martes, 4 de mayo de 2010

«¡Por supuesto, mister!»

«Querida mía, quiero casarme contigo aunque tendría que hacerte un pedido especial:

»Tu te llevas de maravilla con tus padres y hermanos, adoras el tenis, eres una buena militante política y tus ingresos económicos son muy importantes.

»En todo, eso somos iguales.

»Pues bien: Para mí sería imprescindible que tu y yo apliquemos nuestro mayor esfuerzo, afecto y recursos a la familia que fundaremos, y que sólo apliquemos al resto, la energía, afecto y recursos excedentes.»

Sin importar su sexo, usted puede opinar sobre este planteo porque podría ser formulado por cualquiera.

Es inteligente dedicarle el esfuerzo, afecto y recursos a la vocación que más nos guste: economía, baile, jardinería, comercio, etc., etc..

En el mejor de los casos, hasta podemos obtener de ella los ingresos económicos necesarios.

Sin embargo, no parece inteligente que dediquemos esfuerzo, afecto y recursos a realizar lo que otros querrían que nosotros hiciéramos.

Los que estudian inglés suelen hacerlo por un prejuicio que padecemos los hispano-parlantes.

En varios artículos (1) les he comentado que el lenguaje es una herramienta esencial para nuestro desarrollo intelectual y social.

Conclusión : Con excepción de quienes tienen la vocación y el suficiente talento, quienes estudian inglés, llegan a la paradójica situación de que no tienen ningún idioma, pues desatienden el castellano y balbucean precariamente el extranjero.

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