Las mujeres han ganado muchos derechos, especialmente en cuanto a gozar más y mejor de sus cuerpos, pero la palabra «embarazoso» aún significa «molesto, incómodo».
En muchos lugares se habla y se escribe sobre lo que genéricamente se define como «el post-modernismo» en las relaciones de pareja.
El centro de esta definición está fundamentalmente en el cambio de roles, de actitudes y de derechos que tienen las mujeres así como el inevitable ajuste que tenemos que hacer los varones para continuar ocupando algún lugar en la vida de ellas.
Lo que no cambia es que varones y niñas eternamente necesitamos ser reconocidos, mirados, atendidos, y si fuera posible, amados por ellas.
Ahora hay más mujeres que poseen patrimonio, se asocian a un varón para formar una familia pero no necesariamente aspiran a formar un matrimonio, sino que aceptan y hasta exigen uniones más libres, menos condicionadas por las instituciones estatales, eclesiásticas o sociales.
Ellas ahora demandan con más convicción gozar sexualmente de sus cuerpos y del poder.
Le informo a los lectores más jóvenes que hasta no hace mucho, esto no era tan así.
Quizá por influencia de los medios de comunicación (especialmente el cine, la televisión e Internet), más mujeres buscan la paridad de derechos con los hombres y aquel Don Juan que se toleraba con bastante paciencia, hoy tiene que competir con las Doñas Juanas que encontraron en su propio cuerpo recursos hedónicos (proveedores de placer) que valen la pena explotar.
Sin embargo, algo no está funcionando: ellas no pueden librarse del compromiso biológico que les impone el embarazo y —hasta cierto punto también— la lactancia.
En suma: Las mujeres han aumentado sus derechos pero también su esfuerzo, por lo cual el saldo continúa siendo desventajoso.
Sigue habiendo un sexo rico (ventajoso) y un sexo pobre (sobrecargado).
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martes, 7 de junio de 2011
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