Aunque suena paradójico, lingüísticamente estamos influidos para decir que todo ser vivo corresponde que sea abusador (vivo).
La décima acepción de la palabra «viveza»,
según el D.R.A.E., dice: «Agudeza y prontitud para aprovecharse de todo por
buenos o malos medios» (1).
La única acepción de la palabra «avivado», según el D.R.A.E., dice:
«Aprovechado, que actúa rápidamente en
beneficio propio (2)».
En otro
artículo (3), digo textualmente: «Si nos molesta
pagar, si nos molesta el afán de lucro, si esperamos que insistan en
pagarnos...nuestra vida laboral será un desastre!»
En varios
países hispano-parlantes (o quizá en todos) utilizamos las expresiones «viveza»
y «avivado» para referirnos a la condición o a la calificación de quienes
utilizan como medio de vida aprovecharse de los demás, esto es, maniobrar de
tal forma que, sin transgredir normas penales (aunque sí morales), se apropian
de bienes, beneficios, privilegios, sin merecerlos, actuando con desfachatez,
desvergüenza e inescrupulosidad.
Aunque el
«vivo» o «avivado» puede contar con algunos votos aprobatorios por parte de
otros «avivados» o ingenuos, no deja de ser un ciudadano condenable, que no
mejora sino que empeora la convivencia. En general son personas cuyo mejor
aporte al colectivo consiste en abandonarlo, irse, desaparecer.
Sin
embargo, algo tienen a favor estos personajes de triste condición.
Cuando
aludimos a la palabra «vivo», tanto estamos refiriéndonos a la condición
biológica de existente como a la condición social de abusador.
Esta
dualidad entre conceptos tan distantes conceptualmente, nos permite suponer que
el lenguaje alienta la condición de «avivado» porque parecería ser que una
persona que esté viva, debe ser «avivado», es decir: lingüísticamente podría
deducirse que cualquier persona viva, tiene que ser «un vivo», corresponde que
sea «avivado» y, en resumidas cuentas, lingüísticamente estamos predispuestos a decir que todo ser
vivo corresponde que sea abusador (vivo).
(Este es el
Artículo Nº 1.682)
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