sábado, 3 de diciembre de 2011

El deseo es inconsciente y desconocido

Es difícil conocer nuestros deseos. Lo que sí conocemos son los anhelos inspirados por los deseos mientras se conservan inconscientes.

Hay quienes afirman que los deseos son un misterio, imposibles de conocer y que lo único que podemos conocer son los anhelos.

Quienes suponen que esto es así, agregan que cuando hablamos de deseos (tomar un helado, conocer otros países, mirar una película) en realidad estamos refiriéndonos a anhelos.

Esta idea es bastante creíble cuando pensamos en términos de psicosomática y la casi imposibilidad de saber cuál es la causa de que una enfermedad se resista a la curación.

No descartaría la hipótesis de que un deseo jamás puede ser verbalizado, descripto con palabras.

Un deseo es un envión que nos impulsa a hacer ciertas cosas como las mencionadas (tomar helado, etc.), pero que en realidad esta no es más que una representación del verdadero deseo.

Cuando alguien desea tomar un helado (debería haber dicho «anhela» tomar un helado), en realidad está deseando otra cosa.

Por poner un ejemplo, el anhelo de tomar helado puede estar impulsado por un recuerdo olvidado (deseo) referido a la época de la lactancia, o al último beso que le dimos a un ser querido fallecido, o a la impresión que nos provocó ver a una persona que hacía gestos obscenos con la lengua, o a una temida operación de amígdalas que finalmente no se concretó, o al rezongo que recibimos por ensuciarnos la ropa con helado por falta de firmeza en la mano.

Según parece lo más cerca que podemos estar de nuestro deseo se presenta en mínimos detalles de nuestra existencia, como son los lapsus, actos fallidos o sueños.

Conocer el deseo nos permitiría destrabar algunas conductas o padecimientos complejos y eso suele ocurrir por ensayo y error en las terapias analíticas.

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