viernes, 30 de noviembre de 2012

Ser duro para durar



   
La palabra «durar», (y sus derivados), puede conducirnos a la pobreza patológica, por inadaptación, inflexibilidad e incapacidad para aprender.

Algunas particularidades del idioma merecen una consideración especial porque de no hacerla, pueden entorpecer nuestra necesaria capacidad y voluntad de generar los recursos que necesitamos para vivir dignamente.

Observemos este detalle, aunque parezca intrascendente: El verbo durar y el adjetivo duro, tienen la misma raíz.

El idioma permite decir: «Ella dura porque es dura».

Por lo tanto, desde la más profunda esencia humana estamos asegurando que la dureza genera duración.

Si le cambio las palabras por otras similares, puedo decir: «Lo inflexible tiene larga vida».

Estas son las enseñanzas para las que no tenemos que estudiar. Tan obvio puede llegar a ser para alguien esta última afirmación que actúa en nuestra mente como un instinto, como algo que nacimos sabiendo.

Cuando sabemos algo sin haberlo aprendido, sin que nadie nos los haya enseñado, ese saber tiene el máximo poder de convicción. Podríamos decir que ese saber nos pertenece y hasta nos aporta identidad porque no es de otros sino que forma parte de nuestro ser, como respirar, parpadear o buscar un techo cuando llueve.

Observemos que de esta sabiduría intuitiva se deriva una consecuencia inevitable: si lo más importante es conservar mi vida, para luego conservar la especie (1), lo que tengo que lograr es mi longevidad, que en otras palabras equivale a decir «tengo que durar», para lo cual «tengo que ser duro (inflexible)».

La inflexibilidad es una condición que impide cualquier proceso de aprendizaje y cuando evitamos cualquier proceso de aprendizaje quedamos inhibidos para adaptarnos al medio.

La inadaptación al medio que provoca «ser duro para durar», implica no poder adaptarnos ni a los cambios de la naturaleza ni a los de la cultura, provocándonos una pobreza patológica inevitable.

 
(Este es el Artículo Nº 1.728)

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