La imprecisión del lenguaje nos ayuda a confirmar que los humanos adivinamos el futuro y que todo lo controlamos.
Para muchas personas es fácil
informar que todo eso que ocurrió era lo esperado, previsible, obvio: «el choque de trenes sólo confirma la pésima administración de la
empresa ferroviaria»; «esta lluvia torrencial era previsible porque ayer me dolían todos los
huesos»; «nosotros ya sabíamos que estabas embarazada
de una niña».
Según creo nuestro cerebro no maneja algunas cronologías, especialmente
porque la psiquis lo ayuda a equivocarse.
La psiquis se parece a un político experto en justificar sus actos de
gobierno de forma tal que siempre tenga razón y que nunca parezca equivocarse.
Ella, (la psiquis), funciona así porque está al servicio de que pasemos
bien, de que disfrutemos de la vida, porque probablemente sepa que sufrir es
inútil pues las cosas suceden por motivos ajenos a la responsabilidad de los
humanos. Hasta nuestros propios actos son fenómenos naturales tan
inmodificables como un terremoto o el cambio de estaciones.
Para disfrutar imaginando que tenemos libre albedrío y que podríamos controlar hasta la muerte, la
psiquis nos ayuda provocándonos confusiones cronológicas de tal forma que
podamos pensar que eso que ocurrió ya lo habíamos vaticinado, pero más aún, la
psiquis nos ayuda a pensar que cuando la Naturaleza nos obliga a realizar
cualquier acto podamos creer que esa fue una decisión tomada por nosotros con
la suficiente anticipación y autonomía.
Según este punto de vista, los humanos entendemos la historia ubicando
el conocimiento de los hechos que acaban de ocurrir como si hubieran sido
pronosticados o decididos de antemano.
El lenguaje nos facilita mucho la tarea de pensar retroactivamente
porque, por ejemplo, los vaticinios de Nostradamus son vaguedades que admiten
cualquier interpretación, aunque nada supera en sabia imprecisión a los textos
bíblicos.
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(Este es el Artículo Nº 1.848)
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