No podemos percibir (comprender lo que vemos, oímos, etc.), aquello de cuya existencia carecemos de alguna información mínima.
Aunque parecería ser que estoy en contra de las creencias, fundamentalmente las religiosas, he mencionado pocas veces (lo reconozco), que si no fuera por algunas creencias no podríamos percibir.
Dicho de otro modo, debo creer que existe una pared, construcción rígida que me aísla del exterior, para que cuando me acerque a ella pueda percibirla (verla, tocarla, no querer atravesarla).
Aunque el dicho popular exclama «¡Si no lo veo no lo creo!», previamente ocurrió que «¡Si no lo creo, no lo veo!».
Las percepciones son construcciones psicológicas provocadas por algún estímulo (la pared es un estímulo visual y táctil que construye mi percepción).
Un asunto muy interesante es que para poder aprender necesitamos percibir y si para poder percibir necesitamos creer en la existencia de lo que percibimos, entonces será muy difícil percibir aquello en lo que no creemos.
El sistema educativo tiene un componente religioso en tanto trata de inculcarnos creencias para habilitar nuestra aptitud perceptiva:
— nos hace creer que existen los continentes y los océanos (hablándonos de ellos, mostrándonos imágenes) para que podamos percibir el contexto geográfico donde habitamos o hacia dónde nos gustaría ir;
— nos hace creer que el idioma que hablamos no es un conjunto de sonidos sino que se rige por leyes gramaticales, para que podamos entender lo que escuchamos, lo que leemos y para que a su vez sepamos construir mensajes que otros entiendan.
— nos hace creer en las matemáticas para que podamos percibir que nuestro cerebro razona, deduce, combina.
Somos engañados cuando nos inculcan creencias falsas que nunca podremos constatar con nuestros sentidos o deducir con nuestra inteligencia.
En suma: la ignorancia es una falta de creencias que nos permitan percibir o razonar.
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