Las «amas de casa» emiten una señal que contradice lo que se le aconseja a los futuros trabajadores.
Siempre decimos que el salario
de los trabajadores está casi totalmente determinado por su capacidad
productiva.
Ponemos «cara de profeta»
para decir que los niños y jóvenes deben estudiar, conocer algún oficio o
acceder a un título como profesionales universitarios.
Parecería ser necesario o imprescindible conocer una «segunda lengua»,
de ser posible, inglés.
Afirmamos como algo comprobado que los niveles salariales están
«atados», (son proporcionales), a la capacitación y productividad que tengan
los trabajadores.
Otra verdad que no merece discusión refiere al nivel de compromiso que
tenga el empleado con los intereses del empleador. En otras palabras, será bien
remunerado aquel que defienda los intereses del patrón con tanta pasión y
fidelidad como si fuera el mismo dueño.
Una remuneración muy deseada
es la de tener algún rol de mando, alcanzar la responsabilidad de ser líder en
un grupo de trabajadores, tener personal a cargo, dar órdenes, evaluar,
inspeccionar, aplicar sanciones, tomar decisiones que afecten la vida de otras
personas.
Digo que esta es una remuneración, porque para muchas personas tener poder es más atractivo
que tener dinero. Quienes tienen poder de decisión, seguramente ganarán buenos
sueldos pero lo cierto es que la principal gratificación quizá no sea el dinero
sino el poder, la sensación de poder.
Si observamos uno por uno los diferentes aspectos que he listado
anteriormente, comprobaremos cuán alto grado de similitud existe entre lo que
tiene que hacer un empleado para recibir una gratificante remuneración y lo que
tiene que hacer una dueña de casa, madre de niños, a veces también jefa de
hogar, para no cobrar nada.
La señal es radicalmente contradictoria y lo es en tal
medida que podría ser una señal generadora de pobres patológicos.
(Este es el
Artículo Nº 1.723)
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