas que mejor den satisfacción a estas
aspiraciones, serán las más respetadas y queridas.
Existen muchas evidencias de que las personas que mejor utilizan el
lenguaje son más ordenadas, disciplinadas e informadas... más respetadas y
queridas.
Cuando
incorporamos el lenguaje (idioma, competencia lingüística) estamos incorporando
su gramática y estamos incorporando a nuestra esencia esa actitud ordenada,
disciplinada y previsible que nos hará respetados y queridos.
(Este es el
Artículo Nº 1.565)
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