El humor desplegado por los payasos nos hace reír porque nos
sorprende saber cómo somos personalmente sus espectadores.
Un rasgo que encontramos frecuentemente en la
apariencia de los payasos, es la exageración. Usan zapatos y ropas mucho más
grandes que su cuerpo y los colores del cabello, el rostro y la vestimenta,
tienen tonos subidos, estridentes, llamativos, escandalosos.
Generalmente se dirigen a su público gritando,
haciendo gestos extravagantes y repitiendo estereotipadamente algunos de ellos.
La exageración es uno de los recursos que
encontramos frecuentemente en los chistes de los payasos y en casi cualquier
espectáculo humorístico.
Este conjunto de cosas, están destinadas a
provocarnos risa a gente de casi todas las edades. La genialidad del artista
incluye emocionar a personas de muy variado sentido del humor, cultura,
lenguaje.
Según parece, el humor, la risa, lo gracioso,
es el resultado de una sorpresa por algo que no debería asombrarnos y que, para
ser muy breve definiría así: «¡No puedo creer que ese sea yo!»
Nuestras
mentes se manifiestan por el resultado final (resultante) de dos fuerzas: un
impulso instintivo y una represión cultural.
Generalmente
no sabemos cuál es uno y cuál es otro, pero podría sugerir que el payaso nos
muestra cómo es nuestro instinto parcialmente liberado de la contención (freno,
represión, vergüenza).
Por
ejemplo, nuestra piel funciona como un envase, un continente, un forro. Ella se
ajusta perfectamente a nuestro cuerpo. La vestimenta normal también se ajusta
cómodamente a nuestro volumen. El payaso, con ese atuendo más grande que lo
habitual, nos sugiere que los rasgos culturales que nos obligan a vestirnos
(para no andar desnudos), están parcialmente distendidos.
Otro
ejemplo: la conducta, el respeto, la moderación en nuestro desempeño social, es
parcialmente transgredida por el payaso, para hacernos reír de cómo seríamos si
fuéramos más atrevidos, groseros, temerarios.
(Este es el
Artículo Nº 1.642)
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