La honestidad de las personas
depende de su vocabulario y de cómo su cerebro procese los datos de la
realidad.
Nuestro
cerebro combina ideas para entender la realidad y adecuarse a ella. Un buen
entendimiento es la condición necesaria para que la conducta sea la más conveniente.
El
cerebro funciona para que, en términos prácticos, podamos conseguir lo que
necesitamos para sobrevivir (y conservar la especie) con una calidad de vida
que nos resulte aceptable.
Este órgano
puede manejar una parte de la información existente, no toda. Tengamos en
cuenta, por ejemplo, que sólo recibimos datos por cinco sensores
especializados: ojos, oídos, olfato, gusto y tacto. El resto de la información
que pueda existir, la perdemos, no la detectamos, no sabríamos qué hacer con
ella.
Tengamos en
cuenta también que el cerebro procesa la información recibida si está
codificada en forma de palabras. Procesamos lo que describimos lingüísticamente
y por este motivo, lo procesamos según los criterios gramaticales que organizan
nuestra lengua.
El motivo
de este artículo es compartir con usted una posible explicación de cómo influye
el lenguaje en nuestra conducta.
Los insumos
que elaborará el cerebro son palabras que describen los datos provenientes de
los cinco sentidos.
Según qué
palabras (insumos) utilicemos, podemos obtener resultados diferentes.
La palabra inteligencia significa «capacidad de entender, comprender, resolver
problemas, interpretar, habilidad, destreza, experiencia».
La
palabra astucia significa «agudeza, habilidad
para engañar y evitar ser engañado, aptitud para lograr artificiosamente
cualquier fin».
Si
bien son dos formas de procesar los datos que recibimos de la realidad, una y
otra palabra pertenecen a filosofías de vida distintas, la configuración de
mundo que tienen los usuarios habituales de una y otra palabra es diferente y,
por lo tanto los resultados serán muy distintos.
Hasta
la honestidad de una y otra persona son muy distintas.
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