Los intelectuales viven en un régimen de esclavitud,
con obediencia perruna hacia los ideólogos de su especialidad (Freud, Marx, Hipócrates).
A una sociedad de
intelectuales esclavos se la reconoce porque:
— sus integrantes solo
respetarán las ideas de los amos, entendiendo por amos a quienes han logrado
ser reconocidos como personas que «saben»;
— sus integrantes solo
respetarán las ideas que hayan sido publicadas en forma de libro, por lo tanto,
las personas que «saben» son reconocidas en
primer lugar por las editoriales que imprimen, publicitan y venden esas obras;
— nada de lo que digan los
intelectuales esclavos carecerá de alguna referencia textual o interpretativa
de lo que hayan dicho los amos;
— otros intelectuales serán
celosos custodios de este respeto de las ideas y denunciarán impiadosamente a
todo aquel que se aparte de las expresiones textuales publicadas en los libros;
— los neologismos (palabras
nuevas) propuestos por los amos, pasarán inmediatamente al lenguaje cotidiano
de sus esclavos, sin la intervención de la Real Academia Española;
— a poco de haberse instaurado
el reinado del amo, nos encontraremos con que gran parte del esfuerzo de los
esclavos estará destinado a investigar la forma de pensar más íntima del
soberano, dejando para más adelante o para nunca, el conocer las ideas a las
cuales se les rinde culto;
— difícilmente se convertirá
en amo algún intelectual que proponga ideas accesibles para una mayoría. Por el
contrario, un perfil excluyente en estos intelectuales máximos es la de
proponer ideas que muy pocos podrán entender. El acierto de estos amos consiste
en generar espontáneamente una pirámide de poder en la organización espontánea
que se cree entre sus esclavos. Con total naturalidad, quienes sean capaces de
entender mejor al amo, serán los jefes de la iglesia que lo venerará, y así sucesivamente en las jerarquías
descendentes, en poder y comprensión.
(Este es el Artículo Nº 1.756)
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