viernes, 1 de junio de 2012

La necesaria avaricia con humildad



Funcionaríamos bien si los problemas nos tornaran audaces trabajadores y las soluciones nos tornaran avaros pero humildes.

Tenemos datos de que nuestras funciones perceptivas de la realidad distan de ser confiables:

— Imaginemos a un cazador con una escopeta con el caño torcido;
— Imaginemos a un buzo que intenta reparar la parte sumergida de un buque, con las mangueras proveedoras de oxígeno perforadas;
— Imaginemos un herrero con un martillo de goma;
— Imaginemos a un bombero con un camión cisterna lleno de nafta;
— Imaginemos a un excelente jugador de fútbol con botines dos talles más pequeños;
— Imaginemos a un corredor de Fórmula 1 con el parabrisas sucio con barro;
— Imaginemos a un presidente que sólo está asesorado por técnicos que hablan un idioma incomprensible para él;
— Imaginemos una cárcel con rejas de madera.

En otras palabras: no podemos confiar seriamente en que recibimos buena información de nuestros cinco sentidos. La recibimos distorsionada.

De por sí no es fácil ganar dinero para comprar lo que necesitamos para vivir (comida, abrigo, alojamiento), porque todos los humanos necesitamos lo mismo y tenemos que competir. Si además no podemos contar con una buena información porque nos llega distorsionada, lo que no era fácil se convierte en directamente muy difícil. Para amplios sectores de la humanidad, se convierte en imposible.

Nuestro instinto de conservación nos obliga a ver todos los problemas como muy grandes y a todas las posibles soluciones como muy pequeñas.

En los noticieros despiertan nuestro mayor interés las malas noticias y las buenas noticias ya ni las informan porque a nadie le importan.

Con esta evidencia, reconozcamos que nuestro cerebro aumenta las malas noticias acobardándonos, asustándonos, debilitándonos y empequeñece las soluciones (buenas noticias), tornándonos despreciativos, soberbios, autosuficientes.

Funcionaríamos bien si los problemas nos tornaran audaces trabajadores y las soluciones nos tornaran avaros pero humildes.

(Este es el Artículo Nº 1.572)

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