Dos personas tienen un conflicto de intereses y pueden sentarse a buscar una solución o pueden delegar esta tarea en sus abogados.
Casi seguro que si participan los abogados es porque ellos dos no pudieron llegar a un acuerdo. Más aún, quizá no pudieron mirarse a la cara y mucho menos hablarse.
Pero ese conflicto de intereses entre dos personas puede ser llevado al terreno deportivo y ser utilizado como un juego.
Los deportes competitivos plantean e intentan resolver el conflicto entre dos o más jugadores (o equipos) que «dicen ser los mejores».
El tenis parece una discusión cuidadosa. Sus propias reglas incluyen la instalación de una red que impide el contacto físico. Algo similar sucede con el voleibol.
Pero cuando los participantes (jugadores y espectadores) prefieren un poco más de violencia, de contacto físico, de riesgo, resuelven su conflicto de interés (determinar quién es el mejor) utilizando juegos sin red (fútbol, basquetbol, rugby, hockey).
De estos ejemplos podríamos extraer cuatro ideas por lo menos:
1) Que el uso del lenguaje puede ser suficiente para resolver los conflictos de intereses que podamos tener (ya sea usado por los interesados o por quienes los representen);
2) Que uno de los conflictos que nos enfrentan tienen que ver con determinar «quién es mejor o superior a quién»;
3) Que los humanos disfrutamos prescindiendo del lenguaje para resolver nuestros conflictos y por eso usamos los juegos para que la inevitable violencia del lenguaje corporal «no pase a mayores»;
4) Que la violencia condenable (contra niños, mujeres, ancianos) se produce porque de alguna manera disfrutamos con ella.
Dejo constancia que a propósito no menciono el boxeo masculino y femenino.
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lunes, 3 de mayo de 2010
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