Existen semejanzas entre los hogares con mascotas y
las penitenciarías pues encarcelamos
mascotas y delincuentes con el objetivo de humanizarlos.
No pensar respetando el
sentido común es divertido para algunos e irritante para otros.
Quienes le prestan atención a
mis producciones escritas y filmadas, se divierten. «Somos pocos pero
buenos», diría algún conformista incorregible.
Algo en mi cabeza puede ser comparable aunque el sentido común no lo
considere así.
Son comparables las cárceles con ciudadanos privados de libertad para
ser reeducados con los hogares donde hay una o más mascotas.
Por lo tanto estoy comparando a los presidiarios con las mascotas, y a
las cárceles con los hogares compuestos por seres humanos y no humanos.
En ambos lugares, los amos y los carceleros cuidan de que los capturados
no se escapen, pero para mantener la ficción de que se diferencian, se dice que
las mascotas se pierden o extravían mientras que los presos se fugan.
De hecho unos y otros se fugan o se extravían. Por eso son comparables.
El amo le da a su mascota alimento, atención sanitaria, cobijo, así como
las instituciones penitenciarias hacen lo propio con los recluidos.
Las mascotas en los hogares cumplen la tarea de darle al amo la
sensación de que él es un ser superior, así como los presos nos dan la
sensación a los demás ciudadanos de que somos superiores por ser más honrados y
obedientes.
Los dueños de mascotas están orgullosos de ellas y a veces exageran
diciendo: «mi animalito es tan inteligente que le falta hablar».
La palabra «animalada» (burrada,
barbaridad, salvajada), en idioma español (1), alude a una
equivocación propia de «animales». Por esto suponemos que las cárceles son instituciones
que procuran «humanizar» a quienes se comportaron como mascotas.
Conclusión: Encarcelamos
mascotas y delincuentes para humanizarlos.
(Este es el Artículo Nº 1.838)
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