La obsesión normal nos aporta la capacidad de hacer observaciones minuciosas, útiles en variadas profesiones y especialmente, en psicoanálisis.
En otro artículo (1) hice referencia al
temperamento obsesivo normal, diferente del Trastorno Obsesivo Compulsivo
(TOC), que prácticamente esclaviza a quienes lo sufren, obligándolos a
detenerse exageradamente en rituales, repeticiones y detalles minuciosos.
Algunas de mis tantas pasiones son: la
mitología griega, la literatura universal, la historia y el psicoanálisis.
En la mitología griega tenemos a Pigmalión,
rey de Chipre, que buscó infructuosamente la mujer perfecta para casarse con
ella, y como si fuera hoy en día, por supuesto que no la encontró.
Desilusionado, se dedicó a la escultura y así fue como llegó a construir una
imagen perfecta, a la que llamó Galatea, de la cual se enamoró y, gracias a la
colaboración de la diosa Afrodita, la estatua cobró vida y por eso el exigente
rey pudo casarse.
El mito de Pigmalión y Galatea dio origen a
muchas obras. Las más conocidas se llaman Pigmalión y My fair lady.
La primera, escrita por George Bernard Show,
cuenta la historia de un lingüista inglés quien, valiéndose de su elevada
capacidad de observación, podía saber en qué barrio vivía cada londinense tan
son oyendo la fonética de su habla.
Unos años antes, también en Inglaterra, habían
aparecido las fascinantes aventuras de Sherlock Holmes (narradas por Sir Arthur
Conan Doyle), quien valiéndose de su elevada capacidad de observación, llegaba
a descubrir el autor de los crímenes orientándose por indicios que cualquier
habría pasado por alto.
Más o menos en esta época y lugar, Sigmund
Freud inventó el psicoanálisis valiéndose de su elevada capacidad de
observación, pues este arte científico se vale de observar indicios
lingüísticos que normalmente cualquiera pasaría por alto.
Como vemos, la obsesión normal, (observación
minuciosa), da sus frutos.
(Este es el Artículo Nº 1.715)
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